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Ciudad universitaria (o cómo salir de El Pozo)

1: La moderna ciudad universitaria que, bajo el concepto de campus, está construyendo la UNL en El Pozo, representa una nueva modalidad opuesta a la tradición histórica de universidad dispersa en la trama urbana.. 
¿Qué implica, desde los puntos de vista urbanístico y social, el nuevo emplazamiento de la UNL?. ¿Qué perfil tendrá la universidad santafesina en el futuro? ¿Qué representa el nuevo modelo de campus en el barrio El Pozo? ¿Cómo lograr una mayor interacción cultural?


A la hora de pensar a Santa Fe como ciudad universitaria, es inevitable definir qué perfil tendrá la universidad en el presente y en el futuro, pero -fundamentalmente- cuál será su protagonismo en la vida comunitaria. En este sentido, tal como coincidieran todos los sectores relacionados con los estudios superiores que consultamos en las dos ediciones anteriores de este informe -publicadas el pasado domingo 16 y lunes 17 del corriente-, resulta impostergable una interacción más fluida entre el ámbito universitario y los movimientos sociales, culturales, productivos y de servicios que genera la ciudad.

Todo esto si partimos de la necesidad de proponer proyectos que movilicen y representen un crecimiento para Santa Fe, puesto que ésta cuenta con cualidades para posicionarse como ciudad universitaria a nivel nacional pero aún no se beneficia con una mutua incidencia de todos los sectores.

Lo cierto es que, tras una tradición de más de 130 años de universidad diversificada -que parte de aquellos primeros estudios superiores nacidos en las Aulas Mayores del Colegio de la Inmaculada Concepción en 1868-, surgió hace poco tiempo en Santa Fe la idea de concentrar las actividades académicas y de extensión en un campus.

Con el proyecto de ciudad universitaria que la Universidad Nacional del Litoral puso en marcha hace tiempo en el barrio El Pozo, se abre una nueva tendencia que interrumpe su historia de interrelación estrecha con la vida ciudadana, para imitar un modelo anglosajón de espacio cerrado, separado de la trama urbana, donde la universidad pueda desarrollar su propia dinámica sin compartir el espacio físico con el resto de los ámbitos comunitarios.

Hora de renovarse


Para el arquitecto Julio Arroyo, egresado de la Universidad Católica, profesor de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UNL desde su creación (en 1985) y coautor de un proyecto para el nuevo emplazamiento de esa casa de estudios en El Pozo, "la idea de la ciudad universitaria marca una tendencia diferente a la tradición histórica, nacida cuando fue necesario repensar el recurso físico de la UNL. Ahí se partió del hecho que la universidad contaba con esos terrenos, donados con cargo a la construcción, precisamente, de una ciudad universitaria".

Arroyo destaca que, "por su condición de histórica, la universidad puede sufrir renovaciones para experimentar actualizaciones, justamente porque es de larga duración. En la historia de la humanidad, la universidad se ha ido renovando, y en la historia local puede producirse lo mismo. Y no solamente en sus funciones físicas, sino que además tiene que ser expresada, debe encontrar una expresión visible, tiene que ser representada y simbolizada de acuerdo a la coyuntura de estos tiempos".

Tres polos urbanos


"La ciudad universitaria o el campus, como se lo conoce, sería por definición distinta a la idea de universidad dispersa. Porque el modelo de campus precisamente concentra, delimita en una unidad geográficamente mayor que lo que puede ser la manzana de la ciudad, muchas unidades educativas produciendo una suerte de precinto, de barrio cerrado", define Arroyo.

"En principio, esto es opuesto a la tradición de la universidad dispersa en Santa Fe, pero -por otro lado- no se puede negar que lo que la universidad tiene allí es altamente valioso, por la posición estratégica que asume en el corredor de acceso este a la ciudad. Y tampoco se puede negar que los espacios físicos que tiene la UNL dentro de la planta urbana tradicional ya no son suficientes".

"Entonces, la universidad tenía una serie de casas sueltas dispersas en la ciudad, había facultades que estaban funcionando en condiciones horribles -por ejemplo Arquitectura o la entonces Fafodoc, que ahora es Humanidades-, lo que generaba una situación en cierto modo insoportable. Fue así como, teniendo esos terrenos vacantes, era lógico pensar que ciertas unidades académicas debían desplazarse hacia allá".

Según precisa el arquitecto Arroyo, "la idea que se barajó en aquel momento era de una multipolaridad universitaria: se conservaba un polo histórico entre los límites del Rectorado, Derecho e Ingeniería Química; se fortalecía el polo en el centro administrativo-fundacional de la ciudad en torno de la Facultad de Ciencias Económicas -por eso se construyó un edificio anexo, para reforzar la presencia de la universidad en el área fundacional y en el entorno del ejercicio del poder del Estado-, y se generaba un tercer polo con esta ciudad universitaria en El Pozo".

