Opinión: OPIN-04 ¿Otra "trasmuta" de Santa Fe?


Mucho se ha dicho y escrito, desde fines de abril último, sobre el extraordinario desborde del río Salado, que tanto afectó a la ciudad de Santa Fe y zonas aledañas.

También mucho se habló y se escribió -y se lo sigue haciendo- sobre la necesidad de replantear la ubicación de numerosos habitantes y la posibilidad de trasladar distintos barrios, íntegramente, en una suerte de mudanza, de grandes sectores de la ciudad.

Cabe la pregunta: ¿estamos frente a un nuevo cambio del asentamiento de la ciudad que en 1573 fundó Garay y que en 1660 se mudó a su emplazamiento actual, en lo que se denominó la trasmuta de Santa Fe?

¿Fue una especial premonición de Juan de Garay lo que se consignó en el acta fundacional "todas veces que pareciese o se hallase otro asiento más conveniente y provechoso para la perpetuidad se pueda hacer con acuerdo y parecer del Cabildo y Justicia que en esta ciudad hubiese", refiriéndose al traslado eventual de la ciudad?

¿Será la situación actual en 2003 otra respuesta a ese interrogante?

La fundación de Santa Fe


El domingo 15 de noviembre de 1573, el capitán Juan de Garay funda la ciudad y provincia de Santa Fe, en el sitio en el cual previamente, el 6 de julio del mismo año, había establecido un asentamiento.

Decía el acta fundacional: "Yo Juan de Garay, capitán y justicia mayor en esta conquista y población de el Paraná y río de la Plata. Digo que en el nombre de la Santísima Trinidad y de la Virgen Santa María y de la Universidad de todos los Santos y en nombre de la Real Magestad de el Rey don Felipe, nuestro señor y del muy ilustre señor Juan Ortiz de Zárate, gobernador y capitán general y alguacil mayor de todas las provincias de dicho río de la Plata y por virtud de los poderes que para ello tengo, fundo y asiento y nombro esta ciudad de Santa Fe en esta Provincia de Calchines y Mocoretaes, por parecerme que en ella hay las partes y las cosas que convienen para la perpetuación de dicha ciudad, de agua y leña y pastos que quiera, y casas y tierra y estancias para los vecinos y moradores de ella y repartirles como su Magestad lo manda y asiéntola y pueblola, con aditamentos que todas veces que pareciese o se hallase otro asiento más conveniente y provechoso para la perpetuidad se pueda hacer con acuerdo y parecer del Cabildo y Justicia que en esta ciudad hubiese como pareciese que el servicio de Dios y de su Magestad más convenga".

Para llegar a esta fundación, Juan de Garay había salido de Asunción (Paraguay) el 14 de abril de 1573 "con 80 mancebos y bien mancebos nacidos en esta tierra y un bergantín y seis canoas hendidas a manera de barcas y algunas canoas sencillas, cincuenta caballos y las municiones que han sido posibles".

Esta expedición fue hecha a expensas de los compañeros y del mismo Juan de Garay, el que vendió todos sus bienes y hasta empeñó los de su mujer.

Para llegar al sitio que se eligió, los estudiosos señalan que Garay salió del Paraná, tomó un río que salía de una de las siete bocas de la "laguna de los quiloasas" (se estima que era lo que hoy se conoce como laguna Setúbal) y junto a un río que viene del Tucumán (Salado). El río que habría tomado Garay sería el Colastiné.

Se realizaron diversas expediciones, fundaciones de puertos y pueblos menores en las orillas del Paraná; Garay resolvió la fundación de una ciudad hacia el sur, junto al río de la Plata y así fue que el 11 de junio de 1580 firmó el acta fundacional de Buenos Aires, con 64 pobladores (11 españoles, criollos los restantes y una mujer). Esos criollos o mancebos eran hijos de soldados españoles (vascos, andaluces, castellanos y gallegos) y de indias, eran la mayoría cuasi-salvajes, sin ninguna educación.

Viajó después Garay, en el correr del año 1580, unas 70 leguas hacia el sur, estimándose que alcanzó las sierras de Tandil y el cabo Corrientes, a orilla del océano (hoy Mar del Plata).

En mayo de 1583, ya afianzada la población de Buenos Aires, resuelve Garay volver a Santa Fe, navegando el Paraná, acompañado por unos 40 hombres y una noche, hallándose a orillas de una laguna (se estima que fue la laguna San Pedro, aunque otros piensan que pudo haber sido la laguna de Coronda), resuelven acampar allí, bajando a tierra la mayoría de los viajeros y una vez dormidos, fueron atacados por los aborígenes (minuanes y guaraníes) quienes dan muerte a todos los acampantes, entre ellos Juan de Garay, quien concluyó así una vida que realmente hizo historia y que en todo momento actuó fiel a su intención de "abrir puertas a la tierra".

