Bersuit: impresionante ceremonia pagana
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¿Habrá pasado alguna vez por la rapada cabeza de Gustavo Cordera llevar su creación a tales niveles de convocatoria y efusividad popular?; ¿pudo imaginarlo cuando a fines de los ochenta, junto a un grupo de amigos, decidió volcarse a la música bajo un nombre poco menos que impronunciable, Bersuit Vergarabat, y una propuesta musical extraña y arriesgada?; ¿fantaseó con esas multitudes anónimas de adolescentes que lo siguen como a un sacerdote pagano de la Argentina de los 90, cuando pocos años atrás su proyecto parecía naufragar hundiéndose en medio de la crisis económica y los excesos?
Quizás sí; pero la concreción de sus más afiebradas fantasías -en este caso como en otros- se desprendió de un certero golpe dado en el momento oportuno. Bajo la forma de un disco, Libertinaje (98), Bersuit pudo torcer su propia historia y -de ignotos representantes del under con la categoría de antihéroes asumida- sus integrantes pasaron a generar un fenómeno de masas sólo equiparable a los casos de La Renga y Los Piojos. En los años recientes, la banda ha sabido mantener y extender ese momento de gracia. Su manifestación más cabal es lo que vimos el sábado por la noche en el estadio cubierto de Unión.
Pasadas las 23, con poco más de una hora de retraso y el marco de un estadio cubierto a reventar (más el calor acorde a nuestra ciudad), los músicos tomaron posiciones enfundados en sus característicos pijamas de colores y arrancaron con una emotiva canción, Un Pacto, que no puede dejar de conmover hasta al menos sensible de los oyentes.
Así comenzó una fiesta -nunca tan preciso el término- que a lo largo de más de dos horas transformaría el recinto en una desbordada ceremonia de intercambio entre una masa informe y bulliciosa y los intérpretes, no menos informes y bulliciosos. Desestructurados, sin clisés de género (ísin género!) ni posturas, la Bersuit aparenta ser por momentos una pandilla que deambula por el escenario, que baila (aparatosamente) y canta (no tan aparatosamente) sin orden ni técnica alguna -ni preocupación por eso- pero que entrega un arte peculiar basándose en la emotividad y/o la fuerza de sus canciones. Su arrolladora actuación suple cualquier desorden y logra un clima particularísimo en su naturaleza, de celebración, que responde con creces a la demanda de los presentes. Es más que suficiente, aquí nadie pretende tecnicismos ni exquisiteces.
Las canciones -pasando por Perro amor explota, El tiempo no para, Toco y me voy, La petisita culona, Sr. Cobranza, Murguita del sur y La bolsa, más los estrenos La argentinidad al palo, Vamoïa bailar y La soledad desespera- fueron cimentando y fortaleciendo esa arenga a la exacerbación de los sentidos que se observa desde el comienzo mismo del show.
Como sabemos, la impactante descarga de energía que comanda Cordera encuentra motivaciones que van más allá de lo musical: la denuncia político/social, por caso. Pero, ya como terapia, ya como catarsis, su performance sirve para canalizar frustraciones, angustias y rabia de una sociedad rota tras el (anunciado) estallido. Antes de Se viene y Qué pasó, antes de la despedida, el vocalista resumió ese pacto tácito establecido con sus huestes: "Espero que (esto) sirva para que todos nos vayamos más aliviados".
.El próximo disco de la Bersuit, La argentinidad al palo, saldrá en marzo del año entrante, será doble y contará con 23 canciones.
.Durante el show, un jugador de la séptima de Unión, Gonzalo Rodríguez, originario de Usuahia, subió al escenario para cantar con el grupo Toco y me voy; lo mismo hizo un grupo de chicas durante el tema La petisita culona.
Estanislao Giménez [email protected]