Cerrar, para controlar


En los años de plomo que soportó la Argentina, los movimientos estudiantiles fueron el blanco seguro de las represiones militares. De hecho, un gran porcentaje de los detenidos desaparecidos integraban las comunidades universitarias.

Según la opinión del arquitecto Arroyo, esto motivó que "las ciudades universitarias como tales tengan una connotación adversa en nuestro medio; o sea, se las asocia con la idea de las represiones a los estudiantes. Las universidades, al estar inmersas en la ciudad, podían facilitar ciertos movimientos considerados por entonces subversivos y de alta peligrosidad para el sistema. Recordemos, por ejemplo, el Cordobazo".

"De ahí surge la idea de que se debía `concentrar' la universidad. Una de las lógicas que lleva a pensar en el campus -en ese contexto histórico-, es la del control y el disciplinamiento; que no es la misma lógica que tiene en el mundo anglosajón, donde precisamente este aislamiento de la universidad no está pensado desde la represión o desde el control, sino de la generación de un ambiente propicio para el conocimiento. O sea, un mismo resultado físico de delimitación, de separación, puede responder a lógicas diferentes, por lo tanto tendrá sentidos, expresiones y manifestaciones, también diferentes", argumenta Arroyo.

Pero es precisamente allí donde radica la importancia de definir el perfil de una universidad que responda a la identidad, a las costumbres, a la tradición histórica y cultural de una comunidad. En este sentido, Arroyo reconoce que "lo más rico sería tener en Santa Fe una universidad diversificada", pero advierte que "al momento de pensar instalaciones universitarias en El Pozo, la UNL tiene una excelente oportunidad de generar una infraestructura universitaria sumamente novedosa y original, que trascienda la idea de la universidad cerrada como un ámbito de control y disciplinamiento".

Valores y responsabilidades


"La UNL tiene en los terrenos de El Pozo una ubicación estratégica sobre el eje de acceso este a la ciudad y sobre el frente fluvial, lo cual la hace privilegiada. Pocas veces se da que una misma institución tenga una localización tan excepcional, sobre una vía de acceso y sobre un frente de alto valor paisajístico", destaca el arquitecto Arroyo.

"Eso redobla la responsabilidad de la universidad hacia la ciudad. O sea, lo que piense allí debe ser pensado no solamente porque responda a sus necesidades específicas de mayor espacio para las facultades, puesto que además se está generando una imagen urbana altamente distintiva de Santa Fe, precisamente por esa localización tan significativa".

"De allí que todo lo que se haga en esa ciudad universitaria no debería ser la mera acumulación de los edificios que el propio crecimiento de la universidad está requiriendo, sino además un modo de disponer esos espacios para que la universidad se muestre a la ciudad y al mundo. Estamos hablando del eje bioeceánico y este terreno está justamente montado en ese eje; estamos hablando de la generación de un área metropolitana Santa Fe-Paraná y este terreno está precisamente en el conector entre ambos polos de metropolinidad. Quiere decir que la UNL tiene una oportunidad excepcional de que lo que genere allí tenga un valor modélico y sea, en cierto modo, una de las palancas de relanzamiento de Santa Fe como ciudad prestataria de servicios calificados".

La posibilidad de reconvertirse


"La universidad, como institución productora y reproductora del conocimiento, se abre en una serie de actividades muy diversificadas -subraya Arroyo-. Y sobre todo involucra a grupos poblacionales muy diversos. O sea, pensar la universidad no es sólo pensar el estudiante, es pensar también todos los cuerpos profesorales, los cuerpos de investigación, es pensar una masa significativa de trabajadores colaboradores de la actividad educativa (personal de maestranza, técnicos, auxiliares) y es pensar en la población civil que encuentra alternativas en la universidad".

"Por eso Santa Fe, no sólo tiene el mérito de tener tres universidades, sino que una de ellas tiene, además, esta posibilidad adicional de ser una especie de bisagra de relanzamiento de la ciudad en su rol de prestataria de servicios", opina Julio Arroyo.

"Hoy, el joven estudiante tiende a compartir el espacio de la universidad con otros grupos poblacionales, con lo cual una ciudad universitaria debe tener una alta y permanente interacción de todos estos actores. Del mismo modo que la otra gran función que tiene esta ciudad, que es la administración, igualmente puede ser catalizadora de una serie de actividades culturales en torno de esa característica. Entonces, Santa Fe como ciudad capital y como ciudad universitaria se potencian, y en esa interacción está la posibilidad que esta ciudad tiene de reconvertirse".

Informe: Gabriela RederoFotos: Néstor Gallegos, Amancio Alem, Alejandro Villar, Flavio Raina.