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Nosotros
Los mejores hispanohablantes
El país caribeño, donde el castellano comparte cartel con otros 65 dialectos indígenas y donde nació -por ejemplo- Gabriel García Márquez, es el que se ufana de utilizar el mejor español del continente.


Tierra del célebre escritor Gabriel García Márquez y de una vasta diversidad cultural, Colombia adquirió desde hace más de un siglo la honrosa fama de ser el país de América latina donde mejor se habla el castellano.

Aunque su reputación la deba sobre todo la pasión por la gramática de sus intelectuales y políticos, no cabe duda de que en Colombia el castellano tiene una riqueza especial por la creatividad de su gente y la variedad de sus regiones.

Algunos especialistas plantean que esa fama, que puede llegar a aguijonear el orgullo de otros pueblos latinoamericanos, le viene a Colombia más bien del acento neutro usado por los habitantes de Bogotá, no así en el resto del país, plagado de hablas regionales. Además, de la calidad y fuerza de muchos de sus escritores, sin ir más lejos García Márquez, Premio Nóbel de Literatura 1982 y considerado uno de los mejores de la lengua castellana.

Ya desde el siglo XIX había en Colombia una preocupación por el idioma, asociada al interés por mantener vínculos con España y a la clase de república que quería un grupo de humanistas, entre los que destacaban Manuel Antonio Caro y Rufino José Cuervo.

La principal iniciativa de Caro para mantener el nexo con España fue la fundación en 1872 de la Academia Colombiana de la Lengua, que es corresponsal de la española y fue la primera de América.

Pero el prestigio del buen hablar colombiano parece tornarse ironía con sólo oír a algunos locutores de radio o presentadores de televisión -principalmente relatores de fútbol- que se ensañan con el idioma, como cuando dicen "privilegioso" en lugar de privilegiado, o abusan del pomposo "supremamente".

Especie en extinción


"El idioma español es otra de las especies en extinción. Estamos acabando con él: íLo maltratamos tanto! Nadie le para bolas (presta atención) y personas como yo, que se dedican a defender el idioma, terminamos siendo unos quijotes", lamenta el lingüista colombiano Armando Gamboa, autor del libro "Así debemos hablar".

"Los colombianos sólo tenemos tres patrimonios: la desesperanza, la resignación y el idioma", afirma. Como por los primeros poco se puede hacer en un país marcado por la violencia, es necesario dar la batalla por preservar el último", agrega.

Aunque los puristas del idioma revientan de ira con los gazapos, hay en Colombia términos y expresiones producto del ingenio popular que bien pueden ser considerados genialidades de la lengua surgidas de la vida cotidiana.

Quizá el más emblemático es el término "verraco", cuyo significado original es "cerdo reproductor", pero que en Colombia se usa para calificar a alguien de corajudo y hábil, o a una situación de muy difícil salida.

En el zoológico del vocabulario colombiano también se destaca "lagarto", aplicado a un tipo oportunista y que pontifica sobre todo. Según el fallecido escritor Alfredo Iriarte, éste es uno de los más estupendos aportes bogotanos al castellano, aunque la Real Academia no le haya dado sus honores.

Ni qué decir de la creación ingeniosa de verbos con todas sus espontáneas conjugaciones y derivaciones como "camellar" que significa trabajar y viene de "camello" (trabajo); "gallinacear" que traducido en colombiano quiere decir coquetear y procede de "gallinazo" (mujeriego); "patrasiar" (retroceder); y "tropeliar", "braviar" o "frentear" para señalar desafío o valentía.

Una rica convivencia


Lo caprichoso de las líneas fronterizas queda en evidencia en cuanto al habla se refiere. No es uno y el mismo lenguaje en Colombia, un país de 44 millones de habitantes donde el castellano debe convivir con unos 65 dialectos indígenas.

Los "paisas" del noroeste de Colombia tienen un "cantadito" muy particular y usan el voceo, y -si por el habla se sacara la nacionalidad- en La Guajira y en los llanos orientales, sus habitantes se confunden con venezolanos. Mientras, los "pastusos" (del departamento de Nariño) se confunden con ecuatorianos, y los costeños -que cambian la s por la j- con panameños o dominicanos.

Al proponer simplificar y humanizar la gramática, en su polémico discurso "Botella al mar para el dios de las palabras" pronunciado en Zacatecas (México) en 1997, García Márquez sentenció: "Nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual".

Isabel Sánchez