Area Metropolitana: AREA-03 El barrio que nació de una emergencia

TRANVÍAS PARA INUNDADOS. En la recordada creciente del "66 muchas familias de Barranquitas quedaron sin hogar. El municipio los albergó en viejos tranvías, emplazados en el todavía incipiente "Barrio de emergencia".. 
La historia de Yapeyú, creado por decreto el 19 de junio de 1953, con familias desalojadas de las orillas del Salado. Vivían en la Boca del Tigre o en el antiguo barrio Central Argentino. Hasta que los llevaron a la frontera norte de la ciudad. Más tarde se sumarían a los primeros pobladores, vecinos de Barranquitas inundados en la creciente del '66. Allí, en la soledad absoluta, nació y creció Yapeyú.


En estos días, Giacomina recordó aquella noche de hace 50 años y aquel camión del Ejército cargado de mujeres con muchos hijos. Se acordó que uno de los suyos, Emilio, tenía sólo 8 meses. Que en aquel tinglado rodeado de campo en el que los amontonaron, nadie se conocía con el de al lado y nadie imaginaba cómo seguiría la vida en las horas por venir.

Giacomina Castelucci cuenta que hasta entonces vivía en una casa precaria del barrio Central Argentino, en los alrededores de la estación Mitre. Pero una mañana le comunicaron que debía irse, porque limpiarían el lugar de ranchos para que el ingreso oeste a Santa Fe mostrara "un mejor aspecto".

Corrían los primeros meses del año 53 y, de un día para otro, un centenar de familias de Boca del Tigre fueron empujadas hasta el límite norte de la ciudad. Allí, donde sólo había chilcales y un horizonte lejano.

Sin mediar consulta ni explicación alguna, nació entonces el "Barrio de emergencia" -tal como decidieron llamarle las autoridades-, poblado con un grupo de familias que hasta ese momento vivían de la pesca a orillas del Salado, en el extremo norte del Puente Carretero que une Santa Fe con Santo Tomé.

Sólo con la orden oficial de desalojar compulsivamente la zona "para dar lugar a la concreción de un proyecto gubernamental de levantar y urbanizar esos terrenos", aquellos vecinos fueron desplazados hasta predios municipales donde, por decreto N° 06097 del 19 de junio de 1953, se dispuso la construcción de un nuevo barrio.

"A Yapeyú lo hicimos nosotros, entre varias personas que fuimos las primeras en llegar. Nos traían en camiones de a tres o cuatro familias a un tinglado y allí íbamos dividiendo nuestro lugar con palos, con frazadas o con roperos. Era un mundo de gente, vivíamos todos juntos... Fue muy difícil porque yo no estaba acostumbrada a vivir así", dice Giacomina hoy, a sus 81 años.

Ella fue una de las pioneras en este Yapeyú que ya cumplió medio siglo. En esta barriada erigida sobre la tierra desnuda, por las manos de los presos de la cárcel de Las Flores, que levantaron los primeros 125 ranchos de adobe entregados por el gobierno a los recién traídos. "Después de un tiempo y conforme íbamos llegando, nos daban un rancho. A mí me pertenecía uno de dos piezas y cocina... -apunta Giacomina. Está bien... nos daban el techo, pero acá no había nada".

Obra de Barrios


Mientras los pobladores de la frontera norte abrían picadas en suelo virgen, y la lucha contra la soledad y el despojo mellaba el ánimo de algunos, un religioso español venía caminando las zonas orilleras de la ciudad hacía ya varios años. En 1941, monseñor Antonio Rodríguez había creado Obra de Barrios, "una entidad dedicada a la promoción humano-cristiana de las comunidades sumergidas", según él mismo definía. Pero su construcción había encontrado dificultades en el desamparo de las barriadas, donde sólo campeaba la escuelita y -en consecuencia- la labor de las maestras, ausentes los días que no había clases.

Surgió entonces la necesidad de que esta obra tuviera un lugar fijo desde donde expandirse. Y el incipiente "Barrio de emergencia" reunía todas las condiciones: pobreza, marginación, aislamiento y una comunidad por construir.

