Cultura: CULT-03 Ascesis y trascendencia de una poética

Por Jorge M. Taverna Irigoyen


Un universalismo totalizador estructura gran parte de la poética de Romualdo Brughetti. Él mismo habla de ver, sentir, pensar, imaginar, poetizar, no sólo como una secuencia de estados, sino también como una suerte de fervores vinculantes que hacen que ese trance demiúrgico de la creación, se convierta en su caso en una exaltación gozosa de palabras, de testimonios, de ideas que articulan y a la vez subliman al ser. Este presupuesto emocional y de acción, hace que el poeta convoque de una manera inequívoca a participar de sus descubrimientos, de sus exaltacionnes, de sus dudas y, a la vez, de la certezas que levantan, alegóricamente, la dimensión de un canto a la vida.

Desde Las nubes y el hombre (1962), su estro ha dimensionado todo un fervor elegíaco y, a la vez, hondamente testimonial. Le han preocupado los diversos tiempos existenciales, más que el vértigo epocal, y se ha pronunciado con claras manifestaciones de dolor y gozo, de exhortación y reclamo, de candor y fortaleza, tras los escenarios y paisajes que enmarcan a un hombre comprometido. Hay cosas que duelen (1965), Enigmas y claridades (1976), Madre Tierra/Tiempo de iniquidades (1982), Forjadores de luz (1992), resumen parte de una proficua labor tras los caminos de la palabra. Lo sensorial y lo sensitivo caben dentro de esa palabra que Brughetti trabaja como una herramienta de amor; pero también -y en qué medida- de la palabra que denuncia, que reclama, que redimensiona las diversas fuerzas de un cosmos interior/exterior, en que el hombre vacila, pero siempre resurge.

Hombre-Mundo-Hombre (1996) reúne lo que hasta ese período constituye su obra poética completa. Sin embargo, en años sucesivos, Brughetti publica Gozos de la luz y Corazón terrestre: dos importantes eslabones en que la forma poética breve, de a ratos sálmica, con ciertas coloraturas ligadas a los secretos órdenes de la naturaleza, va ritmando una organización integradora y exegética. En la misma, los temas fluyen dentro de una pregnancia admirable. Lo genérico y lo sociológico, lo cotidiano y lo filosófico de la trascendencia y lo finito, más que asuntos o resortes motivales, constituyen para Brughetti fuerzas de participación a las que liga su canto y en las que bucea energías y vitalismos. Porque Brughetti no es poeta de la égloga porque sí, ni de los fraseos mórbidos y fantásticos. Su ubicación, la jerarquía estilística de sus correspondencias entre el ser y el universo, lo muestran en una actitud de poeta de pie: combatiente y combativo, lúcido y a la vez sereno en los testimonios de vida, alerta y plural en las ascendencias expresivas.

Precisamente, su libro Poemas combatientes (2000) reúne de manera selectiva algunas de las páginas que nutrieron varios de sus poemarios anteriores. El centro nucleador: las luces y las sombras de la existencia, los pronunciados opuestos que generan ontológicamente la naturaleza del ser. El poeta denuncia las falacias y canta a la verdad como un himno de permanencia y de futuro. Y es en este aspecto que su obra -de convocante madurez, de exhortación clara y renovada- se proyecta y alcanza sus propios vitalismos. Poeta que propone un Canto Nuevo; que dice íEdifiquemos la Alegría, / ese Canto!; que irónicamente alardea sobre el perfecto orden; que descubre la unidad, íabierta vida!; que en su Poética exalta a los intrépidos que sueñan / y construyen una morada habitable /para los soñadores del mundo. Poeta que sueña un país de futuro y una América hija encarnada de futura historia. Poeta que se quiebra ante las guerras coloniales y ante los asesinos de palomas. Como decía Alfredo Veiravé: El lector encontrará un golpe de pedradas en la frente y en el corazón.

Porque la poética de Brughetti, como ya se ha formulado, no es una poética complaciente, de anillo al dedo. Su estro está condicionado, dentro de la idealidad de principios y de convicciones, al apasionamiento de dar testimonio. Sin ser juez, no encolumna a víctimas y victimarios sino que persuade, con su palabra, sobre el preciso espacio para dar cabida al dolor o a la esperanza. Humaniza cuanto mira, razona sabiamente Carlos Mastronardi. Porque descarna y a la vez redime: hecho poco habitual en poesía que no se interne en los carriles de lo místico-religioso.

Poemas combatientes revela una ascesis propia: directa y sin vanos artilugios metafóricos. La solidez y la diafanidad conjugan fuerzas en su manera de apropiar el sentimiento de paz y su búsqueda (íjadeante círculo!), la denuncia del hambre, tras los pasos de Pessoa y Pound; la siembra de horrores de los belicismos; su denuncia de la oscura noche latinoamericana; la asunción de su condición inequívoca: Soy uno que cree en la vida, / uno que arroja la semilla, / un sembrador de cantos.

Las grandes gestas que hacen al mundo, el valor de la existencia, constituyen lo axial de la poética brughettiana y son la razón de su misma trascendencia literaria, en que lo estético y la eticidad se subsumen en un mismo fondo integrador. Denominador común que continúa desarrollándose en De la tierra y el cielo (2001): su última entrega. La palabra que significa, más allá de su mediatez fonética, descubre una vez más su cualidad polisémica a través de la pluma del poeta, que la usa y eleva. Brughetti circunda el símbolo, en lo que éste tiene de núcleo estructurador, y lo proyecta temporalmente en la fluidez de otras correspondencias y asociaciones. En tal orden, su poesía crece, se adensa, traspone los límites, y genera en el lector un karma sutil que rememora a Novalis: (La naturaleza engendrando naturalezas infinitas...).

Uno de los poemas incluidos en el libro, Los cantos del poeta, concilia: Para el volátil laurel del triunfo / y el lento fuego del sacrificio / sus cantos. / Voces insomnes en la acre trama / de la endiablada tiniebla, dadores de vida / sus cantos.

Poeta que remite a los profanadores de la palabra, circunscribe su estro a la exaltación, tanto como al redescubrimiento per se de su claridad y de su renovado misterio.

Más de cincuenta años de vida poética están contenidos en De la tierra y del cielo: volumen que, como pétalos, toma poemas uno a uno y recompone con ellos la rosa definitiva. Memoria y articulación de notable perspicacia para definir en imágenes los tiempos de la existencia, la respiración de los secretos órdenes, la perdurabilidad y la finitud del abismo.

(El poeta, ensayista y crítico de arte Romualdo Brughetti, entrañable amigo del autor de esta nota, falleció en Buenos Aires el 4 de marzo de 2003, a los 92 años)