El olor de la leña cocinando la masa inunda el lugar. Comienzan a salir las pizzas, una tras otra, y enseguida toman nuevos rumbos. Desde sus 85 años de vida, Angela Zavaletta, esposa del primer propietario, recuerda la historia de la Pizzería Yusepín. "Yo conocí la pizzería cuando la inauguraron, el 3 de agosto de 1933. El dueño que la inició era José Pagani, tío de mi marido, que había venido de San Nicolás". El marido de Angela, José Horacio Zavaletta, trabajó como empleado hasta 1939, cuando compró la pizzería al tío y se hizo cargo el 1° de mayo de ese mismo año. No es casualidad que haya sido el "Día del Trabajador", porque ese mismo día "Don Horacio" empezaría con años de trabajo y sacrificio junto a su flamante esposa Angela, que hoy, ya viuda, recuerda llena de orgullo a su marido y la historia de la pizzería.
Llamaron a la pizzería "Yusepín" como un derivado de "Giuseppino", que es "Josecito" en italiano, ya que la abuela de José Horacio Zavaletta llamaba así a su sobrino.
Cuando Don Horacio se hizo cargo de la pizzería, era dueño y maestro. "Mi marido, como era muy observador, había aprendido el oficio, así que hizo muchos sacrificios, porque atendía todo. Yo también colaboraba. Hicimos muchos sacrificios", recuerda su esposa.
Y la familia se hizo grande. Y los hijos ayudaban también cuando el estudio se los permitía.
Por aquel entonces, con el horno a leña también cocinaban lechones y pollos para los fines de semana. Don Horacio incursionó además en el arte de la confitería. "Los sábados y domingos hacíamos merengues, borrachos, tortas de manzana, y con eso colaboraba yo también. Para las fiestas de fin de año hasta hicimos pan dulce", explica Angela.
"Seguimos trabajando hasta el '80, cuando mi marido cerró la pizzería para dedicarse al hotel, además ya era hora de descansar un poco. La pizzería la alquilamos y los nuevos dueños pagaron por la llave. Para mí, la pizzería siempre estuvo vinculada al trabajo y al sacrificio".
Así quedó cerrado un capítulo del clásico negocio santafesino. Pero comenzaría otro que estaría también vinculado a los mismos valores.
Cuando llegó la década del '80, Don Horacio decidió dedicarse al hotel y entregó la llave de la pizzería a sus nuevos dueños.
"Nosotros nos hicimos cargo también de manera familiar. Yo trabajo con mi hijo. Seguimos siendo tradicionales y tenemos el mismo sistema que los dueños anteriores", aseguró su nueva propietaria.
Pasaron muchos pizzeros, los nuevos aprendían de los anteriores el arte de cocinar una buena pizza a leña. "Es importante que se enseñe el oficio. Empezaban por lavar latas y ayudaban, hasta que entendían el horno, que no es fácil de manejar".
La nueva dueña mantiene el orgullo por tantos años de tradición: "Para mí es una gran satisfacción, quiere decir que mantenemos la misma calidad. El único lugar que hay en la ciudad para decir `como una fugazza, una pizza y me voy' es éste. Viene gente de San Carlos, de Esperanza, comen algo y se van. Comida al paso, eso es lo que la gente quiere. Qué buena idea tuvo originariamente Don Horacio de no poner mesas. Fue un señor muy inteligente".