Cultura: CULT-02 Dos poemas de Diana Bellessi


"¿Está mal? ¿Es tarea equivocada/ bordar la página capturada siempre/ por un detalle del monte o del jardín?". En estos versos, en estas preguntas puede leerse una declaración programática, el ars poetica de Diana Bellessi, esa tarea de bordar la página y avizorar la edad dorada, sortilegio encantador que roza a la vez lo que muere y lo que nace. En su nuevo libro, que acaba de editar Adriana Hidalgo, la poeta nacida en la provincia de Santa Fe, una de las voces más ricas y singulares de la poesía argentina actual, conjuga su particular bordado de lo minúsculo (del monte, jardín, paisaje o piqueteros que sean) con la alta melodía de vestir las formas de lo íntimo, y del acceso, a menudo, a lo místico. A este libro, "La edad dorada", pertenecen los dos poemas que transcribimos.

El misterio es cerca


Dicen

que debo dejar

de nombrarte, bambú,

hierbecita o cualquier

otra cosa que nimia

en mis ojos se habla

Dicen

que vuelva a lo humano

y recobre la furia,

como si hubiera acaso

dejado de ver, justo

e injusto. En lo dulce

brillan

Que deje el retablo

encantado. Soy vaca

y cordero, la madre

y los magos. El padre

también. Bajo la luz

de antes

ya nada reclamo,

ya casi, o ya todo:

pertenencia reclamo

Quiero ser partecita

como la hierba mínima

Dicen

que abierta a la sed

de hermandad inconclusa

pastorcita me hago

Doy fe. Nada no tengo

de grande, ni vergüenza

dicen

que se pierda acaso

y me importe, salvo

estos versos que llegan

solitos, de tan lejos

porque el misterio es cerca

Alma salvaje


La tierra como una boca de jaguar se abre

y allí desciende a través del aire lo que muere,

materia delicada, cosas, como ramas,

los últimos pétalos y las hojas doradas

de los grandes robles, rojo por un instante,

siena, y la fragancia de la resaca antes

de volverse polvo, madre, como una boca

de jaguar abriéndose tan gentil y suave

por debajo de las humaredas, los fuegos

otoñales y las nieblas, el olor dulcísimo

y la fiesta de matices que acompaña

su descenso. En el vértice de mayo se parecen

amantes abrazadas la vida y la muerte

Lo que es del fuego, lo que es del agua y del aire

descansa, en los brazos amorosos de la mapu

Salto y sueño hacia el vacío del invierno,

armónico acorde sostenido, vientre y luz

de infinitas mutaciones sucesivas,

invisibles, hacia el esplendor visible

de aquella melodía que vestirá las formas

La edad dorada se roza en la juntura

de lo que cae y lo que nace. Escucha,

tú, alma salvaje, así, trama cerrada

(De "La edad dorada", op. cit.).