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Nosotros
Música: Serrat


El nuevo disco de Joan Manuel Serrat, "Versos en la boca", es un feliz regreso a la introspección y la exploración de sentimientos y sensaciones. Treinta y siete años después del primer disco de Joan Manuel Serrat, el feliz reencuentro entre el cantautor y Miralles ha producido como resultado un trabajo fresco, rico, ágil, brillante, a veces inquietante, con un tratamiento musical a base de sonoridades acústicas y cuya raigambre en el Serrat más clásico no excluye novedades audaces y arriesgadas.

Los de "Versos en la boca" son once temas que conforman un hermoso buceo en aguas interiores, lleno de sorpresas y confirmaciones.

Empieza el catálogo de amores con el amor como enajenación, "De cuando estuve loco", nos traslada a aquella indefinible encrucijada donde el corazón llega a perturbar a la cabeza. Lo que empieza con el silbido alegre del liberado se convierte en una historia del esclavo de sus trastornados recuerdos.

En "Así en la guerra como en los celos" Serrat ha escrito el padrenuestro del amor celoso. Lo describe de muchas maneras: "Eclipse total de la razón", "mortaja negra en el corazón", "venda en los ojos que no te deja ver", "cuentas pendientes, rencores viejos", "exilio del que jamás se vuelve", "cizaña que deja el vergel yermo"... El amor posesivo es otra obsesión que esta vez encuentra su más cruel parodia en la guerra.

El tren subterráneo se vuelve metáfora visceral en "La bella y el metro", un galope entre tinieblas, un interminable ir y venir de topo, una persecución sin pausa en pos del pedazo faltante: en fin, el amor como búsqueda.

"Qué será de mí" constituye una reafirmación de la más vieja de las verdades: para amar se necesitan por lo menos dos. Una pertinaz lista de comparaciones avala este axioma sentimental que constituye un canto risueño y convencido al amor como complemento. La obra rinde culto al amor en su propia esencia y lo mismo podría justificarse como canción de cuna, como declaración de amistad, o como propuesta erótica.

En "Africa" surge otra vez el Serrat solidario que nos obliga a mirar lo que nos negamos a ver, como ya lo hizo en "El Sur también existe". En esta ocasión centra su atención y sus dolores en este continente que es novia seducida y abandonada, rey traicionado y exiliado en su propio país, espejo de nuestras maldades y miserable anverso de nuestra más doradas medallas. Serrat nos obliga a recordar la patria lejana del jazz y el son, de los mejores futbolistas, boxeadores y basquetbolistas y escritores del mundo, abuela ultrajada y expoliada de muchas culturas mestizas, que hoy es presa de "los cuatro jinetes lúgubres", el hombre, la guerra, la peste, las armas. Es una evocación de la cuna de la humanidad, cuyos hijos, regados por el mundo, siguen siendo esclavos sin cadenas y, pese a todo, escarban esperanzas en los eriales y cultivan "flores de las espinas".

"Muñeca Rusa" es una canción que se parece a su analogía, que se contiene a sí misma y se recoge sobre su propio eje. Está dedicada a cantar el amor como perplejidad, a reiterar uno de los eternos temas de Serrat: la fascinación que le produce la mujer.

"Los Recuerdos" representa una hermosa anatomía sentimental de la memoria, territorio etéreo y vencido que mezcla verdades y mentiras. El mundo del recuerdo no está quieto en el pasado: es triste pero dinámico, evoluciona al hechizo del antojo y la falsedad, está hecho de cosas que se olvidan y cosas que siguen caminando, nuevas versiones de lo que no pasó y nuevos disfraces de lo ocurrido. Todo esto es lo que hurga y explora el delicado bisturí de Joan Manuel Serrat.

En "La mala racha" cuya letra fue elaborada en colaboración con Eduardo Galeano a partir de un texto del escritor uruguayo, Serrat vuelve a demostrar el poder de su palabra y su música para articular sentimientos o situaciones universales, de las que todos participamos pero a los que sólo unos pocos privilegiados como él logran interpretar.

"Sin Piedad" es un canto de dolor al amor como pasión destructora. Se trata de una resignada letanía de sentimientos envueltos en la penumbra musical de una melodía intimista, que reconoce los amores malditos y acepta sus callejones sin salida, sus sentencias irremisibles, sus funambulismos por el filo de la navaja, sus conflictos feroces entre el amor y el odio. Es la doctrina de amor del condenado: "Morir matando, matar muriendo, sin piedad de ti, sin piedad de mí".

"No te busqué, ni me viniste a buscar"... Tal es la declaración de situación de la que parte "Es caprichoso el azar", un canto al amor como hallazgo. Y en "La bella y el metro" el amor busca y no encuentra, en esta canción el amor encuentra sin necesidad de buscar. No existe el destino, nos dice: sólo el azar. Es una obra que reúne las voces de Serrat y de la cantante israelí Noha, bellísima y ajustada maravillosamente a esta canción en homenaje a la coincidencia, al cruce de estrellas, a la magia y a la albricia de la casualidad que es capaz de crear el amor a partir de un día lluvioso, un autobús y un semáforo.

"Señor de la noche" es una canción oscura, nocturna, visceral, sombría, endiablada, con letra de Luis García Montero. Se trata de una oración pronunciada en ese pequeño templo del deseo que puede ser un bar de madrugada; el solitario está dispuesto a vender su alma al demonio a cambio de un poco de amor.

Fuente: BMG