Cultura: CULT-01

Manuel J. Castilla, un puente hacia el paisaje

Por O. Augusto Berengan

A María del Pilar Lencina


Desde sus comienzos literarios, Manuel J. Castilla se dio a la tarea de reverenciar el entorno natural del hombre. Tarea que a través de los años fue llevando a cabo desde una suerte de atención personalizada.

Merced a su ojo poético in situ, el paisaje pudo dejar de verse a sí mismo como un subalterno (1). Hasta entonces, al servicio de tópicos y pintoresquismos irrelevantes. Finalmente hombre y paisaje, adquirieron un grado tal de consustancialidad, que acabarían fundiéndose en una misma expresión; una suerte de hermandad indisoluble: "Soy una piedra muda, / un nacido ciego en el valle calchaquí / un hijo hechizo del granito, / apenas su resuello apagándose / sin forma todavía / ni memoria...". De "Cantos del gozante" (1974).

Aun cuando en Castilla la poesía denotaba un tono predominantemente social, era el paisaje quien siempre volvía para jugar su importancia. Así por ejemplo, el ámbito de los altos cerros -cabalmente citado- aportaba su arista dramática, en torno de una rigurosa circunstancia vital. En tal sitio, la metáfora se presentaba como un fehaciente documento; donde el poeta dejaba constancia de una singular y extrema geografía: "...Un día �lo recuerdas? / fui por tus páramos hacia la cordillera / La nieve de rodillas. / Todo el metal parado. / La puna era un resuello casi invisible, / transparente y gris y fatigado..." De "Bajo las lentas nubes" (1963).

Era a través de Castilla que la simbiosis: áspera supervivencia - aislamiento, alcanzaba un clima poético de suma emotividad. Como diría Jaime Dávalos, su paisano: "La secreta belleza de lo triste...".

Luego ese anónimo montañés, ya rescatado de las oquedades del olvido, se veía enaltecido por el talento veraz y comarcano del poeta. Todo un sello de legitimidad que tornaba a su discurso, universal y único: "Yo digo, me pregunto / �A quién canta esta gente en la alta piedra? / Estos dos hombres solos, / estos tristes habitantes del cielo...?". De: "Andenes al ocaso" (1967).

A su vez, la presencia recurrente de voces toponímicas de animales, vegetales y minerales completaban su cuota de trascendencia. Así en el empeño de reverenciar a finos matices de un mundo circundante, Castilla les concedía la gracia de ser, detalles superiores del poema: "... La primavera pasa como un río de musgo por el cielo / le da por olvidarse y partirse en pilpintos (2)...". De: "Andenes al ocaso".

Esta suerte de equidad protagónica, determinaba una gran cuota de morosidad nominativa. Por ello el poema transcurría lento, amplio y generoso. Como si ningún elemento de la creación, ninguna pena y alegría del hombre fueran ahogadas por la más mínima y avariciosa negligencia, de un descampado silencio.

Otras veces la voz del paisaje, se expresaba a través de su alter ego. Aquí era el propio Castilla, quien se adentraba en un amoroso confundimiento telúrico: "Voy creciendo de ti / Yo soy esa hoja nueva que apenas toca el viento...". De: "Bajo las lentas nubes" (1967).

Desde la errante mirada del poeta, el paisaje iba andando de vestidura en vestidura. Fuera las polvaredas del chaco oranense; fuera el fértil y rico valle salteño, fuera las inhóspitas alturas de la precordillera pero siempre, un mismo desvelo tonal. Un mismo y original compás, en armonía con los latidos de la tierra.

Pero había más, lo que para algunos autores constituía la tarea cuasi menor; de armar una letra que redondeara el tempo de una zamba, una cueca, una vidala; en Castilla se trataba -nada menos- que de construir un poema. De ello pueden dar cuenta músicos y compositores, de la talla del tucumano Rolando Chivo Valladares (Zamba del Romero, Debajo del sauce solo, Canción de las cantinas); de Gustavo Cuchi Leguizamón (La Pomeña, La Arenosa, Zamba de Valderrama); de Eduardo Falú (No te puedo olvidar, La atardecida, Puna sola, Vidala sola). Por citar algunos nombres valiosos y canciones, que hoy constituyen verdaderos hitos de nuestra música popular:

"...Por las salinas;/ pisando el musgo de su silencio,/ el hombre solo;/ es como una ala rota del viento..." ("Puna sola").

Periodista del diario El Independiente de Salta; poeta con más de diez libros editados y cada uno de ellos, reveladores de una más que sólida obra literaria.

Tal vez por estos días y desde allá arriba, desde sus lentas nubes, Manuel J. Castilla esté deseando la pronta vuelta del carnaval a las carpas de Quijano. Y quizá esté deseando también, regresar pronto a Jujuy para tomarse Fidalgo.

Por estos días podría ser también que el poeta siguiese careciendo de la mínima noción acerca del lugar de preeminencia que las letras argentinas aún le adeudan.

(1) También el grupo literario La Carpa desde Tucumán, y con Castilla como miembro fundador, a mediados de la década del '40 influyó notablemente, para un cambio en la poesía del N.O.A.(2) Pilpinto: Lepidóptero, fam. Pieridae. Mariposa leve, especialmente blanca de los alfalfares.