Pantallas & Escenarios: PAN-01

Dios y el Diablo en el perro mundo

Télam. RECLUIDA. En un mundo sin salida, Nicole Kidman nos entrega otra buena actuación.
Por Juan Carlos Arch


Lars von Trier es un cineasta ambicioso. No se anda con chicas y sus planteos resultan algo soberbios cuando no mentirosos, como el montaje marketinero de su Dogma, de cuyas reglas aquí no cumple ninguna. Dicho esto, no hay que negarle inteligencia y cierto empuje creador, cuyo mejor resplandor sigue siendo su primer filme "Europa". Aquí tenía una buena idea y una puesta en escena tan original como bella para desarrollarla, pero la ambición pudo más que la creación.

Dogville (ciudad de perros) está imaginada. En un primer encuadre la vemos dibujada con tiza sobre fondo negro. Sus quince habitantes viven alrededor de la calle Olmos y también está el perro Moisés, al que vemos dibujado en el piso y escuchamos ladrar. Como en el teatro despojado, sentimos las puertas que abren y cierran y todos los sonidos del ambiente, pero nuestras criaturas se desplazarán sin elementos físicos a sortear. La intimidad de todos está a la vista del espectador y cada uno seguirá una rutina asfixiante.

A ese lugar llega Grace (Gracia) huyendo de mafiosos que comanda su padre. Y allí la recibe Tom, el joven filósofo del pueblo que primero influirá en los otros para que la acepten y luego se enamorará de ella. Von Trier divide su filme en un prólogo y nueve capítulos, le agrega un relator que a su vez dará pie a cada escena y ocupa tres horas para desarrollar su parábola. Ese tiempo se hace sentir una vez superadas las novedades apuntadas, porque la película adolece de un ritmo interno que lo justifique.

El vía crucis de Grace comienza cuando ese pueblo que aceptó protegerla a cambio de trabajo, comienza a exigirle más cosas a medida que los autos que llegan con cartelitos pidiendo su captura. Poco a poco todos van abusando de ella y se transforma en el objeto sexual de todos sus hombres. Tom asiste al abuso y aspira a su amor, más allá de toda vejación. Grace es humillada y violada, pero ya el pueblo no puede prescindir de ella porque se quedaría sin su hipótesis de conflicto, sin el Bien y el Mal jugando su juego.

"Dogville" está concebida desde la moral católica más militante, que Von Triers lleva inexorablemente al nihilismo, y resuelta a lo Bertold Brecht, con un distanciamiento que se transforma en frialdad. Está "ambientada" en los Estados Unidos de los años de la depresión pero su planteo de enjuiciar a esa sociedad se extiende a la raza humana. Nada queda en pie, salvo aquella original puesta en escena que sirve para que todo se concentre en una idea que nace y muere en la Nada.

"Dogville"


(Idem, Alemania/Dinamarca/Suecia/Holanda/Francia, 2003). Dirección y guión: Lars von Triers; fotografía: Anthony Dod Mantle; música: montaje: Molly Marlene Stensgard; escenografía: Simone Grau; vestuario: Manon Rasmussen; intérpretes: Nicole Kidman, Harriet Andersson, Lauren Bacall, Jean-Mac Barr, James Caan, Jeremy Davies, Ben Gazzara, John Hurt, Udo Kier, Philipp Baker Hall, Paul Bettany, Chloe Sevigny y Stellan Skarsgard; duración: 177m. Presentada por Distribution Company en Cinemark.

Calificación: Buena.