La hora de los tambores
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El fuerte surgimiento de los tambores, experimentado en los últimos años con la aparición de numerosos grupos de percusión de diferentes formatos, estructuras y acercamientos, así como la importancia que la textura del ritmo va tomando en formaciones de la música popular, dan cuenta de un desarrollo incipiente pero sostenido de la experiencia percusiva en el país.
Uno de los ejemplos fue la experiencia desarrollada en mayo pasado por la Dirección de Música del Gobierno porteño, con el desarrollo del festival Buenos Aires Percusión, el segundo encuentro de percusionistas en la ciudad.
A lo largo de dos semanas, se realizaron más de 29 conciertos -la mayoría con entrada gratuita-, con una convocatoria aproximada de 200 músicos, entre callejeros y de cámara, pasando por diversas experiencias como el "Solo set", del baterista Norberto Minichillo, que aúna marimba, tambores y voz.
Este ciclo es uno de los primeros en reconocer el fuerte crecimiento de la experiencia percusiva en el país y aspira a trazar un primer mapa de agrupamientos, enfoques y propuestas, así como funcionar como disparador y promotor del fenómeno.
"El fenómeno de la percusión es mundial y es un redescubrimiento del Africa y la música negra, después de más de tres siglos en que la música de Occidente pareció negar la importancia de los tambores", remarcó el baterista y percusionista Norberto Minichillo, uno de los pioneros en buscar en el tango y el folclore nativo las texturas rítmicas y trabajar sobre ellas.
"Desde 1600 hasta el siglo XX, cuando aparece la obra `Ionización', del músico francés Edgard Varese, en 1930, no se escribió ningún tratado sobre ritmo, y cuando desde la música académica se recurrió al Africa, fue sólo bajo el ropaje de lo exótico", agregó el creador del Terceto, uno de los pocos grupos de la escena nativa a los que le cabe la nomenclatura de jazz argentino, por el rescate y preponderancia que adquieren las músicas locales.
"La obra de Varese cambia el criterio del uso de la percusión, del mismo modo que con el bebop, el soul y el rock en las músicas populares y masivas la base rítmica va tomando una fuerte preponderancia", explicó Minichillo.
Junto con este fenómeno de carácter mundial, desde mediados de la década del '90 fueron apareciendo en Buenos Aires, y luego extendiéndose al resto del país, grupos de percusión callejera, que junto con el fenómeno de las murgas porteñas, trazaron un nuevo panorama de la presencia social de los tambores. Lo mismo sucedió en las principales ciudades argentinas, como en Santa Fe, donde formaciones murgueras se multiplicaron en los últimos años y en los distintos barrios.
A nivel nacional, grupos como Caturga -el primero, surgido a partir de la experiencia de teatro callejero del Grupo Catalinas-, pasando por La Chilinga -liderado por el ex Piojo, Daniel Buira-, Rataplán, Fortubanda, Quark y El Choque -que no utiliza instrumentos sino residuos callejeros como tachos, tanques de aceite y sartenes-, fueron creando el reencuentro entre la música argentina y el sonido afroamericano.
"Argentina es un país que no tiene tradición de tambor, al no haber negros -porque ya no están como comunidad entre nosotros- no existe la cosa tribal, acá no hay un morro donde 200 tipos van a tocar los tambores, no hay `llamadas', como en el Uruguay, y recién ahora, con la aparición de los grupos de percusión callejera empieza a haber un movimiento, que en un primer momento surge del raciocinio, desde la inteligencia y la necesidad de algunos jóvenes como los de La Chilinga o Rataplán", sostuvo Minichillo.
"Yo era un baterista clásico, que como tal siempre estaba tocando solo, encerrado en un sótano, hasta que tomé la iniciativa de ver qué pasaba juntando gente, tenía ganas de hacer cosas que tuvieran que ver con el ritmo pero también con lo social, y donde, fundamentalmente, apareciera el disfrute de tocar con otra gente", comentó Lucas Helguero, que conduce Rataplán desde 1996.
Para Helguero, la aparición de los grupos de percusión callejera reconoce determinados antecedentes en el trabajo sobre candombe rioplatense que realizó el músico uruguayo Yabor, en el tema "Matador" de los Fabulosos Cadillacs, en el resurgimiento de las murgas porteñas en calles y plazas, en la música y popularidad de Jaime Ross y en los talleres del Centro Cultural Rojas, dictados por Horacio López y Coco Romero.
Helguero remarcó que los grupos de percusión callejera utilizan fundamentalmente "ritmos brasileños como el samba-reagge, creado por el grupo bahiano Olodum y que recoge toda la movida rastafari en los toques de samba, y el samba tradicional carioca. Generalmente se comienza por ellos, porque son los ritmos más sencillos y claros para tocar en grupo y después se van agregando toques de rumba cubana, de tambores africanos y el candombe, con estructuras más complejas".
