Callejeros que quieren ser niños
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Desde la vereda se escucha el ritmo de una murga. El sonido proviene de arriba, el primer piso de la sede del Centro de Acción del Menor y la Comunidad (Camco) que queda en 25 de Mayo 1736. Allí funciona otro de los proyectos de la entidad que se denominó Duendes Callejeros, precisamente porque es para los chicos de la calle. Esos que suelen sobrevivir a la intemperie, que lavan y cuidan autos y que van sin rumbo mendigando una moneda. Los que se convierten desde muy chiquitos en el sustento de su familia y que suelen ser blanco de maltratos, violencia, discriminación y hasta de abusos sexuales.
Duendes Callejeros contempla el trabajo de "operadores de la calle" que salen a diario a recorrer el centro y a encontrar a estos chicos. Cuando los ven, los invitan al Camco, el lugar donde además de talleres van a tener un plato seguro de comida. Ahí se les brinda el almuerzo y la merienda.
Los objetivos del proyecto son ambiciosos, sobre todo teniendo en cuenta la situación de los chicos, porque buscan su formación integral a través de distintas actividades que les den precisamente herramientas para fortalecer y desarrollar sus potencialidades.
El proyecto incluye a las madres de los chicos y prevé mantener un vínculo con la familia. Los chicos tienen talleres de murga, plástica, expresión corporal y educación física. Mientras tanto, las mamás aprenden a cocinar y a coser.
El ambiente es familiar. En la cocina hay coordinadores y madres que, entre mate y mate, intercambian charlas y bocados. Los chicos están en la pieza más amplia, y en el rato libre se ubican frente al televisor a ver dibujos animados.
Maricel Camperi es la que coordina el proyecto y cuenta sobre el trabajo que se hace y en especial describe la situación de los chicos: "Desde muy temprana edad los chicos deambulan por las calles. La situación de calle va acompañada de factores como el desmembramiento familiar, conflictos hacia el interior de los hogares, violencia doméstica y barrial; las carencias económicas y de contención en los hogares llevan a que progresivamente parte de esos chicos vayan creando un entorno vinculado con las actividades callejeras como referente principal de su vida cotidiana".
Raúl Candia, profesor de música, es el que coordina el taller de murga y la define como una "llamada", una forma de decir "acá estamos, estamos vivos". Raúl sabe que es un taller que atrapa a los chicos, porque propone salir un rato de la realidad que los condena y va de la mano con aprendizajes.
Los chicos que llegan arrastran angustia, soledad, impotencia y frustración. Ahí encuentran alimento, propuestas y afecto, lo que suele ser una combinación desconocida.
Campero cuenta que el mayor problema de los chicos que se arriman es el estado de desnutrición en el que llegan, en distintos grados. Por eso ahí se les hace un seguimiento, a través de visitas periódicas y programadas a los domicilios poniendo énfasis en su acompañamiento en los distintos ámbitos de la vida cotidiana.
El Camco, en su 10° aniversario, pudo concretar el proyecto de la revista. Se llama "Ecos políticos y sociales" e intenta abrir el juego a un debate urgente: "viendo el fracaso en los rostros urbanos, es hora, entonces de ahondar sobre las causas y los causantes de la marginalidad, de la pobreza, las injusticias y las innumerables humillaciones que siguen sufriendo los de siempre" dice el editorial de presentación. "En un país -sigue- donde parece que la construcción política se edifica en 5 minutos de gloria televisiva, o la opinión pública se produce a través de encuestas que reflejan a quien jamás un porqué, las organizaciones de la comunidad y todos aquellos actores sociales dispuestos a transformar la realidad, se deben un abrazo".
También señalan el compromiso continuo en la búsqueda de "la comprensión y la tolerancia que se merecen las víctimas de carne, hueso e ilusiones, los niños y las familias que no pueden diseñar su futuro".
Esta revista de distribución gratuita está hecha por Laura Buttini, Luciano Lazzarini y Analía Drago. En este primer número colaboraron: Marcelo Jordán, José Stoppello, Maricel Camperi y Guillermo Capolla. La tapa está ilustrada con un dibujo cedido por César López Claro.