"¿Está mal? ¿Es tarea equivocada/ bordar la página capturada siempre/ por un detalle del monte o del jardín?". En estos versos, en estas preguntas puede leerse una declaración programática, el ars poetica de Diana Bellessi, esa tarea de bordar la página y avizorar la edad dorada, sortilegio encantador que roza a la vez lo que muere y lo que nace. En su nuevo libro, que acaba de editar Adriana Hidalgo, la poeta nacida en la provincia de Santa Fe, una de las voces más ricas y singulares de la poesía argentina actual, conjuga su particular bordado de lo minúsculo (del monte, jardín, paisaje o piqueteros que sean) con la alta melodía de vestir las formas de lo íntimo, y del acceso, a menudo, a lo místico. A este libro, "La edad dorada", pertenecen los dos poemas que transcribimos.
Dicen
que debo dejar
de nombrarte, bambú,
hierbecita o cualquier
otra cosa que nimia
en mis ojos se habla
Dicen
que vuelva a lo humano
y recobre la furia,
como si hubiera acaso
dejado de ver, justo
e injusto. En lo dulce
brillan
Que deje el retablo
encantado. Soy vaca
y cordero, la madre
y los magos. El padre
también. Bajo la luz
de antes
ya nada reclamo,
ya casi, o ya todo:
pertenencia reclamo
Quiero ser partecita
como la hierba mínima
Dicen
que abierta a la sed
de hermandad inconclusa
pastorcita me hago
Doy fe. Nada no tengo
de grande, ni vergüenza
dicen
que se pierda acaso
y me importe, salvo
estos versos que llegan
solitos, de tan lejos
porque el misterio es cerca
La tierra como una boca de jaguar se abre
y allí desciende a través del aire lo que muere,
materia delicada, cosas, como ramas,
los últimos pétalos y las hojas doradas
de los grandes robles, rojo por un instante,
siena, y la fragancia de la resaca antes
de volverse polvo, madre, como una boca
de jaguar abriéndose tan gentil y suave
por debajo de las humaredas, los fuegos
otoñales y las nieblas, el olor dulcísimo
y la fiesta de matices que acompaña
su descenso. En el vértice de mayo se parecen
amantes abrazadas la vida y la muerte
Lo que es del fuego, lo que es del agua y del aire
descansa, en los brazos amorosos de la mapu
Salto y sueño hacia el vacío del invierno,
armónico acorde sostenido, vientre y luz
de infinitas mutaciones sucesivas,
invisibles, hacia el esplendor visible
de aquella melodía que vestirá las formas
La edad dorada se roza en la juntura
de lo que cae y lo que nace. Escucha,
tú, alma salvaje, así, trama cerrada