El director de Rataplán aseguró que "lo bueno de esto es que el que se pone a tocar un repique o un zurdo brasileño, en algún momento va a empezar a tomarle el gustito a lo de acá, es una ruta habitual y a partir de ahí llegan al candombe, al bombo con platillo, al bombo legüero, y se van descubriendo los instrumentos y los ritmos propios".
Por su parte, Pablo Laporta, integrante del cuarteto percusivo de cámara Paralelo 33 -que llega a la percusión desde la música académica-, señaló que "a partir de mediados de los 90 se comenzó a pensar al grupo de percusión como una formación en sí y no como mero acompañante de otros músicos".
El percusionista agregó que "de acá a un tiempo esto va a evolucionar y no sé si va a haber una tradición argentina en percusión, pero sí -y esto ya se está viendo-, hay una fuerte incorporación de elementos de percusión nuevos a los géneros tradicionales, ampliando la cuestión sonora de las músicas nativas".
El próximo domingo 12 de octubre se conmemora la llegada de los españoles a América, una fecha que si bien está planteada desde la cultura oficial como una celebración, para los pueblos originarios o para las culturas negadas que forjaron este país, no hay nada que festejar.
Acá nomás, del otro lado del río, donde hasta mediados del siglo XIX hubo un barrio de negros, los integrantes de la escuela de candombe Nación Tambor convocan a participar de un contrafestejo que se iniciará a las 19, con una "llamada" de tambores por las calles de Paraná.
Tal como sucediera por primera vez el año pasado, Nación Tambor propone un recorrido de tambores por el antiguo barrio de negros, al mejor estilo de lo que en su tiempo plasmaron aquellos esclavos, para que en adelante y al son de ese ritmo, nadie vuelva a olvidarse de ellos.
Nación Tambor se propone difundir, generar y retomar esta música como resistencia a la dominación cultural pasada y actual. Y, con ese objetivo, la "llamada" que saldrá desde la esquina de Buenos Aires y Ecuador, recorrerá la zona del antiguo barrio del candombe para culminar en el pasaje Baucis.
En esa callecita empedrada de la capital entrerriana, se emplazará un escenario para que otros músicos invitados aporten sus producciones al propósito de la escuela. Entre otros, ofrecerá sus canciones el compositor chaqueño Coqui Ortiz.
Más allá del auge que experimenta la percusión a partir de la aparición de grupos callejeros desde mediados de la década del '90, diversas experiencias fueron marcando un rico e interesante camino de texturas rítmicas en el folclore local desde la década del 60.
En este sentido, el baterista y percusionista Norberto Minichillo reconoció el trabajo realizado por Domingo Cura, el Chango Farías Gómez y Rodolfo Sánchez en las músicas nativas.
"Hay grandes percusionistas que han trabajado desde las músicas nuestras como Domingo Cura, el Chango Farías Gómez, Rodolfo Sánchez, gente que toca el folclore y muy bien", remarcó Minichillo en la lista de los que comenzaron a trabajar creativamente los ritmos propios, a la que habría que agregar también el suyo.
Marcando una línea de continuidad entre estos primeros maestros y las generaciones más nuevas, Minichillo nombró a "Horacio López, Juancho Perone y Facundo Guevara, grandes percusionistas que tocan todo el folclore muy bien"; destacando además el trabajo rítmico del guitarrista Raúl Carnota.
"Más allá de estos nombres, acá nunca hubo una tradición de tambores, aunque es cierto que existió una formación de percusión clásica muy interesante con un gran maestro que fue Antonio Yepes. Pero en este caso, no se trata de una percusión con raíces en el pueblo sino de una percusión que, si bien bien puede hacer cosas populares, lo hace desde el intelecto", marcó Minichillo.
El percusionista, para quien las rítmicas locales siempre fueron un motivo de investigación, remarcó que "la rítmica argentina es muy indígena, no es africana, si bien la chacarera tiene una clara herencia africana, es polirrítmica y permite el desarrollo de ritmos más complejos".
"De cualquier modo -agregó-, si no tocás tu ritmo, si no vibrás con el ritmo de tu tierra, �qué vas a tocar?, y menos en un tambor... Algunos hemos comenzado a estudiar música por amor a la improvisación y a la libertad creadora, pero si nosotros, músicos sudamericanos, no conocemos y respetamos nuestros ritmos indígenas, africanos y criollos y nos pasamos la vida buscando a los músicos de moda del mundo para copiar sus clichés, nos convertimos en caricaturas que reproducen una burda imitación ajena a nuestra realidad. Y nada hay más lejano a la esencia del arte", sentenció el percusionista.
"El lugar donde naciste tiene un sonido y nuestro lugar es América latina, por eso los ritmistas de esta parte del mundo tenemos que tratar de meternos adentro de lo indígena y lo afroamericano, antes que andar copiando el último toque de algún baterista de moda", concluyó.
Pedro Fernández MoujánFotos: Télam, El Litoral