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Robin Wood: el nombre de la aventura

Freddy Heer. "Tengo miles de proyectos. Lo que pasa es que, a menos que me clonen, tengo que limitarme", dice el autor de Chindits, Helena, Harry White, Holbeck, Los Amigos, El Muerto, El Angel, Ahorcado, Troels, Morten, Port Douglas, Raycon, Merlín y Starlight.
Creó 80 personajes y escribió más de 5 mil guiones. Después de haber cautivado a distintas generaciones, sus historietas desaparecieron de los kioscos, igual que las míticas revistas que las contenían. Pero aunque no se vea, Robin Wood está más activo que nunca. Junto a millones de lectores en el mundo, esta nota lo demuestra.


Las polvorientas llanuras de la Mesopotamia y las cumbres heladas del Himalaya. La desolación de la estepa mongólica y la desmesura vegetal del Amazonas. La inclemencia del desierto de Gobi y las sórdidas catacumbas de Roma.

Son lugares lejanos, extraños o exóticos. Y, sin embargo, de alguna manera familiares. Por lo menos, para los muchos afortunados que durante años pudieron visitarlos e internarse en ellos, acompañados por estrepitosas cargas de caballería, furiosos choques de hierro y bronce o el paso eterno de los peregrinos. Y también el crepitar del fuego compartido, que alimenta carcajadas de camaradería y agita sombras disueltas en la oscuridad.

Él estuvo allí. Abrió las imaginarias puertas de esas vívidas ilusiones y ofreció su portentosa inventiva como inestimable guía para la excursión. Pero también, realmente estuvo ahí.


  • Robin Wood es más conocido por sus personajes -Nippur de Lagash, Savarese, Dago, Gilgamesh el Inmortal, Jackaroe, Dennis Martin, Pepe Sánchez, Mark y El Cosaco, a la cabeza de una larguísima lista- y menos por los varios seudónimos -Robert O'Neill, Roberto Monti, Mateo Fussari, Noel McLeod- con los que, desde hace ya cerca de cuarenta años, viene poniendo su sello a la aventura.

    Y estuvo en la mayoría de los lugares que sus personajes recorren -excepto, al menos por ahora, los confines de la galaxia-, como escalas de un movido periplo que empezó en 1944 en una colonia australiana en Paraguay y concluyó -también por ahora- en Copenhague (Dinamarca), junto a su esposa Anne-Mette y sus cuatro hijos (de 21, 19, 15 y 10 años), el mayor de los cuales -nos cuenta- ha pasado varios meses en Argentina y se convirtió en un experto en música folclórica, que ejecuta en aquellos escenarios. "Así que es muy raro escuchar, en un teatro lleno de zetas y de letras que no existen en castellano, la Zamba de Vargas saliendo por una ventana", se ríe, sin ocultar el orgullo.


  • Así como Robin Wood es su nombre real, él tampoco es un personaje inventado. De hecho, si con su inagotable imaginación no tuviera bastante, su propia biografía le suministraría material.

    Antes de trabajar como lavacopas para subsistir y poder pagarse los estudios de Bellas Artes en Buenos Aires, fue camionero en el Alto Paraná y obrajero en el Chaco. Sus intentos como dibujante se frustraron -afortunadamente, habría que decir. Pero sirvieron para asociarlo a Lucho Olivera y, unido a él por la amistad y el amor por la sumeriología, alumbrar en 1965 a Nippur de Lagash.

    El relato, publicado en 1967 como Historia para Lagash en la revista D'Artagnan, fue el primer guión que le compró la mítica -y hoy desaparecida- editorial Columba. Y el punto de partida para un viaje de quince años por distintos rincones del planeta, mediante un trato privilegiado que le permitía enviar sus textos -y cobrarlos- desde donde sus pies lo hubieran depositado.

    Después vino el éxito y la fortuna: primero en el país, apuntalando la venta masiva de todas las publicaciones de Columba -D'Artagnan, El Tony, Fantasía, Intervalo y luego Nippur Magnum, cuyo anuario llegó a ser la revista más vendida de la Argentina- y, desde 1982, en Europa.

    Hoy, Robin es el guionista más importante de Italia, donde se editan a mansalva las peripecias de aquellos personajes que conocimos hace décadas, junto a otras nuevas que nunca llegaron a verse en castellano. Dago, Martin Hel y Amanda siguen estrenando material semanalmente, de modo que la brecha con los últimos que pudieron leerse aquí alcanza "centenares" de episodios, según el creador dijo a Nosotros.

