Mientras las leyes de la Naturaleza demandan millones de años en la cautelosa transformación de sus criaturas, las reglas evolutivas de la tele tienen otros tiempos: sus productos nacen y rápidamente se acomodan a las necesidades que les impone la lucha por la existencia. Algunos se extinguen rápidamente sin dejar rastros, y otros se van adaptando para sobrevivir, como "Quiero ser famoso por un día", un programa semanal nocturno que poco después de su aparición se transformó en un espacio diario vespertino de media hora. También cambió parcialmente su objetivo inicial, el de un reality de seres anónimos que se convierten en un doble de su ídolo. Ahora, más bien, sería la fórmula de "pase un día con su estrella favorita".
Ayer, Noelia, doce años, de Banfield, fue finalista y escuchó "el anuncio que le va a cambiar la vida", según el atrevido pronóstico del locutor en off: conocer a Soledad Silveyra, a quien la niña admira por "Gran hermano", más que por su trabajo de actriz.
Según contó la mamá, y sin alarma, su hija reproduce el programa para sus amigos, y "hasta con los perros", a los cuales encierra para gritarles "adelante mis valientes, ésta es la casa más famosa del país".
Peluqueros, maquilladores y vestuaristas convirtieron a Noelia en algo más o menos parecido a Solita Silveyra, que es inimitable, un fenómeno de la naturaleza y la ciencia que podría ser tratado en el Discovery Channel: cuando apareció junto a Noelia, parecía más joven que la nena.
El programa consistía en diversas visitas: al spa adonde concurre Soledad Silveyra; a San Telmo, su barrio favorito ("piensa que su ídola camina siempre las mismas calles", se escucha del exaltado relator), al bar preferido de la actriz, el canal, el teatro donde representan "Made in Lanús" (relator: "tuvo el privilegio de descubrir al intimidad de los camarines de su ídola"), y un comedor infantil de Ezpeleta con el cual colabora. Dicho trajín fue denominado "vivir lo que hasta ahora sólo se atrevía a soñar".
Naturalmente, la visita a la grabación de "Gran Hermano" fue la instancia culminante. Noelia vivió la experiencia inolvidable de conocer personalmente a Mariano Peluffo, por ejemplo, y "los entretelones del más grande reality show argentino", continuaba el relator. "Ahora recorre fascinada los pasillos externos de la Casa, no lo puede creer", seguía la voz editada, describiendo el paseo de la nena, que "se deleita como nunca viendo de tan cerca a su ídola".
La tele no solamente crea cholulismo, lo retroalimenta sin inocencia y se asegura nuevas generaciones de públicos incondicionales. Los padres, orgullosos, pueden aspirar a que su hijo quiera ser Marley, o Susana Rocasalvo, si es transformista. �Cómo será un día con Antonio Laje?.
Roberto Maurer