La primera gestión de Obra de Barrios tuvo pronto su resultado: se instalaron seis canillas públicas para abastecer de agua a los vecinos. Y, desde entonces, durante más de veinte años monseñor Rodríguez no descansó en su trabajo por dotar al barrio de los mínimos requerimientos para una vida digna.

En 1956, consiguió una casilla de madera, en la que se enseñaba a los niños a leer y escribir. Para las mujeres se creó un taller de corte y confección y a los varones se los preparaba para el oficio de carpintero. Aquellos fueron los pilares sobre los que se construiría el actual Complejo Educacional Comunitario Ceferino Namuncurá, que contempló una proveeduría de ayuda comunitaria (creada en 1957), una escuela primaria nocturna y una de educación técnica (surgida en 1962), un jardín de infantes (en 1967), una biblioteca pública (en 1968), una propaladora cultural (1968), una escuela primaria común (en 1973) y un jardín maternal (en 1974).

Vivir en los tranvías


Con la inundación de 1966 provocada por el desborde del Salado, gran cantidad de santafesinos se quedaron sin hogar. Qué lugar más adecuado entonces que el "Barrio de emergencia" para el nuevo destino. Hasta allí llegaron 110 familias -la mayoría de Barranquitas-, que fueron depositadas en viejos tranvías fuera de servicio, ubicados sobre la avenida 12 de Octubre.

Con su llegada, el barrio necesitó más viviendas y servicios. La gestión de las mejoras siempre recayó en Obra de Barrios, y así se consiguió el primer puesto sanitario, luz eléctrica, agua potable, planes de viviendas, transporte público (con la llegada de la Línea 15, de Vicente Rubino) y estafeta de correos.

Por entonces ya era Yapeyú, un nombre impuesto por la familiaridad de los vecinos, con un cartel que desde los primeros años promocionaba la venta de terrenos e indicaba que ahí nacería una futura comunidad.

Con los años, el barrio fue ganando en organización, y así surgió la vecinal -primero llamada Yapeyú y luego Ceferino Namuncurá- que trabajó en la promoción de actividades que vinculen a los vecinos. Pero, como sucede con toda la franja oeste de la ciudad, pese al gran crecimiento demográfico -que lo llevó a tener hoy más de 25.000 habitantes-, la construcción comunitaria tambalea cuando se choca con la desidia y la exclusión.

Voces en la memoria


Para gran parte de la ciudad, Yapeyú tiene hoy el sonido de la violencia. Pero su gente atesora en la memoria el primer campanazo de la escuela 1109, las voces domingueras desde la propaladora Chimpay, el motor del rastrojero (la "catanga") de monseñor Rodríguez surcando las calles de barro, el ruido del primer colectivo que entró al barrio, los gritos de la familia Monzón celebrando los triunfos de su hijo Carlos en el patio de tierra de doña Mafalda y frente al único televisor de la zona, o las primeras murguitas rompiendo el silencio de la tarde...

"Cuando llovía, con sólo pocos milímetros todo el barrio se convertía en un lodazal. Hoy mire cuántos somos, a mí me parece un sueño", dice Giacomina parada en la puerta de su casa. Y se queda con el testimonio de uno de sus forjadores, Antonio Rodríguez: "Aquel primitivo barrio llamado en sus comienzos de Emergencia, hoy Yapeyú, que contara inicialmente con un puñado de angustiosos vecinos, que aquí fueron ubicados para sobrevivir en medio de la mayor indigencia, careciendo de todo servicio social y educativo, en los dolores de la gestación, sirvió de semilla a este barrio ordenado, populoso, solidario, honesto y trabajador, que lucha cada día por su mejoramiento, celebra jubiloso los tramos superadores y confía en el porvenir afianzado en la la comprensión de las autoridades que, por uno u otro signo, deben tutelar y defender al pueblo humilde y laborioso".

La otra historia


Desde que comenzó hace ya 13 años en la FM Comunidad de San Agustín, Héctor Bonetti cuenta "La otra historia" de los barrios del norte de Santa Fe, esa que no ocupa espacios en los medios masivos o que se oculta detrás de calificativos como "zona roja", barrios de riesgo, índices delictivos o hechos de violencia.

