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Historia viva
En la provincia de Santa Fe, las comunidades toba y mocoví luchan diariamente por sus derechos. La ley los reconoce pero, en la práctica, no se aplican. Mientras tanto, estos pueblos mantienen vivas sus costumbres milenarias, quieren rescatar su idioma y ser respetados por "la otra sociedad".


Probablemente, una de las mayores deudas que tiene el argentino es con su historia. Pero no con la historia que encierran los libros, ni con la que se aprende en la escuela. Una deuda con la historia que se mantiene latente en los ojos de quienes desean vivir según valores que conservan desde siempre. Valores de comunión con la naturaleza, valores de vida comunitaria, de solidaridad, de respeto a los ancianos y a la familia. Valores que vienen del pasado, pero que podrían cambiar el presente si el resto de la sociedad se permitiera escuchar estos ecos de tantas voces que se niegan a sepultar su cultura bajo las tierras misteriosas del olvido.

Los aborígenes de nuestra provincia permanecen relegados en sitios periféricos, agrupados en clanes familiares y con una organización comunitaria. Sus niños juegan todos juntos siempre cerca de un anciano, porque son los más sabios y respetados de la comunidad. Prenden fogones para sentarse en torno de él y conversar, enseñarse y aprender los valores de la vida. Para alguien que no es aborigen, estas y otras costumbres son muy extrañas.

"Reafirmar nuestra identidad como pueblo es una dura lucha que nos ha tocado y no termina en un período. Son cuestiones que vamos llevando en el camino, como las legislaciones, el reconocimiento y el derecho que no es tan derecho. Es un derecho del mundo globalizado y capitalista, pero no es un derecho de defensa de los derechos humanos. Nosotros como indígenas estamos haciendo memoria de nuestros antepasados y nuestra historia para conservar los valores que tenemos y han tenido nuestros pueblos de una vida natural, una economía propia, alimentación, educación, que van ligados con la naturaleza y el modo de vida", afirma Clara Chirilcano, de la comunidad mocoví de Alcorta, e integrante del grupo conductor de la Organización de Comunidades Aborígenes de Santa Fe (Ocastafe).

"Pero yo creo que estamos en un camino de concientización, no únicamente hacia adentro de los pueblos indígenas sino también hacia afuera, porque tenemos muchísimas cosas para aportar", afirma.

El dilema de las tierras


Uno de los históricos reclamos de las comunidades aborígenes es el derecho a la tierra. El derecho de tener un espacio donde desarrollar su cultura. Reclaman que se restituyan los lugares que les fueron usurpados hace más de 500 años. Y, por supuesto, el problema ya lleva varias páginas de leyes, trámites y reuniones.

En nuestra provincia, el pedido se hizo en folios legales en noviembre de 1993, a través de la ley 11.078. "La adjudicación de tierras en propiedad se realizará cuando existan tierras fiscales, de manera gratuita, en forma comunitaria o individual según el interés de cada grupo o comunidad. Se propenderá a que dichas tierras sean aptas y suficientes para el digno desarrollo de los mismos", asegura la ley.

Casi 10 años después, otra ley promueve la restitución a las comunidades aborígenes de la provincia, de lotes y parcelas fiscales que son propiedad del gobierno santafesino. Esa ley debió reglamentarse dentro de los 90 días de su promulgación. Hoy, casi un año después, sigue estando sólo en el papel.

Antonio Gómez, de la comunidad mocoví de Recreo, es maestro hace 11 años en la escuela bilingüe del barrio. Enseña a los más chicos el idioma y la cultura mocoví, para que no se pierda en las nuevas generaciones. Tiene muy claras las prioridades, costumbres e identidad de su comunidad y reconoce que todo eso no se perderá si la ley no se reglamenta, pero asegura que tener un respaldo legal es una tarea pendiente del Estado para con ellos.

"A los chicos les enseñamos que por la Constitución tenemos derechos legítimos que podemos plantear en cualquier lugar. Buscamos un respaldo legal a través del cual las comunidades puedan organizar su proyecto de vida, tanto el pueblo mocoví como el toba. Estuvimos tres años reuniéndonos para ver si la ley era necesaria o no. Se aprobó ya hace 10 años, pero hasta hoy en día no se reglamentó. Implica poder lograr que nuestras comunidades tengan sus tierras, en realidad es una devolución de las tierras", argumenta Antonio Gómez.

