Area Metropolitana: AREA-02 La Fundación Creciendo asumió el compromiso ante los necesitados

Amancio Alem. ESFUERZO. La entidad interrumpió sus actividades cotidianas para abocarse de lleno a la asistencia de personas autoevacuadas.
Desde hace dos años atiende a chicos en riesgo. Cuando llegó la crecida hizo gestiones con el Sindicato Vitivinícola para albergar a toda la familia.


La Fundación Creciendo es una entidad joven. Nació hace apenas dos años por iniciativa de un grupo de santafesinos que, con recursos propios, decidieron trabajar con chicos en riesgo para capacitarlos y otorgarles la posibilidad de planear una vida fuera de los ámbitos más marginales.

En su local de Alvear 3859 funciona el Hogar de Día, una de las líneas de trabajo de la entidad que inició esta experiencia formativa con 58 chicos -de entre 5 y 12 años-, la mayoría provenientes de barrios como San Pantaleón, Barranquitas, San José y Nueva Pompeya.

"No se trata sólo de un apoyo escolar. El objetivo es que el chico logre la interrelación con el mundo de las posibilidades", aclara Marisel Salera, quien dirige el grupo de profesionales que trabaja en el Hogar.

Cuando llegó el pico de la crecida del río Salado, los padres de estos chicos debieron escapar de la catástrofe. Entonces, la Fundación rápidamente gestionó con el Sindicato de Vitivinícolas la posibilidad de habilitar en ese local un centro de evacuados y tuvo una respuesta favorable.

Por la magnitud de la tragedia hídrica, el 1° de mayo, la entidad decide asistir también a centros de autoevacuados de barrios Candioti y Sur. Dejando a un lado sus actividades normales, sus miembros iniciaron la odisea de atender las necesidades, casa por casa -utilizando movilidad propia- de las personas que tuvieron que mudarse a viviendas de familiares o amigos.

Compras y donaciones


"Como la ayuda oficial no llegaba, los titulares de la Fundación decidieron realizar una compra de alimentos". Paralelamente, se gestionaron las donaciones provenientes del Centro Comercial de Armstrong, de la localidad de Pilar y de la Ful. De esta forma, la entidad fue incluida en el listado de centros de autoevacuados que trabajaron en forma organizada.

La fundación empadronó a más de 1.500 autoevacuados, a los cuales regularmente se les asistió con víveres, ropa, colchones, frazadas, calzado "y hasta pañales. Como ya era imposible llegar casa por casa, habilitamos nuestro local como centro de distribución", recordó Marisel.

Gracias a un ágil esquema de abastecimiento, la Fundación Creciendo quedó conforme con su trabajo. "Fueron muchos los que sumaron a esto, incluyendo un grupo de Scouts que colaboró con el reparto de las donaciones", agrega Marisel.

Como muestra de colaboración, cuando el gobierno decidió finalmente distribuir cajas de mercadería, a través de las unidades descentralizadas, la entidad se abocó solamente a la entrega de ropa y calzado "para no interferir y evitar complicaciones".

La tarea de la Fundación no culminará aquí. "Ahora estamos delineando un plan para el día después. Los padres de nuestros chicos lo perdieron todo y estamos buscando soluciones para rearmar el hogar que perdieron", expresó.

Las tres sucursales de una firma bajo el agua


Antonio Palacios y su esposa vivieron siempre en el barrio Centenario. Por eso, cuando decidieron abrir un supermercado lo hicieron en ese sector. El Palacio SRL, tal es el nombre de la firma que nació en 1989, se agrandó, y sus dueños abrieron otras dos sucursales en las calles Corrientes y Crespo, ambas a la altura del 4000.

Sumando a la casa central de Nicolás R. Peña al 400, el desborde del río Salado anegó los tres locales de la firma, y tampoco perdonó la vivienda particular, ubicada en Fray M. Pérez 700. Hoy, en el garaje de esa vivienda, la familia Palacios "reabrió" el comercio.

A Antonio le cuesta mucho hablar de lo que vivieron él y sus seres queridos cuando llegó el pico de la crecida. "Cuando el agua se venía, con mi señora y los empleados empezamos a levantar la mercadería de los locales de Corrientes y Crespo. Todo fue muy rápido y nos tuvimos que ir con el agua casi a la cintura", contó.

Tal fue la rapidez con que debieron "escapar" que no se aseguraron de cerrar bien uno de los locales. "Cuando quisimos volver para reforzar la puerta, nos encontramos con que ya habían entrado y saqueado varias cosas.", dijo. Pero el drama no terminó ahí. Apenas unos minutos después, la preocupación de Antonio y su familia fue salvar su casa, que también quedó bajo las aguas. "Tuvimos que salir por los techos, en botes que tenían los vecinos".

