El seleccionado argentino de fútbol, que necesitaba el oxígeno de un triunfo después de la derrota ante Brasil, sólo empató sin goles con Paraguay, rival al que no vence como local en eliminatorias sudamericanas desde hace 31 años, y confirmó una ruptura con la hinchada que parece irremediable.
El único saldo positivo que dejó el resultado fue la frescura de la sociedad que conformaron Carlos Tévez y Javier Saviola, titulares por primera vez en el camino previo hacia Alemania 2006, que ya lleva siete fechas y ofrece más interrogantes que certezas para el fútbol argentino.
Paraguay jugó con un hombre menos desde los 16 minutos del segundo tiempo por la expulsión del volante Angel Ortiz por doble amonestación.
La movilidad de Carlos Tévez por ambos costados del ataque fue lo más emocionante que pudo ofrecer Argentina durante los primeros 25 minutos de un partido que se presentó con las características que se presumían en función del rival.
La visita apenas insinuó con timidez un ataque que nunca concretó por su constante inferioridad numérica en acciones ofensivas, pero Argentina tampoco concretó sus amenazas pese a su mayor obligación y a la disposición de un mayor número de jugadores para agredir.
Nada nuevo en los partidos de eliminatorias en el Monumental, o mejor dicho sí, el esquema táctico. Argentina abandonó la ortodoxia ofensiva de los extremos, el enlace y el centrodelantero y estableció un dispositivo menos estructurado que permitió, aunque en forma esporádica, observar la frescura del juego de Tévez y Saviola.
Ellos dos, los preferidos por la gente, fueron los hombres más peligrosos del conjunto albiceleste, que debió consumir mucho esfuerzo para superar la disciplina táctica del seleccionado rival.
Después de un arranque inexpresivo, Argentina llegó a redondear sus mejores momentos sólo con algunas situaciones de precisa asociación colectiva que no alcanzaron a concretarse por la eficacia de la defensa adversaria.
Tévez, sin dudas, fue el abanderado de ese segmento por la gambeta en velocidad y Saviola, el escolta, al ofrecerse como única referencia dentro del área, donde Hernán Crespo pasaba inadvertido.
La primera llegada que despertó a la Argentina ocurrió a los 26 minutos, cuando Tévez desbordó por izquierda y Saviola no llegó a conectar de cabeza en la puerta del arco.
A partir de ese instante el equipo ganó lucidez, se liberó de la marca paraguaya y estuvo cerca de llegar al gol, como a los 31 minutos, instante de la mejor jugada asociada que se inició por izquierda con Sorín, continuó con González y culminó con un remate seco de Saviola que Villar devolvió con las manos.
Cerca del final, Tévez y Saviola protagonizaron dos nuevas combinaciones vertiginosas que motivaron el aplauso espontáneo del público como reconocimiento a la calidad de las jugadas, que terminaron con un remate desviado del ex River Plate y otro del hombre de Boca tapado por el arquero.
El entretiempo interrumpió el lapso de inspiración y la gente, de muy poca tolerancia después del último mundial, no perdonó el letargo con el que Argentina inició el complemento.
Antes que Saviola ensayara su primera diagonal a los 13 minutos, que terminó con un remate a las manos de Villar, el público ya reclamaba "y pongan h...., la p... que los p...".
Y tocado en su orgullo, el equipo recuperó el protagonismo, pero lo hizo con poca claridad para sorprender a un rival mucho más comprometido con la marca después de la expulsión de Angel Ortiz por doble amarilla y con Cardozo como único delantero.
El fastidio por cada desacierto argentino, la ansiedad del público y el fracaso de los cambios (ingresó Mauro Rosales para posicionarse como extremo derecho) fueron factores que conspiraron contra el equipo en la recta final del partido.
El clima espeso cobró cada vez más protagonismo: Paraguay se afirmaba más con el aliento incesante de sus 6 mil compatriotas y Argentina se aturdía con los murmullos y los desaires que bajaban de los cuatro costados del Monumental.