Zaratustra (VI a.C) fue un reformador religioso iraní, fundador del mazdeísmo, que con el pasar del tiempo se transformó en una figura legendaria y simbólica. Su doctrina está contenida en los himnos del Avesta. Algunos de sus principios no podían dejar de seducir a Friedrich Nietzsche, especialmente los que se referían al surgimiento del superhombre, la muerte de Dios, la voluntad de poder y el eterno retorno.
"Así hablaba Zaratustra" comienza cuando el héroe finaliza su aprendizaje de diez años de soledad en la montaña y decide bajar a reencontrarse con los hombres: "Mira que estoy harto de mi sabiduría, como la abeja que ha acumulado demasiada miel; necesito manos que hacia mí se tiendan".
Encuentra en primer lugar a un eremita, que trata de convencerlo de que desista de su propósito y permanezca en soledad adorando a Dios. Zaratustra se mofa: "�Será posible? íEse viejo santo en su bosque no se ha enterado aún que Dios ha muerto!".
Después llega a una plaza repleta de gente y les anuncia al Superhombre. No importan felicidad ni cordura ni virtud ni justicia ni compasión, les grita. "Os anuncio al Superhombre: íél es este rayo y esta locura!". La multitud se ríe de él. "No me entienden; yo no soy la boca que necesitan esos oídos".
Carga con el cadáver de un saltimbanqui que ha caído de la cuerda floja, porque había hecho del peligro su profesión y eso lo dignificaba, y lo arrastra durante toda la noche buscando dónde enterrarlo. Por la mañana abandona a su compañero inerte en el tronco hueco de un árbol para resguardarlo de los lobos: "No he de ser pastor ni sepulturero. No hablaré más a la gente; por última vez he hablado a un muerto".
Aquí comienzan "Los discursos de Zaratustra". El hombre debe cambiar: "Os señalo las tres transformaciones del espíritu: la del espíritu en camello, la del camello en león y la del león en niño". Es necesario transformarse en niño porque "el niño es inocencia y olvido, un nuevo inicio, un juego, una rueda que comienza a girar en forma espontánea, un movimiento inicial, un santo decir ísí!"
Se burla de un sabio que alaba las virtudes y el respeto a las horas de sueño. "Estar despierto para dormir bien. Por cierto que si la vida no tuviese sentido y hubiese que elegir alguna sinrazón, ésta se me aparecería también a mí como la más digna de ser elegida".
Apostrofa contra quienes sueñan transmundos y contra los detractores del cuerpo. "De todo lo escrito, sólo aprecio lo que uno ha escrito con su sangre. Escribe con sangre y sabrás que la sangre es espíritu".
"�Acaso os aconsejo mortificar vuestros sentidos? Os aconsejo la inocencia de los sentidos. �Acaso os aconsejo la castidad? La castidad es en algunos una virtud pero en muchos, poco menos que un vicio. Hay hombres que son castos por naturaleza; son más cordiales que vosotros, y su risa es más fácil y frecuente que la vuestra.
"Ahí están los tísicos del alma; no bien nacidos, ya empiezan a morir y anhelan doctrinas de cansancio y renunciamiento.
"Sólo debéis tener enemigos que odiar, no enemigos que despreciar. Debéis estar orgullosos de vuestros enemigos; así, los triunfos de vuestro enemigo serán también triunfos muy vuestros".
"Se llama Estado al más frío de todos monstruos fríos. Y miente fríamente, y su mentira es ésta: `Yo soy el Estado, soy el pueblo'.
"Tus semejantes siempre serán moscas venenosas; lo que hay de grande en tí no puede menos que hacerlos cada vez más semejantes a moscas venenosas. íRefúgiate, amigo mío, en tu soledad, y allá donde sopla un viento fuerte y frío!".
"Demasiado tiempo se han agazapado en la mujer un esclavo y un tirano. De ahí que la mujer no esté aún capacitada para amistad; sólo conoce el amor. La mujer no está aún capacitada para la amistad. Todavía las mujeres son como felinos y pájaros; o, en el mejor de los casos, como vacas. La mujer no está aún capacitada para la amistad. Pero a ver, hombres, �cuál de vosotros está capacitado para la amistad?".
"Mi concepto de la justicia es éste: los hombres no son iguales. íY no han de serlo tampoco en el futuro! �Qué sería mi amor al superhombre si yo no hablase así?".
Libro, pues, de sentencias, de órdenes, admoniciones. Algunas son lo suficientemente ambiguas como para haber seducido a teóricos de ideologías y sectas de extremos opuestos. Atenderlas con afán acrítico supone, ante todo, aceptar una sumisión incondicional de discípulo que se somete a un maestro demiurgo (dándole al Zaratustra de Nietzsche tal rango), así como otros, con la misma base de credulidad e indefensión se someten a las lecciones de tantos mercenarios de la autoayuda, orientalismo y sanaciones semejantes que pululan desde hace años en nuestra industria cultural. Para quienes se acercan a la filosofía con curiosidad más sana y racional, "Así hablaba Zaratustra" es un buen libro para entender las ideas, pasiones e importancia de Nietzsche en el espíritu de la modernidad.