Sin palabras


Hace unos días atrás, Palacios pudo volver a las sucursales para encontrarse con los daños que dejó la catástrofe. "Todo, absolutamente todo se perdió. Recién ahora pudimos sacar la carne de las heladeras, por ejemplo, porque no podíamos sacarla a la calle. Tuvimos que esperar la ayuda del municipio".

A Antonio, la palabra futuro le produce espanto. "No sé como sigue esto. Algunos viajantes vinieron y me dejaron mercadería para seguir trabajando, no que otra". Directa e indirectamente, la firma daba empleo a unas 20 familias, cuyo destino ahora también es incierto.

"Jamás pensamos que esto iba a ser así. Ni siquiera las balanzas o las máquinas registradoras quedaron a salvo. Lo único que pudimos rescatar fueron algunas botellas de lavandina, nada más", agrega resignado. A pesar de todo, Palacios decidió empezar de nuevo y reabrió el comercio en su casa, donde ofrece las ofertas desde una pizarra.

�"Qué voy a hacer ahora? No sé, hay que empezar de nuevo...", dice con voz entrecortada del otro lado del teléfono, y en este punto el diálogo se corta porque ya no puede seguir hablando.

Vecinos de Los Hornos reclaman asistencia


Un grupo de vecinos damnificados por la inundación en el barrio Los Hornos reclama asistencia por parte del Comité de Emergencia. Son todos autoevacuados que regresaron a sus hogares o gente que no salió de sus casas anegadas.

"Aunque no nos inundamos en la dimensión de otros barrios, no sé por qué dicen que Los Hornos no sufrió el anegamiento. En varios sectores el agua entró en las casas y perdimos todo, al igual que mucha gente", aseguraron los vecinos.

Ahora figuran bajo la categoría de autoevacuados pero sólo para la recepción de comida de la cocina de la provincia que se les acerca hasta Dr. Zavalla 6191, el domicilio particular de la presidenta de la vecinal Los Hornos, Mercedes López Barro.

Según dijeron, allí se arman extensas colas todos los días para recibir las raciones. En total, serían unas 350 personas afectadas.

Sin embargo, reclaman otro tipo de asistencia como la vacunación para los chicos que todavía no fueron inoculados, agua potable (les proveían sachets pero dejaron de hacerlo), elementos de limpieza para poner en condiciones las viviendas y cargas de tierra para rellenar los socavones que dejó el agua.

También solicitan la presencia de una asistente social que constate la situación de estas familias y algún especialista que los asesore desde el punto de vista técnico en cuanto a las condiciones de las viviendas.

La Guardia Vieja deberá empezar como hace 50 años


La panadería La Guardia Vieja sufrió pérdidas casi totales en su fábrica, que funciona desde hace 50 años en la esquina de Amenábar y San José, en barrio San Lorenzo.

El establecimiento tuvo tres metros y medio de agua en su interior, desde el 29 de abril hasta el 12 de mayo, cuando terminó de irse totalmente, motivo por el cual desde entonces está totalmente parada su producción.

Herminia Vanoni de Pivato, propietaria, comentó a El Litoral que "después de este fenómeno hídrico las pérdidas son casi totales. La fábrica quedó totalmente destrozada y calculo que alrededor de seis camiones se llevaron los restos de lo que fueron mostradores, heladeras, elementos de trabajos y todo lo que nos era útil. Creo que podremos salvar algún horno metálico o motor y otras cosas, pero lo mínimo. También perdimos los insumos que estaban en los depósitos".

Junto a sus hijos -copropietarios de la panadería- y algunos empleados que también sufrieron las consecuencias de la inundación, Herminia se encarga de limpiar y desinfectar el lugar, con la esperanza de poder poner nuevamente en marcha la fábrica en el menor tiempo posible.

"Esperemos que el gobierno tome los recaudos necesarios para que nos den una indemnización por las pérdidas totales que hemos tenido. Teníamos una cobertura del seguro Sancor desde hace 20 años pero no nos reconoce absolutamente nada. Queremos un subsidio o un crédito accesible para poder empezar con algo porque de otra manera se corre el riesgo de no poder reactivar la fábrica, en la que trabajan 12 personas y otras en las sucursales", comentó.

También relató que "anímicamente estamos destrozados ya que sólo pudimos salvar la planta alta de la fábrica, adonde nos refugiamos y colocamos lo poco que quedó. Además, tuvimos la desgracia de perder a mi esposo, quien ya no se encontraba bien de salud y esta situación empeoró su estado".

Por último, Herminia insistió en que sería necesario que "no demore la ayuda para todo el barrio porque la gente quiere volver a su casa y ha perdido todo. Si no nos ayudamos entre todos esto va a ser tierra de nadie".