Luis Paniagua pertenece a la comunidad mocoví e integra el grupo conductor de Ocastafe. Las reuniones y trámites son parte de su lucha hace ya algunos años. "Hoy estuvimos en el Ministerio de la Producción para plantear el tema y estamos a punto de que se reglamente, pero todavía no se nota voluntad política. Nos dicen que sí, pero quedamos en pasos intermedios. El tema indígena está reconocido por la Constitución Nacional, pero todavía no tiene una aplicabilidad. Nuestra provincia es una de las más atrasadas en el tema. Ahora la traba es cómo se entregan los títulos de propiedad de tierras a los aborígenes, ya que no tenemos personería jurídica. En la sociedad blanca ése es el requisito, pero para nosotros no. Porque hay un reconocimiento histórico", explica.

"Si se reglamenta es un logro importante, porque son tierras fiscales donde las comunidades indígenas podrían desarrollar sus actividades".

No están solos


Para acompañarse mutuamente en la lucha y contar con el apoyo de terceros, existen dos organismos que colaboran a nivel provincial: Organización de Comunidades Aborígenes de Santa Fe (Ocastafe) -que nuclea a las comunidades toba y mocoví de la provincia- y Asociación Amigos del Aborigen, que trabaja con dos equipos de terreno: uno que acompaña a Ocastafe en una lucha política de reconocimiento de los derechos indígenas frente al gobierno y la sociedad; y otro que trabaja las alternativas económicas en comunidades.

Son dos ámbitos diferentes: uno el de la ONGs (asociación), integrada por personas no aborígenes, y la otra que es la organización popular (Ocastafe), integrada sólo por aborígenes. Ambas instituciones coordinan acciones en forma conjunta, en procura del reconocimiento de los derechos.

"Nuestro principal objetivo es ayudar a que las comunidades aborígenes puedan rescatar lo suyo y organizarse tanto a nivel comunitario como a nivel provincial para llevar a cabo su lucha política. Sabemos que lo esencial pasa por la tierra. Nosotros como institución los acompañamos en su lucha para recuperar pequeños espacios de tierra", explica Andrea Kuchen, presidenta de la Asociación Amigos del Aborigen.

Por su parte, Inés Fernández, coordinadora del equipo de la asociación en relación con Ocastafe, asegura que "el Estado no tiene que darles tierras, sino devolverle tierras, para que estas comunidades que hoy no cuentan con los espacios suficientes, puedan recrear su modo de vida. En la medida que se va comprendiendo su pensamiento y su cosmovisión, se puede interpretar lo que ellos quieren decir. Tratamos de crear espacios para que ellos puedan explicitar su cultura y la sociedad los conozca y respete como tal".

Evitar el desarraigo


La cuestión de defender un espacio está vinculada con la supervivencia de sus costumbres, que es una prioridad para las comunidades aborígenes de nuestra provincia. "Evitar el desarraigo para nosotros como pueblo es muy importante, porque no estaríamos exponiendo a los más jóvenes a los peligros de la gran ciudad como el alcoholismo y la drogadicción, por ejemplo".

"El sistema económico capitalista es burocrático y nos ha conducido a todos a una integración forzada; de esa forma interrumpió lo armónico de una comunidad, sometiéndola a una forma de vida desconocida para nosotros, donde los hábitos son diferentes, las costumbres son diferentes, donde hubo que adecuarse a muchas cosas. Pero otras se han seguido conservando dentro de nuestros ancianos, de quienes valoramos su sabiduría. Y esto es primordial: la identidad, los principios y los valores. Poder desarrollar nuestras comunidades ayuda al fortalecimiento de la organización y a evitar el desarraigo", aseguró Clara Chirilcano, del pueblo mocoví de Alcorta.

Este deseo es una forma de reafirmar su identidad como pueblo, a pesar de vivir dentro de una cultura y una sociedad con valores tan diferentes. "Nosotros como indígenas estamos haciendo memoria de nuestros antepasados y de nuestra historia para conservar los valores que tenemos y que han tenido nuestros pueblos de una sobrevivencia natural, una economía propia, alimentación y educación, que van ligados con la naturaleza y el modo de vida. Es necesario reafirmar la identidad y volver a los valores. Todo eso es lo que nosotros desde los movimientos indígenas analizamos profundamente", explicó la integrante del pueblo mocoví.

