Persona & Sociedad: PER-01

Quiroga, un maestro en su arte

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Un repaso por la obra del escritor. El recuerdo de sus relatos.


Horacio Quiroga fue sin lugar a dudas uno de los escritores más controvertidos y precursores que ha cobijado América latina. Fue un maestro en su arte, fue pionero en su género.

Fue aquel escritor que logró unir, a través de un lazo entrañable, su vida, signada por la muerte, y su obra. Fue aquel "loco" que desde la selva misionera delineó, mediante trágicos cuentos, la relación del hombre y la naturaleza.

Un trágico cuento: una vida


Horacio Quiroga nació en Salto, Uruguay, en 1878, hijo de un argentino (descendiente del caudillo riojano Facundo Quiroga) y una uruguaya de aristocrática familia. La vida del escritor estuvo ligada periódicamente a la muerte, hecho que sin lugar a dudas influye en sus trágicos relatos.

Quiroga comenzó a escribir desde adolescente, en pleno período modernista. Es en este período cuando empezó a colaborar, bajo el seudónimo de Guillermo Eynhardt, con las revistas modernistas de Buenos Aires, entre las que se encontraba Gil Blas. Años más tarde, en 1899, fundaría su propia revista denominada Revista de Salto, que aparecería durante seis meses.

Quiroga pisó la selva alterado por el asma y la dispepsia tenaz; pero fueron estas tierras y su ambiente un bálsamo para sus enfermedades. "Aquí el invierno me trae olor a azahar y melón silvestre de Misiones", escribiría al retornar a la Capital.

En 1904 apareció "El crimen del otro", relatos decadentistas, en algunos de los cuales la influencia de Edgar Alan Poe sobre Quiroga sería extremadamente notoria.

En 1905 continuaría colaborando como cuentista en las revistas más destacadas de nuestro país: Caras y Caretas, Pebete, Pulgarcito, Papel y tinta y Tipos y tipetes. Gracias a estas publicaciones lograría poder vivir de su trabajo, algo excepcional para la época.

Fue en "Caras y caretas" donde se le exigió concisión en los relatos y la creación de interés para un público amplio; ambas exigencias favorecieron lo mejor del estilo de Quiroga, que comenzó a publicar la mayoría de sus cuentos. Durante toda su estadía en Misiones había escrito para Caras y Carteas varios folletines y extraordinarios cuentos que en 1917 reuniría junto a otros relatos en Cuentos de amor locura y muertes, uno de sus clásicos.

Luego de la muerte de su esposa retornaría a Buenos Aires, sería este período una etapa de madurez y éxito, publica Cuentos de la selva (1918), El salvaje (recopilación de cuentos de distintas épocas y temas) en 1920, Anaconda (1921), El desierto (1924) y Los desterrados, en 1926. Este último libro se publicó en el momento exacto en el que se perfilaban cambios decisivos en el desarrollo de la literatura argentina (se editó Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, y El juguete rabioso, de Roberto Arlt).

Su vida en Misiones comenzó a estar signada por la soledad, la angustia y las dolencias físicas; es por eso que tomó la decisión de retornar a Buenos Aires.

Luego de sucesivos tratamientos y al descubrir que sufre de cáncer gástrico, enfermedad incurable, el escritor uruguayo tomó una dosis de cianuro y murió en la madrugada del 18 de febrero de 1937.

Sus cuentos


Es claro que Horacio Quiroga recibió su inmortalidad literaria de la mano de sus cuentos. Fueron en éstos donde el escritor logró su madurez y apogeo, pleno de expresión y viva imaginación, en la creación literaria.

Para Quiroga, el cuento debe ser una obra escueta, recta y limpia, de un progresivo desarrollo ininterrumpido. Obviamente, el maestro del género elogia a su propio credo literario, expuesto en el Decálogo del perfecto cuentista, en el que sugería por ejemplo: (5) No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas; (7) No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él, solo, tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

En el Decálogo, Quiroga refuerza como hemos visto el valor de la palabra al hablar de los adjetivos.

Como afirmó alguna vez Julio Cortázar, "Quiroga fue figura entre los narradores capaces a la vez de escribir tensamente y demostrar intensamente, única forma de que un cuento sea eficaz, haga blanco en el lector y se clave en su memoria".

Literatura fantástica


Hacia fines del siglo XIX existen ya algunas manifestaciones de la narrativa fantástica como un claro resultado de la profunda influencia del positivismo, por una parte, y de la del evolucionismo darwiniano por otra. Pero esta literatura fantástica estaba ligada mayormente al campo de la ciencia, más específicamente de las ciencias naturales.

Pero Quiroga fue más allá, creó un modo de narrar situaciones transgresivas respecto de la moral de principios de siglo (las relaciones amorosas triangulares o la oposición al amor por parte de la autoridad paterna) y tratar temas clásicos como el de la identidad y el nombre.

Muchas veces se ha ligado la literatura fantástica de Quiroga a su admiración por el cine, pero este rasgo característico de su narrativa aparece en sus primeros escritos. Se podría realizar una distinción entre dos zonas de lo fantástico trabajadas por Quiroga: una relacionada con la influencia del fundador del género: Edgar Alan Poe, a quien leería desde muy joven; y la otra vendría de la mano de su fascinación por el cine mudo de comienzos de siglo.

Carlos Santos Sez -sin dudas- logró describir la vida y obra de Quiroga al afirmar: "Anda Horacio Quiroga sobre sus vidas multicolores, navegando contra la corriente, o arrastrado por los ríos que lo inventaron. Anda Quiroga saltando entre Misiones y Buenos Aires, muriendo con las muertes que lo suicidan, naciendo en tinta, latiendo en la selva, amando la naturaleza. Tantas alternativas ha tenido este Horacio en su destino, y a todas las ha protagonizado como el mejor actor. Su carácter tuvo curvas y contracurvas, variantes deliciosas y mutaciones trágicas. Como en un laberinto de espejos camina Horacio Quiroga y siempre encuentra la salida. Es tan difícil encontrar un hilo vertebrador en su azarosa biografía, como dibujar un camino que ordene su obra literaria".