En uno de los nuevos temas de los Cabezones el estribillo reza: hay que salir a soñar/hay que salir a morir una vez más. La frase pertenece al tema Tiempos Violentos, de segura incorporación en lo que será la nueva producción cabezona. Estribillo compuesto precisamente antes de que la banda salga a soñar y matar o morir en tierras aztecas. Experiencia de la que resultaron ilesos y hoy, orgullosamente pueden decir que sobrevivieron para contarla y aumentar aún más su jerarquía como grupo de peso a nivel nacional.
El viaje por México es largo de contar y cada uno de los Cabezones lo vivió de manera muy particular. Parte de la travesía tuvo la experiencia de la iniciación en una cultura diferente y también la aventura de sentirse visitante en casi todos los aspectos. Por suerte, antes del momento del show la banda mostró a través de unos videos caseros algunas partes de la experiencia mexicana.
Así, a los duros golpes, que el violento México de Amores Perros le puede dar a una banda que intenta meterse en su mercado, Cabezones fue ganando espacio y confianza para asentarse y para empezar a disfrutar no solamente de los tacos. Los Cabezones parecen serles fiel al nombre de uno de sus discos que dicta Hijos de una Nueva Tierra.
Tanto es así que ya hacen planes para grabar un nuevo material y luego volver a incursionar en la capital del rock latino.
Estos tipos no pueden quedarse quietos ni un minuto, antes volvieron a su cuna, y claro, había que ir a verlos, darles un abrazo y preguntarles cómo iba todo.
Casi un gesto, el guiño preciso para no decir con palabras cuántas ganas teníamos de volver a verlos: empezar el show con Estallando desde el océano, de Sumo. Englobar el comienzo en una canción argentina, bien argentina. Casi diciendo: "Qué bueno vernos la cara de vuelta, �no?".
Siguiendo la estricta fuerza que les otorga el color negro de sus ropas -cómo soportó Cesar ese sobretodo negro es casi un X File- la banda empezó a desplegar todas las armas de su disco Alas. Rock duro, incisivo, que comparte las visiones más oscuras de las bandas de los ochenta con las bases más filosas de un punk-rock maduro y que se templa al calor de las nuevas melodías post-grunge. Las canciones no tienen una actitud contemplativa, van para adelante apuradas y si hay algo adelante mejor que se corra. Música "pinche cabrona", que le dicen.
Así salieron las versiones de Sueles dejarme solo y Primavera 0 de los Soda Stereo o el Lullaby -con invitados de Celestito y 3 Libras- de The Cure que se mezclaron inteligentemente con El vientre o Despegar.
El sonido fue atronador y la actitud los mostró distendidos, pero seguros. En todo momento se les notó la satisfacción de volver a estar tocando en casa.
Algún que otro problema de sonido no hizo decaer el show. "Y si a los de las primeras filas les sangran los oídos, a mí no me importa", habrán pensado.
En los cabezones no hay nada teatral arriba del escenario. Pura energía son las que necesitan sus canciones. La gente también lo sabe y por eso terminó durante las últimas canciones de pie sobre las butacas.
Sin saltos, pero muriendo por hacerlo.
Al final apareció el más pedido y coreado por la gente: Traidor. Clásico furioso, tanto como los perros de la película, y dolido de la ciudad que terminó de redondear la vuelta de nuestros hijos.
Con las luces apagadas, César deambula por el patio del lugar saludando a mucha gente. Su cresta es mucho más amarilla que lo que parece arriba del escenario. Está cansado pero contento y no lo abriga más su sobretodo negro.
Me dice: "Estuvo bien �no?", y enseguida se autocontesta, "en realidad la música fue una excusa".
Maximiliano Lichtenstein