Situación de Santa Fe


Mientras tanto, la vida en la ciudad de Santa Fe era de gran precariedad y notoria pobreza, pues además de los problemas que significaban los aborígenes agresivos, se producían frecuentes crecidas de los ríos que afectaban la planta misma de la población y se incrementaba el disconformismo de los criollos por excesos y abusos de los españoles y la falta de una justicia efectiva, lo que incluso generó una protesta o levantamiento que pasó a la historia como la "Revolución de los Siete Jefes" o como el "Motín de los mancebos", el 31 de mayo de 1580. Ellos fueron: Lázaro de Benialbo (o Venialvo), Ruiz Romero, Diego Ruiz, Pedro Gallegos, Francisco Villalta, Antonio de Leiva y Francisco Mosquera. Todos ellos fueron muertos al día siguiente, excepto Mosquera y Villalta que pudieron huir a Córdoba, de donde pasaron a Santiago del Estero en busca de apoyo, pero fueron apresados y remitidos presos a Perú, donde supuestamente fallecieron. En Santa Fe se recuperó la normalidad y el episodio no tuvo consecuencias.

Entre 1653 y 1660 la ciudad sufría continuamente ataques de los aborígenes bravíos del Chaco, que no cesaban en sus incursiones y robos.

La vida precaria y las dificultades por las que pasaba Santa Fe aparecen apenas mencionadas en las exposiciones al Cabildo, presentadas por varios procuradores de la ciudad.

La guerra que se hacía a los indígenas era sólo defensiva y no ofensiva, por lo que Santa Fe pidió al rey, en 1653, autorización para entrar a castigar y reprimir a los aborígenes. El rey accedió a ello frente a la continuada osadía de los naturales quienes, desde el año 1620 no cesaban en sus ataques, robos y horribles depredaciones y asaltos.

Estas continuadas invasiones obligan, el 21 de abril de 1649, al procurador de la ciudad Gómez Recio a pedir la mudanza de la población a otro lugar, según permiso establecido en el acta de fundación, reclamo en el cual se insiste el 24 de setiembre del mismo año, señalándose para la mudanza la zona del río Grande del Salado. El 29 del mismo mes se remataron las tres pulperías de la ciudad, por cien pesos al año, que las obtuvo Juan Pinto, para con su importe atender los gastos de reparación de las casas del Cabildo y también gastos de la mudanza de la ciudad.

Luego de pasar otros períodos de sufrimiento por acción de los aborígenes, finalmente se notificó del proyecto de mudanza al virrey del Perú, quien autorizó la medida y se encomendó que "fueran a elegir sitio conveniente" al capitán Lázaro del Passo y Arias de Mansilla, al general Diego de Santuchos, Bernabé Sánchez y Gerónimo de Rivarola, con asistencia del teniente de gobernador Umanes, debiendo efectuar la traza de la nueva ciudad, repartición y ejido.

La mudanza


La lectura de las actas del Cabildo permiten verificar los inmensos trabajos y penurias sufridas en ese tiempo por los vecinos de Santa Fe que tenían que acudir al sostén de las dos poblaciones, una que iba a ser abandonada y la otra en construcción.

En la vieja ciudad la miseria era intensa, faltaba moneda, había depredación en sus sementeras por los indígenas, las langostas y las sequías, así como dificultades diversas en las vaquerías.

Recién en 1660, el traslado se realizó definitivamente. En esa mudanza ninguno de los vecinos perdió sus derechos, a cada uno se le dio la tierra necesaria, igual a la que tenía en la ciudad vieja, dice un acta del Cabildo.

El traslado de la ciudad de Santa Fe al lugar que hoy ocupa fue a tierras de la estancia de Juan de Lencinas, del general Diego de Lugo y Frías y de herederos del capitán Manuel Martín, tierras que primitivamente pertenecieron, en parte, al capitán general Juan de Garay (el fundador) y después, por herencia, a Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias).

Santa Fe de la Vera Cruz


El nuevo nombre dado a la ciudad, es decir Santa Fe de la Vera Cruz, lo fue desde que se resolvió la mudanza y después de recorridas las nuevas tierras donde se iba a establecer.

Este nombre de Vera Cruz se resolvió como una ofrenda a Dios para que la salvara de las desgracias que hasta entonces había sufrido. También se ha dicho que el nombre de Vera Cruz pudo haber sido por una cruz existente -y que era una referencia obligada- en esas tierras y que dividía de la parte del Salado las tierras de Miguel de Santuchos de las de Juan de Arce.

La ciudad vieja quedó prácticamente abandonada, con solamente una precaria guarnición de 20 hombres por un par de años, hasta que se la dejó totalmente.

Queda, de esta manera, memorada aquella mudanza de la ciudad que en 1573 fundara don Juan de Garay y que en 1660 acometió la trasmuta o mudanza, desde el sitio viejo al nuevo emplazamiento donde pasó a llamarse Santa Fe de la Vera Cruz.

¿Se está, quizás, frente a algo total o parcialmente semejante para la actual ciudad?.

Trastornos del Salado también hace 350 años


Actas del Cabildo de Santa Fe, citadas por el Dr. Manuel M. Cervera en su "Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe", señalaban en diciembre de 1655 una "salida de madre" del río Salado que buscaba nuevos cauces, y ello duró bastante tiempo, según acta del 28 de febrero de 1658.

Es decir que hace casi 350 años la ciudad de Garay ya estuvo preocupada por una riada del Salado... y hoy estamos sufriendo las consecuencias de otro desborde. ¿Se podrá alguna vez domar a este potro?

Enrique A. Smiles