En homenaje a Pietro y Doménico Peresson, sus esposas e hijos, y "por haberse animado a dejarlo todo para intentar progresar", Rosalía Peresson y Oscar Peresson, investigaron y escribieron la historia de vida de sus abuelos inmigrantes.
Algunos datos fueron extraídos del libro "La Colonia Nacional Presidente Nicolás Avellaneda" del Dr. Cracogna. Obviamente que por razones de espacio sólo podemos publicar algunos fragmentos del rico material.
La venida de la familia Peresson a poblar algunas de las nacientes colonias agrícolas no respondió a un proyecto particular sino que involucró a varios estados europeos y a Argentina.
Los países de Europa contaban con sobrantes de población, casi todos estaban sumidos en la pobreza, producto de ondas transformaciones económicas y sistemas agrarios que impedían acceder a la propiedad de la tierra. La mayoría de los pobladores trabajaba en miserables condiciones y en parcelas de tierras muy chicas que eran propiedad de señores nobles, en un sistema marcadamente feudal.
Los Peresson vivían en tierras del conde y la condesa de Gorizia en condiciones en extremo difíciles. Teresa Peresson contaba a su hijo Alberto Stechina como su hermano Domingo debía concurrir al castillo de la condesa a lavar las cadenas que sostenían las ollas sobre el fogón. Todos debían contribuir a la vida y el funcionamiento de las propiedades de estos señores.
De lo que cosechaban en sus pequeñas chacritas, una parte debía ser entregada al conde, el resto les quedaba para subsistir. Además trabajaban en las quintas y viñedos del conde. Carpir, podar, cosechar y tanto más eran faenas cotidianas, dificultadas a veces en los inviernos muy rigurosos por intensas nevadas.
Alrededor de los años 1877/8, Doménico, hijo mayor de Pietro Peresson, obtuvo una mala cosecha que amenazaba el hambre de la familia. Entonces solicitó a uno de los administradores del conde que le permita quedarse con unas medidas más de trigo que serían devueltas al año siguiente porque sino no podrían comer pan ese año. Pero recibió una dura respuesta: "si no pueden comer pan, comerán barro".
Este incidente, las pocas perspectivas de cambio que se avizoraban y lo inminente de la convocatoria a hacer el servicio militar como soldado del imperio austro húngaro por un lapso de 5 años los impulsó a buscar otros rumbos.
Argentina, en contraposición a lo que se vivía en Europa, ofrecía un territorio extenso y despoblado necesitaba del aporte inmigratorio para habitarlo y ponerlo en producción. Los gobiernos de la llamada generación del 80 habían elaborado el primer proyecto de país, un país agroexportador.
La familia Peresson era oriunda de Angoris, Cormons, provincia de Gorizia, Austria. En 1918, luego de la primera guerra mundial, esa provincia pasa a estar bajo el dominio de Italia.
Motivados por la intensa propaganda de los agentes de inmigración, los hermanos Pietro y Doménico se animaron a dejar su tierra y se arriesgaron a creer en sus promesas.
Doménico se embarcó con su esposa María y sus tres hijos Angel de 15, Catalina de 14 y Pascual de 9. En Argentina nació el último hijo, Santiago que falleció bajo las ruedas de un carro que acarreaba arena para la construcción de la parroquia de Avellaneda.
Pietro vino con su esposa María Magdalena Tomadin y sus hijos Juan de 18, José de 15, Pedro de 12, Teresa de 8 y Domingo de 21, quien viajó acompañado por su novia de 19, Luisa Verzegnaz, con la promesa de casarse en América. La boda se celebró un año después.
Zarparon el domingo 10 de noviembre de 1878 del puerto de Génova en el vapor Pampa de la sociedad Piaggio e hijos al mando del capitán F. Tosso. Venían a bordo más de 800 personas.
Algunos testimonios de compañeros de viaje de los Peresson cuentan peripecias de la travesía: "El barco era viejo, cada semana las máquinas se descomponían y varias veces las tormentas los expusieron a serios peligros. Antes de llegar a Montevideo quedaron sin carbón y tuvieron que desplegar las velas para seguir. El viaje fue lento".
Alberto Stechina, hijo de Teresa Peresson, contó que aunque su madre tenía sólo 8 años recordaba que "en el barco viajaban separados los hombres de las mujeres. Solo los niños menores de 10 años podían permanecer con sus madres, los mayores debían estar con sus padres. Se veían por unos ventanucos. Todas las noches y al levantarse rezaban el rosario. La intención de las oraciones era rogar para que la suerte los acompañe en las nuevas tierras".
El vapor Pampa arribó a Buenos Aires el sábado 28 de diciembre de 1878. Se establecieron en el hotel de inmigrantes, donde recibieron cama, comida y atención médica.
De allí se embarcaron en el vapor Río Paraná y desembarcaron en el puerto de Goya. Pasaron a Reconquista en una chata que se utilizaba para transporte de hacienda.
Algunos relatos dan cuenta de las dificultades que debieron soportar cuando llegaron. En el puerto de Reconquista "sólo existía un ranchito con dos personas adentro. Dos días con sus noches quedaron dentro protegidos de la intemperie y los mosquitos en carpas armadas con las ropas que traían. Luego fueron llevados al pueblo en 8 o 10 carros tirados por bueyes. Cruzaron los bañados todos crecidos. Llegaron a Reconquista y fueron alojados en un antiguo caserón que fuera cuartel de las tropas de frontera, se armaron colchones de pasto en el suelo y pasaron la noche. Varios días estuvieron allí mientras preparaban los albergues en el lugar de destino".
Los Peresson formaban parte del primer contingente de colonos fundadores de Avellaneda. La instalación de la familia en la nueva colonia no fue una tarea fácil. Había que desmontar, limpiar terrenos, buscar materiales para la construcción de viviendas y todo lo que significaba lidiar con esta nueva geografía. Todo estaba por hacerse.
Algunos enceres les fueron entregados en Buenos Aires y otros en la colonia. Recibieron dos bueyes para trabajar la tierra, un caballo, una vaca, un arado, un fusil, un mosquitero, entre otras cosas.
El valor de estos elementos entregados por el gobierno nacional debían ser pagados. La ley establecía que el abono sería de 5 cuotas con pagarés firmados por los adjudicatarios. Las tierras que recibían quedaban hipotecadas hasta que se saldara la deuda. Recién ahí accedían al título de propiedad del campo.
Por parte de Doménico no hay continuidad del apellido Peresson, ya que su hijo varón Angel murió soltero sin dejar descendencia. Pero Pietro y María dejaron una descendencia numerosa. Pasaron más de 120 años de su llegada a Avellaneda y 6 generaciones nacieron en ARgentina, la patria que eligieron para cambiar el destino de sus vidas y progresar.
Me antecede un criollo
que subsiste en mis genes
salvaje abuelo monte
abuelo páramo, más
el duro abuelo gringo
que vino a horadar la tierra
con ojos de sol y brasas.
Y cielo abandonado.
Tenaz como la paloma
siempre en pos de la semilla
en espera de hoja nueva.
En aquel tiempo
no he podido juntarlos.
Ahora sí.
En mi sangre actualizada
hay dos venas principales:
una, de esta geografía,
la otra vena es italiana.
En mi sangre actualizada
cabe mi partida.
Stella Maris Peresson
Lía Masjoan.