Nosotros: NOS-10
Nosotros
Toco y me voy

El arte de patear para adelante


Desnudamos la estrategia de quienes viven solos y tienen que arreglárselas igual con el arduo trabajo de llevar adelante una casa. ¿A quién se le ocurre, también, mover la casa para algún lado?


Hasta el más prolijo de los humanos se vio alguna vez desbordado por un hogar a cargo. Uno, todos los días, ensucia por lo menos unos cuantos artículos (ropa interior, un par de platos, cubiertos, etc.); y unos cuantos más en un par de días (remeras, pantalones) y unos cuantos más en unos pocos días (sábanas, mantel, toallas). Y no hablamos de la limpieza general de la casa: pisos, baño, ventanas y esas cosas que, me dicen, también algunos limpian.

Conozco gente metódica que sale a diario a combatir contra esta rutina nuestra de ensuciar. Munidos de espíritu de orden y un leve toque de paranoia, no dejan pasar un plato sucio y no permiten que se acumule ropa. Tienen un razonamiento implacable: si dejás que se amontonen, cagaste (son limpios, pero bocasucias, miren qué contradictorios) y son los mismos tipos que te invitan a comer pero con vos adelante y todo se levantan a lavar ya mismo los platos sucios, con lo cual te sentís una porquería y empezás a sentir culpa de lo bien que la pasaste hasta ahí.

Vos te levantás intuitivamente dejando el vinito que libabas con gloriosa lentitud y apurás un te ayudo que no convence a nadie y menos al limpio anfitrión, que te dice no te molestés que es una pavada. Y después te ilustra, por si no lo sabías, que es mejor lavar los platos enseguida, que después se endurece la grasa y es más difícil, etc. Jurás no volver a esa casa, a ese antro de perdición, porque lo primero que aprendemos, más siendo argentinos, es a desconfiar de alguien tan prolijo y obsecuente con su idea de pulcritud.

Y salta a la vista (sobre todo cuando van pasando los días) las diferencias con el que no es estrictamente sucio pero tampoco un esclavo de la limpieza. Tipos que alegre o tristemente dicen mah sí yo lavo más tarde y a la noche le suman un nuevo plato al que ya estaba, y mañana otro, y a los dos días estamos hasta las manos...

Tipos que no desparraman la ropa por cualquier parte, no señor, pero que la van acumulando lenta e implacablemente en el sector asignado, hasta que de pronto el señor o señora en cuestión masculla un a la pucha, este es el último calzoncillo limpio y entonces deberá ponerse las pilas, lavar o llevar a lavar o salir de apuro a comprar los baratos, tres por diez...

Son personas a las que el cesto de ropa se le transforma de repente en un monstruo capaz de cortar la mano que se estira hasta él y así la ropa, determinada ropa, desaparece por meses y meses. Ya les aclaro que personas así cuentan con la ventaja de descubrir, al tiempo, una remera desconocida que no usaban desde por lo menos dos temporadas atrás y que, lavada de manera entusiasta, parece nueva y en rigor lo es.

Tipos así, simpáticamente haraganes, tienen técnicas diversas para el lavado, secado, planchado o reutilización más o menos chancha de la misma ropa sucia que prometió lavar -y no lo hizo- una o dos semanas atrás. Gente que deja la ropa sucia colgada nomás en el alambre esperando que el ciclo sucesivo de lluvias y soles recomponga la prenda y la deje a punto de colocación nuevamente. Malos bichos que le pasan el pancito a la salsa (y no hablemos, puaj, de los que utilizan el hambre y la capacidad lingüística del pichicho para el mismo fin) hasta lograr una ilusión de limpieza en el plato, suficiente para evitar el lavado...

Hay que sumar a los que cuelgan la ropa con mucha agua para no plancharla, los que la aplastan debajo del colchón, los que la ponen delante del ventilador o la estufa, los que entalcan el mismo par de medias, los que remojan una prenda sólo en un par de sitios estratégicos, los que planchan sólo la parte visible, los que ocultan el despelote general dentro de los placares, los que meten los platos sucios dentro del horno y otras tantas estratagemas para ir pateando para adelante. Y desde ya les advierto, cretinos, que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Néstor Fenoglio