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La inseguridad condiciona el transporte de pasajeros

Las avenidas marcan un límite y a partir de ahí son muchos los que prefieren no internarse cuando oscurece. FOTO: AMANCIO ALEM.. 
Taxistas y remiseros dicen que no hay horario ni códigos para el delito. Por las noches, circulan menos coches y la mayoría no ingresa a barrios del cordón oeste. Al riesgo que padecen conductores se suma el perjuicio para los usuarios.


En la parada, la señora anunció su destino: Barranquitas, en un punto no muy lejano de la Presidente Perón, y el primer taxista de la fila dijo que no. Probó suerte con el segundo y tampoco. El tercero accedió de mala gana, pero con la condición de dejarla en la avenida. Las otras tres cuadras hacia el oeste debía hacerlas a pie y a su propio riesgo. Pero es precisamente la necesidad de evitar ese riesgo la que llevó a la usuaria en cuestión a buscar un taxi.

La inseguridad paraliza a quienes transportan pasajeros y limita los movimientos de la gente, y en la calle las anécdotas se cuentan por montones.

En determinados horarios, los vehículos de transporte de pasajeros prefieren salir de servicio o prestarlo pero con un target muy reducido: a determinados barrios no ingresan y ante un potencial cliente sospechoso siguen de largo. En ésto no hay diferencias: reaccionan por igual taxis, remises habilitados y truchos.

Por si no alcanzara con el riesgo cierto de un asalto -siempre a mano armada, la mayoría de las veces por menores y muchas veces drogados o alcoholizados- el pésimo estado de las calles y la casi nula iluminación que caracterizan a algunos barrios del norte y noroeste hacen el resto para ahuyentar el ingreso de los coches.

NUEVOS CÓDIGOS Y MÁS VIOLENCIA


"No es miedo, es pánico", precisa Oscar Di Giorgio, secretario de la Asociación de Taximetristas Unidos, quien arriesga un promedio de un asalto por día entre las unidades nucleadas en la entidad. En la sede de calle Tucumán, las historias se cuentan por montones. Van desde aquella señora con su hijo que paró un taxi en Bulevar y Francia para que la lleve a Francia y Mariano Comas, porque no se animaba a caminar esos 200 metros, hasta la señora con un bebé que en realidad funcionó como señuelo para una emboscada, ya lejos del centro. Utilizar mujeres con criaturas para fines delictivos parece ser una modalidad muy extendida en los últimos tiempos. Y entonces, la desconfianza aumenta.

"Antes sabíamos dónde entrar y dónde no, pero ahora todo ha cambiado y en el centro, donde antes se circulaba con tranquilidad, es común que suban los que después nos asaltan a medida que el coche se aleja hacia el oeste".

Todo repercute de manera directa sobre la prestación: los choferes dejan de entrar a partir de cierto horario a determinados barrios, los turnos se reducen y el servicio se resiente: calculan que de noche circula un 30% menos de coches que hace dos años. Pero las horas de sol tampoco ofrecen garantías.

Hay un reconocimiento para los "buenos clientes" que a veces son los que indican por qué calle conviene tomar, por dónde es mejor salir, dónde es preferible detenerse, y hasta llevan la plata en la mano para no demorar al chofer. "Son los mismos que pagan las consecuencias de una inseguridad generalizada y sin códigos que ganó las calles".

Hay mucha violencia: "Aunque no te disparen, seguro que te golpean, señala Alberto Scarpa, presidente de la Asociación. Hay madres con criaturas, jóvenes bien vestidos y chicos armados -cuya reacción es imposible de anticipar- involucrados en los robos.

CRUZAR LA LÍNEA


El ingreso a ciertas zonas se limita y es ahí donde toman la posta los remises ilegales. Ubicados en puntos estratégicos de las avenidas, con autos de menor valor, conducidos -en general- por gente del mismo barrio, se atreven a cruzar la línea roja y arriesgarse, por la plata justa, a internarse a donde otros no llegan.

Tampoco es que gocen de total inmunidad: el horario y el destino del viaje también marcan el límite.

En el corazón de Los Troncos, Juan recorre a bordo de su auto todos los puntos por donde no pasan los colectivos. Dice que hay más vigilancia policial pero igual no se arriesga a viajar a cualquier hora. "Además -afirma- vagancia hay de sobra porque falta trabajo. Se ve gente por todos lados y eso es porque hay muchos sin nada para hacer".

En otra parada, Patricio coincide pero argumenta que no es ése el peor de los barrios "hay crímenes que ocurrieron en otra zona y nos tiran el fardo a nosotros. No es que no se pueda entrar, pero muchos vehículos no quieren hacerlo". Igual él trabaja hasta las 20. Después de esa hora, dice que los colectivos pasan, aunque con una frecuencia menor.

AL FINAL, TODO TIENE UN LÍMITE


Desde el Mercado de Abasto hasta el fondo hay 12 ó 13 cuadras; no es mucho pero hasta allí no llega ni el colectivo, ni los vehículos de alquiler y, a ciertas horas, tampoco conviene caminar. "Nosotros somos remiseros truchos', se ataja Fernando, aunque se le aclara que el tema está fuera de discusión para el objetivo de esta nota. Lo que él y sus colegas hacen -son varios en la parada- es entrar hasta el centro de San Agustín I y II e incluso a La Tablada, una de las zonas olvidadas de la ciudad.

La rutina es ésta: "Pasada cierta hora, el colectivo o el auto legal deja al pasaje frente a la parada o en la comisaría y de ahí en más nadie los quiere llevar". Ahí se produce el trasbordo, y Fernando y sus colegas ingresan al amparo del conocimiento que tienen de ellos en el barrio.

Igual, reconocen que la noche es peligrosa para todos y mientras admiten que llevan las de perder porque son truchos -lo dicen con todas las letras- saben que no hay otra forma de llevar algo a la casa.

UN CASO TESTIGO


Remises Santa Fe es la primera firma que se constituyó en la ciudad para prestar ese servicio, en el año 1993.

Su propietaria, Mónica Herr, tiene dos premisas: el servicio se corta desde las 22 y a partir de las 19 ningún coche entra a la zona roja.

La decisión no obedece a lujos propios de una situación económica holgada, sino a una cuestión básica de seguridad: ya asaltaron la base y a varios coches. Frente a la impotencia que esta situación implica, optó por decisiones tan drásticas que, sin dudas, repercuten en la economía de la empresa pero intentan disminuir los riesgos.

PIDEN MÁS PREVENCIÓN


La mayor presencia de móviles policiales en las calles de la ciudad es inocultable. En el centro y en los barrios se admite que cumplen una importante función disuasiva. Pero no siempre alcanza. Alberto Scarpa, de la Sociedad de Taximetristas afirma que "si algún día hacen los operativos como se debe y siguen los robos, me voy a callar la boca. Si no, vamos a seguir reclamando".

Entonces se explica: "Quiero que me paren y si llevo un pasajero dudoso, lo bajen y lo palpen de armas".

La situación es de total desigualdad, coinciden sus colegas, porque "vamos a merced de los ladrones", y uno más aportó un ejemplo de cómo un operativo se puede volver poco efectivo: "sin pasajeros me pararon un montón de veces, y con el taxi ocupado una sola vez, y así los controles no sirven".

Nancy Balza