Un pedazo de vida
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Antes de ir a ver El Polaquito hay que respirar hondo, reunir fuerzas y disponerse a recibir algunos cachetazos, porque se trata de un filme decididamente hecho para que duela. Con una mirada realista y desesperanzada, que no parece dispuesta a admitir concesiones estetizantes de ningún tipo, cuenta la vida (la corta vida) de un chico que sobrevive en la Ciudad de Buenos Aires mendigando en los trenes, a cambio de torpes imitaciones del "Polaco" Goyeneche cantando "Naranjo en flor".
Conviene recordar que el director, Juan Carlos Desanzo, comenzó su carrera como director de fotografía de importantes cineastas argentinos, como Fernando Solanas, Alberto Fischerman, Leonardo Favio, Sergio Renán y Alejandro Doria. Luego, a partir de 1983, comienza a dirigir sus propios proyectos, prefiriendo temáticas policiales, en un principio, para abordar luego las figuras míticas de Eva Perón (Eva Perón, 1996) y del Che Guevara (Hasta la victoria siempre, 1997), y volver luego al cine negro sin mayor repercusión (La venganza, 1999; El amor y el espanto, 2000). Así, llega a su noveno largometraje, El Polaquito (2003), donde mezcla esa inclinación por el submundo del crimen y la violencia con una mirada social, cruda y amarga. Una denuncia que no propone ningún distanciamiento.
Además del tema (basado en hechos auténticos), que sin dudas es fuerte y revela una parte de la realidad que casi nunca vemos aunque nos roce día a día, otro de los aciertos del filme son las interpretaciones. El protagónico está a cargo de Abel Ayala, un adolescente que no es actor profesional y quizás por eso irradia una genuina frescura. Es compinche de El Vieja (Fernando Roa), un muchacho algo mayor que avanza decididamente por el camino del delito. Ambos se enredan con La Pelu (Marina Glezer), una prostituta callejera, también adolescente, que tiene su parada en la estación Constitución, principal escenario de toda la película. No El Vieja, porque es más independiente, pero sí El Polaquito y La Pelu están regenteados por El Rengo (Roly Serrano), un sujeto despreciable, que mediante acuerdos con la policía y otros rufianes, hace negocios explotando chicos a los que obliga a mendigar o a prostituirse, entre ellos también una hermana de El Polaquito (Laura Spínola). El sombrío panorama de completa con los padres del protagonista, una pareja de cirujas villeros, él alcohólico y violento, ella, víctima dependiente y sumisa.
Casi con la crueldad de un documental que muestra a una presa que ha caído en las garras de su predador y lucha inútilmente por su vida, la película de Desanzo muestra a este adolescente inocente y tierno, intentando zafar de esa pesadilla, de alimentar sueños, de imaginar un futuro donde el amor tenga un lugar y sea posible encontrar la alegría de vivir. Pero todos los caminos le serán vedados. �Cruel? �Doloroso? �Realista? Y, sí, todo eso, contado con buen ritmo cinematográfico y una cámara precisa que se entromete entre la gente que circula por ese "no lugar" que es una estación ferroviaria en una gran ciudad, para poner su atención en esos chicos humildes, asediados por adultos siniestros y voraces por todos los flancos.
En lo formal, el resultado final es desparejo, pero el golpe llega.
Idem (Argentina-España/2003). Dirección: Juan Carlos Desanzo. Intérpretes: Abel Ayala, Marina Glezer, Fernando Roa, Roly Serrano, Laura Spínola y otros. Guión: Juan Carlos Desanzo y Angel O. Espinosa. Fotografía: Carlos Torlaschi. Música: Martín Bianchedi. Presentada por Primer Plano Film Group. Duración: 88 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 16 años, con reservas.
Calificación: Buena.