Opinión: OPIN-02 Dinastía de mujeres


Holanda está de duelo. Ha perdido una de las mujeres que ocupó el trono de la dinastía femenina que ha logrado mantener su hegemonía por más de cien años.

La reina Juliana había sucedido a su madre, Guillermina, la llamada "reina de hierro", que abdicó a su favor el 6 de setiembre de 1948.

Guillermina inauguró esta dinastía de mujeres en 1890 cuando tuvo que heredar a su padre Guillermo III de Orange. Su madre, Emma, princesa de Waldeck ocupó la regencia hasta la mayoría de edad de la pequeña que en ese momento tenía diez años.

Fuerte carácter


Guillermina Elena Paulina María más parecía un varón por su fuerte carácter y su fuerza para tomar decisiones. Se casó con el duque Enrique de Mecklenburg Schwering, que vivió un triste destino de príncipe consorte, humillado en reiteradas oportunidades aún frente a altos dignatarios extranjeros, por el despótico talante de la reina. Tuvieron una sola hija, Juliana, nacida el 30 de abril de 1909. En una ocasión se le escuchó decir: "íQué lástima que hayamos tenido una niña!". Cuando el primer ministro le manifestó que los holandeses estaban felices de que una mujer sucediese a Guillermina, Enrique respondió: "No es eso en lo que estoy pensando, sino en el pobre hombre que un día será su consorte" (*).

La vida de esta pareja real no fue ni fácil ni placentera. Enrique tenía una intensa vida nocturna y los choferes de taxis ya conocían los bares y garitos donde debían recogerlo completamente borracho.

Segunda reina


Juliana no tenía el carácter de su madre, tampoco era muy agraciada. Pero no solamente ostentaba sobre su cabeza una corona real sino que era la única heredera de uno de las mayores fortunas del mundo. Su corazón pronto se inclinó por un hombre dos años mayor que ella, guapo, elegante, amante de los autos veloces, del esquí y de la buena vida: el príncipe Bernardo zu Lippe Biesterfeld. La joven, un poco ahogada por la férrea voluntad de su madre, creyó encontrar en Bernardo el tan soñado amor. Éste tuvo que negociar con su futura suegra los detalles del contrato matrimonial. Una vez concluida las negociaciones, Bernardo solicitó una entrevista con el führer Adolf Hitler con el objeto de renunciar a su ciudadanía alemana y poder tomar la holandesa. Pocos días antes de su matrimonio, Bernardo declaró a la prensa que en su fuero íntimo siempre se sintió holandés (*).

Los holandeses no estaban demasiado felices con esta unión, pero finalmente la aceptaron.

En cambio, las relaciones del matrimonio con la reina Guillermina siempre fueron muy difíciles. El príncipe Enrique ya había muerto y la real suegra apuntaba sus dardos hacia la persona de su yerno que indiferente trataba de hacer su vida.

El 31 de enero de 1938 nació la primera hija del matrimonio, Beatriz, continuando así la dinastía femenina.

Pero la siniestra figura de Hitler avanzaba sobre Europa y la familia real tuvo que emigrar. La reina Guillermina se quedó en Londres y Juliana con sus niñas se refugió en Otawa.

Fueron años de vida tranquila y casi burguesa. Terminada la guerra, la familia real volvió a su tierra y Juliana se convirtió en reina en 1948 al abdicar su brava madre. Pero Guillermina continuó moviendo los hilos detrás del trono y sobre todo manejando personalmente su colosal fortuna.

Astrología y ocultismo


Juliana era una mujer simple, sin la inteligencia brillante de su madre, supersticiosa e inclinada a creer en predicciones y dotes sobrenaturales. Esto sumado a su desesperación de madre hizo que tuviese lugar el desgraciado episodio de Greet Hofmans que hizo tambalear a la misma monarquía.

La cuarta hija del matrimonio, Mnarijke, nació casi ciega a causa de una rubeola contraída por la madre durante el embarazo. Greet Hofmans, tenía cincuenta y cuatro años, de aspecto enjuto, campesina casi analfabeta, logró infiltrarse en la corte con la promesa de curar a la niña. Con ese pretexto dominó prácticamente la conducta de la reina Juliana. Se la llegó a llamar el "Rasputín femenino".

No fue fácil superar este episodio, como tampoco lo del desliz del príncipe Bernardo con la Lockheed, además de la sombra del nazismo que lo persiguió desde el principio. Su esposa siempre estuvo a su lado para defenderlo. Pero él no fue precisamente un esposo abnegado. Fueron famosas sus aventuras amorosas: se comentaba que mantenía en París una amante y un hijo ilegítimo (*) y hasta se hablaba de homosexualidad.

Pero la reina Juliana, indiferente, siguió con su reinado hasta que cumplidos los setenta y dos años, abdicó a favor de su hija Beatriz.

Nuevos aires


Beatriz Guillermina Armgard, la actual reina de Holanda es una mujer moderna e inquieta, de fuerte carácter, como su abuela Guillermina. Realizó estudios universitarios de derecho y ciencias políticas en la Universidad de Leyden, la Oxford holandesa, creada en el S.XVI por su ancestro Guillermo el Taciturno, fundador a su vez de la dinastía Orange-Nassau. Desde los dieciocho años asiste diariamente a las reuniones del Consejo de Estado y está al tanto de la realidad de su país. Ha viajado por todo el mundo y supo vencer la resistencia de su pueblo hacia su marido, Claus von Amsberg.

Su casamiento fue motivo de graves disturbios, como una reacción hacia ese alemán que representaba demasiados odios desatados durante la guerra. Pero la fuerte voluntad, la inteligencia y la permanente sonrisa de la joven reina lograron vencer la desconfianza de su pueblo.

Ahora, desaparecida su anciana madre, Beatriz sabe representar esta monarquía, una de las pocas, sino la única que ha cumplido más de cien años de dinastía femenina. Las mujeres holandesas se identifican con ella al ver que en forma simbólica el antiguamente llamado "sexo débil" ocupa el trono del poder supremo.

Tal vez con el correr de los años, la reina Beatriz pueda depositar serenamente su corona sobre la cabeza de esa rubicunda beba, su nieta Catharina Amalia, que por esos extraños designios, lleva ahora sangre argentina en sus venas.

(*) "Los reyes de hoy", de F. Jaudel y L.B. de la Meurthe.

Ana María Zancada