Amor, mentiras y locura
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Se trata de una trama con trasfondo político y moral, enfocada en el personaje de un anciano enfermo y trastornado, que a punto de morir se siente acosado por fantasmas del pasado; pero también se ve asediado por su familia, que revolotea a su alrededor haciendo cuentas sobre cómo se repartirá la jugosa herencia, producto de un fuerte laboratorio farmacéutico, cuyo titular es este hombre casado y padre de tres hijos.
El filme, con cierto virtuosismo técnico aunque un poco estereotipado, trata de mostrar las cosas como las percibe la mente de Max (entrañable Fernando Fernán Gómez), un enfermo terminal de cáncer que está perdiendo la razón. En torno a él se reúnen, en París, su esposa Marie (grandiosa Geraldine Chaplin) y sus tres hijos con sus mujeres, novias, amantes y ex. Es una densa atmósfera de intriga y secretos la que se va desplegando, en la que presuntamente hegemoniza la ambición, matizada con algunas pasiones inconfesables y lazos perversos. Sin embargo, a medida que Víctor (Leonardo Sbaraglia), el hijo que vuelve del extranjero para ver a su padre antes de que muera, va desenredando la enmarañada mente del anciano, va descubriendo -para sí y para el espectador- el nudo más profundo que lo atormenta y que no es producto del delirio sino de recuerdos ferozmente sepultados y que ahora empiezan a aflorar de manera confusa pero incontenible.
En ese pasado que Marie, con su actitud rígida e impiadosa, trata de mantener silenciado y negado, hay una historia de militancia comunista, resistencia en París, homosexualidad y una mezcla agridulce de coraje y cobardía, de lealtad y traición. Así, hacia el final, la cuestión de la herencia y los entrecruzamientos amorosos de hijos y nueras pasan a un segundo plano, para cobrar fuerza una oscura historia de amor: la que existió entre Max y Rancel (espectacular Alfredo Alcón), un antiguo compañero de lucha que, víctima de los celos de Marie, se vio separado ferozmente de su amante y pagó con cárcel y olvido sus aventuras libertarias.
De modo que Víctor -con no poco dolor- llega a entender que toda la vida familiar estuvo basada en una gran traición y un gran renunciamiento, y se sostuvo a fuerza de grandes mentiras sostenidas con rigor marcial por la implacable Marie.
Junto a los tres veteranos actores de raza que le prestan su brillo al filme, el joven Sbaraglia no desentona, lo que ya es mucho decir, y el resto del elenco se conduce con naturalidad, lo que hace creíbles a sus personajes y ayuda a sostener la por momentos un tanto recargada trama, en la que también se destaca la música de Víctor Reyes con un protagonismo a veces exacerbado.
Laura Osti