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Una vida de trabajo y un regreso que no pudo ser
Adelina D'Agata acaba de cumplir sus 81 años. Sus padres llegaron en el vapor Reina Victoria antes de la primera guerra mundial y, a pesar de que extrañaban su Italia natal, nunca pudieron regresar.


En 1905, Lorenzo D'Agata dejó su Italia natal (Sicilia, provincia de Cattánea) para venir a la Argentina. Por aquellos tiempos había rumores de guerra, pero no fue lo que motivó su viaje. Él vino para "hacerse lïAmérica", denominador común en la partida de muchos otros inmigrantes.

Aquí lo esperaba un primo también italiano y muchas ofertas de trabajo. Entre otras actividades se dedicó a colocar adoquines en las calles de la ciudad de Santa Fe.

A sus 81 años recién cumplidos, Adelina D'Agata, su hija, decidió contar la historia familiar para De Raíces y Abuelos. "Buscaba la plata y el trabajo. Mi padre vino a laburar", sentenció Adelina.

Lorenzo se quedó unos años pero volvió. Se puso de novio con Rossina Spero y se casó. Junto a un hermano de cada uno de ellos, viajaron en el vapor Reina Victoria en cuarta categoría hacia Argentina.

Se alojaron un tiempo en el Hotel de Inmigrantes y luego se trasladaron a Santa Fe. Al principio vivieron junto a otros paisanos sicilianos en una casa de inquilinato muy grande "porque como no tenían nada, cualquier cosa era linda. No conocí tíos pero esos paisanos eran mi familia", reflexionó Adelina.

Tuvieron siete hijos: Carmelo, María, Angela, Adelina, Elena, Carmen (murió cuando tenía 11 meses) y Humberto. Después llegaron los nietos: Emilia, Jorge, Leda y Orlando.

El hijo mayor, Carmelo D'Agata, era escultor e hizo muchas obras para la ciudad, entre ellas el busto de Belgrano emplazado en la terminal de ómnibus y el de Eva Perón que está en 25 de Mayo y Mendoza.

Añoranzas


"Mamá lloraba mucho porque dejó su tierra y sus hermanas. Contaba que la más chiquita quedó en el suelo llorando. Y aunque siempre tuvo la ilusión de volver a Italia nunca pudo concretarlo porque estalló la guerra. Ya tenía los baúles armados con la ropa, habían sacado los pasajes y no pudieron volver. Mamá añoró siempre su Italia, su tierra y siempre quiso volver pero la guerra del '14 interrumpió toda la ilusión de mis padres. En el año '15 nació Carmelo, el mayor, y ya había raíces acá por lo que fue imposible irse", recordó. y no olvidó mencionar a la familia Pennisi, que consolaron siempre a Rossina, la acompañaron y la sacaban a pasear para distraer sus penas.

Lorenzo se empleó entonces en la Farmacia Las Colonias que estaba ubicada en San Luis e Hipólito Yrigoyen donde trabajó 35 años. Era el hombre de confianza de la casa. Cuando se jubiló le dieron una medalla de oro y un pergamino en honor al trabajo y a la honradez. Antes trabajó en Las Sábanas, colocando vías del ferrocarril. Allí comían guiso de loritos. También trabajó como cochero y tenía dos caballos. "A mamá les tenía miedo y les tiraba la comida desde lejos", contó divertida.

Como trabajaban mucho "y no tenían vicios", estos gringos fueron progresando.

Con muchísimo sacrificio compraron un terreno y edificaron una casa grande sobre calle Crespo, entre Saavedra y San Lorenzo. Cuando fueron mayores adquirieron una casa en calle Castellanos al 1900. "En la mudanza se perdieron cosas de gran valor, como cartas que eran testimonios de los años de guerra porque venían con pedazos enteros tachados con una tinta color violeta. Seguro que mis tías les contaban a mamá cosas de la guerra, de los muertos y de las casas que derrumbaban con las bombas. Todo eso se perdió. Eran muy valiosas y hoy las añoramos. También se perdieron muchas fotos", se lamentó Adelina.

Costumbres italianas


A Lorenzo le gustaba la ópera. En Italia trabajaba en los viñedos de su familia. Sus padres se llamaban María Ponti y Carmelo D'Agata, y en honor a él y porque así obligaban las costumbres, llamó a su primer hijo Carmelo.

"Mi infancia fue muy linda -recordó Adelina-. Papá y mamá hablaban el italiano en casa. También hablaban (aunque medio atravesado) el castellano, pero lo aprendieron. Nosotros, sus hijos, nos fuimos familiarizando con el idioma castellano cuando empezamos la escuela".

Adelina conserva como un tesoro unas telas preciosas hechas por su abuela materna y traídas por su madre desde Italia. "Sembraba y cosechaba el lino, hacía el hilo en su telar y luego la tela. Mamá cosía y mi tía bordaba y hacía ajuares para novias. "Son reliquias las cositas que tengo guardadas de mamá", dijo Adelina orgullosa del tesoro que conserva de su querida Rossina.

En Argentina no perdieron las tradiciones culinarias italianas. "Cuando mamá elaboraba el pan siempre hacía la pizza; hacía los macarrones con un fierrito; los ñoquis, el pan dulce y las salsas bien condimentadas y con mucho queso. Era muy laboriosa, muy trabajadora y nos enseñó de todo. Yo sé cocinar, sé hacer pan, coso, hago de todo".

Un poema para los 80 años


Poema que Vénnera Vecchio, integrante de la familia que consoló a Rossina por no poder regresar a Italia, escribiera para el cumpleaños N° 80 de Adelina D'Agata.

Perseverante y laboriosa avanzas airosa

y cruzas el umbral de los 80 años.

Ahí está el camino andado,

pletórico de actividad y de lucha

donde vuelcas uno a uno

los esfuerzos en las horas esperanzadas

La familia es el amor

que concentra la floración espléndida.

La hija y la nieta, la razón de tantos sueños

circundado de valeroso empeño.

Perduran en el recuerdo los seres queridos

quienes con su ejemplo forjan la historia familiar.

La casa paterna de calle Crespo,

los padres, inmigrantes italianos,

honran con sus vidas ejemplares a la nueva Patria

en la que fundan la familia grande.

Rossina y Lorenzo construyen los días fecundos

con la constancia que destella su labor cotidiana.

La amada comare Rossina, pequeña y bella,

sonriente y amable, siempre cariñosa, inolvidable.

Adela, perseverante y laboriosa avanzas airosa

y cruzas el umbral de los 80 años.

Lía Masjoan