La poesía de "Del diario" (1945-47) de Pasolini
Por Esteban Nicotra
"¿Éramos, en verdad, tan jóvenes, tan pobres, tan felices?" se preguntaba Leonardo Sciascia en la "Introducción" de la edición de 1979 a los poemas de Dal diario (1945-1947) de Pier Paolo Pasolini. Juventud, felicidad, pobreza, todas estas palabras no son ajenas a la materia de estos poemas. Textos hechos aparentemente de nada. Ya el poeta ha aprendido a conocer en las aguas friulanas de Poesie a Casarsa (1942), en las líneas de su rostro, las líneas de su alma. Pero ese conocimiento lo ha dejado aún más solo, aún más desvalido. "Como un náufrago incólume" o como quien despierta en la mañana siguiente de un sueño de muerte, y va mirando, tocando (nombrando) cada cosa que lo rodea, como aferrándose a un leño que lo lleve otra vez a la costa de la realidad, así el poeta anota estos versos día a día.
La seguridad de un Edén es lo que Pasolini ha perdido en sus primeros poemas. Con ellos ha ganado, no obstante, la conciencia del poder cognoscitivo de la palabra. Ahora, la palabra que llega a su mente absorta se sabe pasajera, adquiere el tono de una pregunta, espera un signo, aunque más no sea un espejismo que lo guíe en el desierto en que se ha convertido su presente. Este signo asumirá las formas de los mártires campesinos del "Testament Coran" o de la elegíaca visión panorámica de la Italia de los años '50 en Le ceneri di Gramsci.
Los poemas que presentamos tienen algo de elemental, de juvenil, de originario, dentro de la obra poética de Pasolini. Se anuncia en ellos una metamorfosis estilística, una madurez, que será alcanzada por el poeta al abandonar la sugerencia simbolista, de trasfondo intemporal, para crear, en Le ceneri di Gramsci, una poesía vibrante de fugacidad histórica, materialmente plana, signada por la univocidad y una precisa contextualización epocal.
En Del Diario están presentes aspectos propios del poeta (autobiografismo, narcisismo, tono elegíaco por la imposibilidad de fusión con la realidad...) pero desnudos, sin la elaboración arcaizante, con restos de hermetismo, de poesie a Casarsa y sin el voluntario manierismo de Le ceneri di Gramsci. Sus textos aíslan un momento del devenir cotidiano, un fragmento de existencia suspendido a la espera de insertarse en otro tiempo, el de la historia. Le escribe por esos días (27/3/46) a Gianfranco Contini: "Yo estoy con el estado de ánimo de quien debe comenzar todo y ya sabe cómo terminará. Es brutal decirlo, pero me ilusiono sólo con aquellos sentimientos directos y corpóreos, abandonos que me conducen a la exactitud del diario".
La novedad de este libro es que Pasolini abandona toda metáfora de sí mismo, todo mito personal anterior (Narciso) y se va despojando de residuos poéticos y métricos atesorados en su aprendizaje de matriz simbolista, para encontrar, al superarlos, su propia voz, la sola presencia absorta de un sujeto que se siente y se ve vivir, aún incierto de su posición en el mundo. Pero, al mismo tiempo confiado y seguro de la identidad de su yo diverso, herido, con la plena conciencia de su derecho a la existencia, a la contradicción, con derecho a exponerse, a testimoniar el "escándalo". Es el primer paso para un reconocimiento del sujeto como sujeto histórico-civil. Revelación que confirmará, un par de años después, el poema "El descubrimiento de Marx", al final de su libro L'usignolo della Chiesa Cattolica, el nacimiento de una poesía frente a la Historia. En este sentido el poemetto "Europa (1945-46)", que cierra el libro Dal diario, es una anticipación de las poesías de panorámica histórica de Le ceneri di gramsci. La temática de la "desilusión histórica" por la derrota de los ideales de la Resistencia, del sacrificio de mártires como su propio hermano Guido, ya están presentes aquí.
La literatura se presenta como una pasión no sólo individual, sino compartida, que debe llevar a la transformación intelectual, estética y moral del que la practica, pero también incidir en el tejido cultural de la sociedad. Ya en una carta de agosto de 1943, que envía el poeta a Luciano Serra, un amigo, se presenta con intensidad casi profética este sentido cívico del intelectual, del artista en medio de la crisis de la guerra y su actitud en la posguerra:
Italia necesita rehacerse completamente, ab imo, y para esto tiene necesidad, extrema, de nosotros, que en la espantosa ineducación de toda la juventud ex fascista, somos una minoría discretamente preparada. Y yo, con respeto a esto, te acuso (o, en cambio, ¿debo acusar los largos meses de envilecimiento militar?) porque en tu carta no hay una pizca de sabor político, ni un comentario dolorido o feliz por la llegada de la libertad. Y pensar que para mí, en cambio, incluso para mi solitaria y más íntima experiencia poética, estos días tienen una importancia inmensa.
La libertad es un nuevo horizonte, que imaginaba, deseaba sí, pero ahora, en su durísima actualidad, revela aspectos tan impensados y conmovedores, que me siento como si volviera a ser un niño. He sentido en mí algo nuevo que surge y se afirma, con imprevista presencia: el hombre político que el fascismo había abusivamente sofocado, sin que yo tuviera conciencia (...) Y nosotros tenemos una verdadera misión, en medio de esta espantosa miseria italiana, una misión no de fuerza y riqueza, sino de educación, de civilidad".
Poemas de una sensibilidad herida, estos de Dal diario (1945-47) que no quiere abandonarse y por eso mismo está atenta al menor sonido, al más leve cambio que desentone y desequilibre su paz absorta, que otra vez "lo enfrente a su vida". Poemas matinales, con la "pobreza" profundamente humana en esos años de la posguerra, que desnuda los afectos esenciales y, al mismo tiempo, con la "felicidad" de un estado de suspensión, hipersensible, sensual, contemplativo, que va nombrando la "física alegría de la vida que se vive sola".