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La música clásica como mensaje de paz
Con siete años dio su primer concierto de piano. Con once ya era un fenómeno. Y con sus sesenta recién cumplidos, convertido en toda una leyenda, Daniel Barenboim recorre el mundo llevando, con su música, un mensaje de paz.


Aquel niño prodigio, nacido en Buenos Aires el 15 de noviembre de 1942, es hoy un hombre maduro y temperamental a quien se le nota en el espíritu la huella de una vida intensa y fecunda.

El 2 de diciembre salió a la venta en España un nuevo disco de Barenboim que se titula "Adagios", y que recoge las actuaciones estelares del maestro durante su más de medio siglo de vida dedicado a la música.

Cuando pasó por Londres para tocar Mozart, Beethoven y Liszt, en el Royal Festival Hall, su compañía discográfica organizó una cena con un reducido grupo de amigos y admiradores y puso encima de la mesa una inmenso árbol de chocolate para desear al maestro su sexagésimo cumpleaños feliz.

Barenboim no cenó, pero se fumó un puro. Y mientras daba chupadas a su habano de un palmo explicaba con naturalidad cómo se puede fascinar a la audiencia.

"Tienes que captar la atención del oyente desde la primera nota, y después engancharlo durante el resto de la representación. Pero esa primera nota es fundamental. Si lo consigues, ya está. Ese es el truco".

Los padres de Daniel Barenboim, judíos rusos, se trasladaron a Israel cuando Daniel tenía diez años. Aquel mismo 1952 debutó como pianista en Viena y Roma. Poco después fue a Salzburgo a dar clases con Igor Markevitch. Y cuando empezó a grabar sus primeros discos ya era uno de los mejores intérpretes de su generación.

En 1967 Barenboim se casó con la legendaria violonchelista Jacqueline du Pré, y ambos compusieron un fascinante dúo de música de cámara hasta que ella empezó a notar los primeros síntomas de una esclerosis múltiple, de la que murió en 1987.

A finales de los sesenta y principios de los setenta, la pareja Barenboim-Du Pré forma trío con el gran violinista Pinchas Zukerman y, con el paso de los años, tocan a menudo con intérpretes de la talla de Isaac Stern, Yo-Yo Ma o el joven Maxim Vengerov.

Daniel Barenboim es hoy director de la Orquesta Sinfónica de Chicago y de la Deutsche Staatsoper de Berlín.

El maestro no se cansa de levantar la voz para decir a los gobiernos, en tono casi dramático, que la enseñanza de la música en las escuelas es fundamental: "Sin educación, la música puede desaparecer", dijo durante la misma cena en Londres.

El lenguaje universal en contra de las diferencias


Baremboim se refirió a que hubo mucho de montaje de los medios de comunicación y de algunos políticos aprovechados cuando fue atacado -desde sectores judíos ultraortodoxos- por interpretar a Wagner en Jerusalén el año pasado.

El compositor alemán Richard Wagner (1813-1883), favorito de Adolf Hitler, fue un conocido antisemita, y su música, por otra parte espléndida, fue convertida en uno de los grandes símbolos del nazismo. Escucharlo en Israel es poco menos que un tabú desde la creación misma del Estado, en 1948.

Pero Daniel Barenboim, además de amar la música clásica -Wagner incluido-, es un hombre comprometido con la paz en Oriente Medio.

Hace más de diez años el maestro coincidió en el vestíbulo de un hotel de Londres con el intelectual palestino Edward Said, profesor en la Universidad de Columbia (EE.UU.).

Aquel encuentro casual dio paso a una larga y profunda amistad que, con los años, tendría repercusiones en el mundo de la música y de la política.

Charlando y charlando, el judío Barenboim y el palestino Said encontraron ese denominador común, basado en la tolerancia, que parece necesario, hoy más que nunca, para encontrar una solución duradera al conflicto en Oriente Medio.

Barenboim hizo que su música, muy conocida en Israel, sonara también, por primera vez, en Cisjordania aquel febrero de 1999 en que dio un recital de piano en la universidad palestina de Birzeit.

Y ese mismo año creó en Weimar (Alemania) su ya famoso taller de música con jóvenes árabes e israelíes. Costara lo que costase, esta agrupación musical se ha convertido en un modelo de convivencia.

Barenboim y Said fueron galardonados este año con el prestigioso Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. La decisión del jurado, anunciada en Oviedo (España) el 4 de septiembre, fue una de esas noticias que levantan el ánimo a las gentes de paz. (EFE)