    Viajero, alpinista, karateca, paracaidista y dueño de una prosa precisa y cautivante -hoy más acotada en cuanto a descripciones y monólogos y cifrada en diálogos filosos y chispeantes-, Wood hace gala en su obra de una erudición histórica y cultural poco frecuente. Y logró instalar en el imaginario popular personajes imperecederos que, superando simplismos y estructuras maniqueas, se potenciaron como héroes profundamente humanos o individuos moralmente complejos. Curiosamente, así como estos valores no le impidieron alcanzar la popularidad masiva, tampoco le aseguraron un reconocimiento generalizado en el ambiente.

    Hoy, ese descuido parece haber comenzado a revertirse. Y lo mejor que podría pasar es que se traduzca en los kioscos.


  • En el marco de su visita a la Argentina -que contó con una inusitada repercusión mediática, sumada al lanzamiento de la estampilla que homenajea su trabajo (ver aparte)-, Wood dialogó telefónicamente con Nosotros. A continuación reproducimos los principales tramos de la charla.

    -¿Creés que se está dando una revalorización de la historieta en general y de tu obra en particular?

    -Sí, absolutamente. Me han hablado de dar conferencias y yo ofrecí traer gente. El asunto es que hay que hacerlo sentir, hay que recordarle a la gente que la historieta existe. La gente responde a todo esto, lo que pasa es que no saben cómo ni a quién responder.

    -Parece que esta reivindicación llega un poco tarde, con la historieta nacional más bien suspendida.

    -La historieta no está suspendida. La que está suspendida es la gente que tendría que haberla manejado. La incompetencia de editores no tiene nada que ver con la historieta. El público de historieta todavía está ahí. La prueba es que, sin que se esté publicando, todavía sigue habiendo ferias, páginas web, gente que colecciona escarbando en el pasado.

    La falla viene por el terror nacional de empezar algo que, cuando existió, siempre funcionó muy bien. Ahora me dicen: no se puede hacer. Y lo único que no se puede hacer es caminar sobre la cabeza. De entrada, empezar a hablar de que no se puede, es un disparate. La historieta florece en todo el mundo. Pero bueno, también decían que aquí no se podía hacer cine.

    -¿Qué es lo que falla, entonces?

    -Una cosa que nunca han sabido hacer los historietistas aquí es publicitar la cosa. La revista se largaba y nadie sabía bien de qué venía el asunto. Y acá, si lo hacemos, hay que hacerlo bien, avisarle a la gente. Porque la gente está esperándola. Hay gente que está comprando revistas de 20 años atrás. Están los lectores antiguos, pero hay una masa juvenil inmensa. Cada vez que vengo, hay un montón de chicos que quieren verme. Pero eso es porque soy un símbolo de la historieta: es una manera de hacer contacto con ella.

    -En realidad, para muchos sos una especie de prócer.

    -Sí, pero yo no quiero estar en una estatua a caballo y diciéndoles "digan a Mandrafina que cargue por ese lado". Prefiero la revista que la estatua.

    -Hablando de revistas ¿qué estas publicando actualmente?

    -En este momento Dago, Martin Hel, Amanda y otras cosas sueltas, que saco en forma de libro, como hice Drácula y el libro El Centenario, que ha sido una de las grandes cosas que he hecho últimamente.

    -¿De qué se trataba?

    -Iban a ser 10 historietas, cada una correspondiente a una década, e ilustradas por los mejores 10 dibujantes y, en principio, con los diez mejores guionistas. Y ahí viene el chiste de que me llamaron para preguntarme si yo quería ser uno de ellos y les dije que sí. Tres semanas después me llamaron y me preguntaron si quería hacer los diez. Hice los diez.

    -Quiere decir que vos solo eras los mejores diez guionistas...

    -O el que estaba más a mano, no sé. Yo me tomo muy en joda. Robin Wood es quien menos en serio se toma a Robin Wood.

    -¿En qué países salen tus historietas?

    -Mi centro es Italia. Ahora estoy en tratativas con España; también se ha publicado en Alemania y hasta en Turquía. Que, en este caso, la única condición -aparte del pago- fue que me mandaran las revistas, porque yo quería ver cómo escribía en turco. Y la verdad, escribo bien en turco.

    -Es bastante lógico en el caso de Dago, por ejemplo.

    -Bueno, a Dago lo hicieron turco. Por una cuestión de patriotismo, no podían poner a un cristiano como héroe, así que lo empezaron a publicar salteando toda la historia del origen. Entonces, lo pusieron como mercenario turco. Está bien, no tengo problema con eso.

    -¿Cuánto hay que no pudimos ver?