"Somos diferentes"


Integrar a las comunidades aborígenes con el resto de la sociedad es un concepto ilusorio. Pero no porque existan resistencias por parte de las comunidades aborígenes, sino por respeto a las diferencias de cada uno de los grupos. "Parecería que integrarse es una forma de decirnos `dejen lo de ustedes y sean como nosotros'. Porque �qué pasaría si nosotros les decimos a la otra sociedad `vengan a integrarse a nosotros'?... es imposible. Nosotros no queremos que la gente piense que queremos aislarnos. Al contrario, queremos que nuestros chicos se capaciten, pero que nunca pierdan sus valores. Que siempre luchen desde lo suyo. Vale la pena que se valore esto. �Cuántas culturas hay en la Argentina y se cree que somos todos iguales?", asegura Antonio Gómez.

Según la mocoví Clara Chirilcano, "por el hecho de ser indígena, de nuestra concepción, jamás vamos a estar integrados. Podemos comprender la realidad y por eso aprendemos el idioma para relacionarnos y trabajar en conjunto, pero jamás vamos a integrarnos porque somos diferentes. El saber indígena es diferente, la cosmovisión indígena es diferente. Por todas esas diferencias es imposible que nos integremos. Acostumbrarse es fácil, pero integrarse es lo que jamás va a suceder".

Aprender de la diversidad


Según Inés Fernández, de la Asociación Amigos del Aborigen, "una de las principales riquezas de la Argentina es la diversidad de pueblos, que da riqueza de valores, de culturas, de costumbres, y el país tiene que rescatar eso. Reconocer nuestra pluralidad nos enriquecería más que si la negamos".

Las comunidades aborígenes están dispersas en toda la provincia, esperando que se escuchen sus voces y se reglamenten las leyes. Mientras tanto, continúan luchando en oficinas públicas a la espera de que se reconozcan sus derechos.

Clara Chirilcano y el resto de los aborígenes continuarán protagonizando esta lucha. "Tenemos mucho para aprender, en tanto haya diálogo y voluntad -dicen. Que se escuche la voz del indígena va paralelo a la legislación. Esta ley tiene que estar reglamentada, nosotros la necesitamos y también podemos mostrar qué es lo que nosotros podemos ofrecer a la comunidad".

Costumbres que sobreviven


En sus palabras, los aborígenes reviven tradiciones milenarias que aún hoy, a pesar de haber atravesado etapas de negación colectiva, tienen vigencia. "El aborigen trata de salir a la sociedad siendo como el otro. Pero no puede porque tiene costumbres muy arraigadas. Hay una forma de tratarse, con respeto, que no la han perdido", explica Antonio Gómez, el maestro de la comunidad mocoví.

  • Concepción de la vida. Según Antonio Gómez, "los aborígenes tienen una concepción diferente de lo que es la vida. La otra sociedad plantea su proyecto de vida mirando el materialismo más que a la vida. Nosotros como concepto priorizamos al ser humano, no al materialismo. Son dos puntos de vista muy diferentes.". Por su parte, la mocoví Clara Chirilcano explicó que "en los pueblos indígenas cuando decimos vida, decimos vida natural, con un ciclo de nacimiento y de término final. No llamamos vida a la sobrevivencia. La vida es otro concepto para el aborigen".
  • Enseñar y aprender. Sentarse alrededor del fogón para transmitir los valores de una cultura en todo lo que tenga que ver con respetar al ser humano. "Alrededor del fuego se enseñaban todas esas cosas tan importantes. La otra sociedad nos decía que eso tenía que desaparecer y comprarse cocinas a gas porque era un vergüenza que hubiese tanto humo adentro de una casa. Pero para nosotros eso tiene un rol importantísimo", explicó el maestro mocoví.
  • El abuelo, sabio educador. Según Antonio Gómez, "la gente no entiende cómo puede haber tantos chicos jugando en una casa. Esto es porque tenemos la costumbre de que los chicos jueguen alrededor de sus abuelos. Cuando los docentes venían por primera vez acá lo veían como una mala educación. Pero en nuestras costumbres, el educador es el abuelo. Y eso se mantiene".
  • Los clanes familiares y el cacique. Cada clan tiene su líder, su portavoz, y dentro de todos ellos se elige al cacique, que debe entender de ambas culturas. Los caciques no se hacen, sino que nacen para eso. En cada clan, el abuelo es el encargado de educar a los niños.
  • La espiritualidad. Este valor está en oposición al materialismo de "la otra sociedad", "la sociedad blanca". "Ser aborigen está ligado a la espiritualidad. No podemos rechazar algo que Dios nos dio. Debemos amarlo, porque desde ahí podés educar todo lo demás". La concepción y el valor al ser humano es anterior a cualquier materialismo.
  • El respeto a la naturaleza. Antes de todo, existe un respeto a la tierra, el hombre y todos los miembros de la naturaleza.
  • Virginia Gutiérrez