De lunes a viernes de 19 a 21 -ahora por la FM 90.7, teléfono 4881137-, Héctor conduce un programa que pone el micrófono en la voz de los vecinos. "Hace más de un año que estamos trabajando con la historia y el presente del barrio Yapeyú, pero la idea es extensiva a toda la zona. La intención es reflejar la tarea de centros comunitarios, agrupaciones culturales, vecinales, de todos los vecinos que trabajan todos los días para vivir mejor", contó Héctor.

"Creemos que la radio es una herramienta que vincula a la comunidad y nosotros ofrecemos a la gente un espacio determinado en forma permanente; el nuestro no es un acercamiento coyuntural a las problemáticas barriales. Yo soy nacido y criado en Chubut al 7000, en Yapeyú, viví desde mi niñez allí, en las calles de tierra, y por eso valoro al barrio hoy".

"Un medio de comunicación es fundamental para las pequeñas comunidades, porque allí vos reflejás todo lo positivo, pero también podés señalar lo malo para ver cómo corregimos los errores. Y el medio tiene que servir para eso. Yo recuerdo la propaladora que tenía la parroquia, que era un vínculo cercano, daba informaciones del barrio, del vecino. Esa cuestión de lo micro, de lo nuestro, de saber qué le pasa al vecino se ha perdido con esto de la globalización; quizás tenemos más información de Ruanda que del vecino de la otra cuadra. Eso es lo que intentamos destacar desde nuestro pequeño espacio".

"Y es una lucha permanente, porque hoy estamos padeciendo las consecuencias lógicas del vaciamiento que nos dio el menemismo. La gente no cree en nada ni en nadie. Entonces, volver a hacerla participar es difícil, es un trabajo de hormiga, que tiene que ver más con mostrar en hechos que hay transparencia. Hay un montón de gente que trabaja solidariamente en el barrio y en toda la zona norte, en forma positiva, y eso es lo que hay que destacar. No dejar que las adversidades le ganen a la idea de trabajo que uno tiene".

Vivir en las márgenes


"El gran problema de estos barrios es la falta de laburo y las consecuencias que ello genera. Ahí aparecen los mercaderes de la droga, la violencia, y nosotros queremos apostar a que cambien esas cosas. Creo que estamos en un tiempo de reconstrucción. El barrio cumplió 50 años y, por ejemplo, la fecha encuentra a la vecinal reorganizándose y haciendo cosas; tenemos una gran fuente laboral como el mercado de productores, que en este tiempo abrió sus puertas a los vecinos de La Tablada, La Ranita, ayudándolos a superar la inundación; la escuela, que tiene que crear vínculos y por eso estamos armando un centro de ex alumnos. Intentamos decirles a los alumnos de las escuelas para adultos que luchen, porque es muy difícil para la gente de los barrios seguir estudiando. Ahora hay Internet y otros avances tecnológicos, pero a los muchachos se les sigue haciendo crítico hasta terminar la secundaria, ni hablar de acceder a un terciario o a la facultad. Entonces, la idea es incentivarlos para que puedan acceder a una mejor educación. Porque los chicos de nuestra zona están propensos a que los metan todos dentro de una misma bolsa, y hay pibes que pintan, hay poetas, hay artesanos, hay muchas cosas positivas".

Héctor, que además trabaja en la comisión de festejos que el próximo 9 de Julio iniciará una serie de actividades por los 50 años, apeló a sus vecinos para decirles: "Si aquellos pobladores que no tenían ni agua, ni luz, ni asfalto, pudieron llegar a lo que tenemos hoy, un barrio con 25 mil habitantes, con instituciones, con grandes comerciantes, �por qué nosotros, que somos las generaciones que venimos no podemos pretender un barrio con gas natural, con un lugar donde los chicos puedan tener un espacio propio donde realizar actividades artísticas o deportivas? Eso es lo que pretendemos para Yapeyú. Hoy es un sueño, pero esperemos que dentro de un tiempo sea así".

Informe y textos: Gabriela RederoProducción: Héctor Bonetti