    -De Dago hay centenares -pero centenares- de capítulos que no llegaron a publicarse aquí. Y Amanda ha tenido una evolución inmensa. Eso me insume mucho tiempo, porque son historias semanales. Así que, solamente con estos personajes, son más o menos diez historietas por mes. Y aparte, Martin Hel y los proyectos especiales. Por ejemplo, acabo de terminar mi primer libro erótico, cosa que siempre quise hacer, pero bien. Es decir, con clase, no entrar en la pavada. Se va a llamar Luisa y ahora lo está dibujando un artista italiano. Y hay otros proyectos de libros, que es lo que más me gusta hacer en este momento.

    -Y estás incursionando en Internet...

    -Sí, con mi propia página web (robinwoodcomics.com) y la web de Nippur (nippurweb.com), que fue hecha por lectores, yo no sabía nada. Ahora vinieron a verme, tuvimos una fantástica reunión. Y a veces me sorprende la imagen que se pueda tener de mí, porque estaban preocupados de si yo lo iba a tomar bien o mal. Obviamente que no sólo estoy encantado, sino halagado. Son unos muchachos de oro y bueno, ya les dije que todo lo que pueda lo voy a hacer. Porque alguien que hace un esfuerzo así, merece todo el apoyo posible.

    -Con semejante producción ¿trabajás de manera sistemática?

    -Soy muy ordenado en todo, menos para escribir. Lo hago sólo cuando quiero, cuando tengo ganas, que es prácticamente todo el tiempo, no es que espero la inspiración. A veces escribo un par de horas, me levanto, me voy a jugar al tenis, escribo dos horas más. O por ahí me siento y escribo diez horas de corrido. No hay un régimen, pero sí un trabajo intenso. Porque lo que me ocurre es que tengo una concentración muy fuerte: me meto a escribir y me olvido de todo. Y después, cuando paro, estoy dos o tres horas físicamente agotado. La concentración te vacía de todo. Es un sueño mágico y después de que despertás, andás como un sonámbulo.

    En la web


    Robinwoodcomics.com es el flamante sitio oficial del autor, donde se pueden leer, además de apuntes biográficos, novedades y una guía de personajes, que incluye ilustraciones y sintéticas reseñas de cada una de las series.

    En tanto, Nippurweb.com es una realización del grupo de fanáticos del errante, que comenzaron con un grupo de discusión -que cuenta con más de 200 miembros y plena actividad- y llegaron a montar un stand en la reciente feria Leyendas, en Rosario, por donde desfilaron varios de los artistas vinculados al personaje. Entre otras cosas, el sitio, montado por el rosarino Germán Lanzillota, incluye varios jugosos reportajes -y otros en preparación- y una galería de ilustraciones.

    Una pegada


    Los personajes de historieta argentinos no están, lamentablemente, donde debieran: en los kioscos. Pero al menos, como una concesión a la nostalgia o una reivindicación cultural, algún oportuno mensaje vendrá a recordarnos su existencia, en una esquinita de las cartas del Correo Argentino.

    En rigor, se trata de la tercera serie dedicada al humor y la historieta que lanza la empresa, en este caso dedicada a El Mago Fafa (Bróccoli), El Astronauta (Crist), Hijitus (García Ferré), Savarese (Wood-Mandrafina), Sonoman -uno de los pocos superhéroes vernáculos: el hombre del poder músico-mental ¿se acuerdan- (Oswal), El Tipito (Daniel Paz-Rudy, en el chiste de tapa de Página 12), La Vaca Aurora (Mirco) y Diógenes y El Linyera (Tabaré-Guinzburg-Abrevaya).

    El lanzamiento se realizó con un emotivo cóctel, donde participaron la mayoría de los homenajeados o sus familiares.

    Una pegada


    Los personajes de historieta argentinos no están, lamentablemente, donde debieran: en los kioscos. Pero al menos, como una concesión a la nostalgia o una reivindicación cultural, algún oportuno mensaje vendrá a recordarnos su existencia, en una esquinita de las cartas del Correo Argentino.

    En rigor, se trata de la tercera serie dedicada al humor y la historieta que lanza la empresa, en este caso dedicada a El Mago Fafa (Bróccoli), El Astronauta (Crist), Hijitus (García Ferré), Savarese (Wood-Mandrafina), Sonoman -uno de los pocos superhéroes vernáculos: el hombre del poder músico-mental ¿se acuerdan- (Oswal), El Tipito (Daniel Paz-Rudy, en el chiste de tapa de Página 12), La Vaca Aurora (Mirco) y Diógenes y El Linyera (Tabaré-Guinzburg-Abrevaya).

    El lanzamiento se realizó con un emotivo cóctel, donde participaron la mayoría de los homenajeados o sus familiares.

    Emerio Agretti