Patoruzito llegó al cine
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Desde hace dos días, un caciquito asoma su pluma entre telarañas, intenta resistir pases mágicos con su poncho y busca colar sus boleadoras entre ogros y gatos parlantes. En teoría, debiera funcionar: lo sostienen una inversión de 3 millones de dólares, una fuerte estrategia de marketing y el poder de uno de los principales multimedios del país. Además, claro, del imaginario de una generación, aunque no sea ésta la destinataria del producto.
En las historietas, Patoruzito surgió, en 1945, como una versión infantil del por entonces muy popular Patoruzú (original Curuguá Curiguagüigua, rebautizado en base a la pasta de oruzú, exitosa golosina de la época). Desde las tiras diarias y sus posteriores historias completas, pasando por el inolvidable Libro de Oro anual y las eternamente refritadas Andanzas, el millonario y superpoderoso cacique tehuelche -porque, le guste o no a los puristas y a despecho de lo que sostiene Roberto Fontanarrosa en el prólogo del libro de la Biblioteca Clarín, lo que tenía eran superpoderes- se convirtió en un masivo ícono cultural.
Así, Patoruzito se convirtió en una reformulación menuda del personaje: un chico noble, valiente y dotado de un genuino ingenio criollo.
Su personalidad se oponía a la de su amigo Isidorito, traslado del también famoso Isidoro -dueño además de su propia revista, las Locuras, que desde esta semana cuenta con su tomo recopilatorio-, símbolo de la viveza y picardía porteña.
Patoruzito debía enfrentar mil intrigas tejidas por malignos personajes empeñados en robarle las tierras que heredó de su padre, el cacique Patoruzek.
Su peor enemigo era otro indio, el hechicero Chiquizuel, que quería entregar las posesiones de Patoruzito a su nieto Chupamiel, un chico que jamás se separaba de su tarro de miel y se pasaba el día chupándose el dedo, malhumorado.
La versión fílmica se vale de la mitología del origen de los Patoruzek, que se remonta a los faraones y somete al pequeño cacique a una serie de pruebas, que debe atravesar para hacerse acreedor a su legado, enfrentando a un rival creado para la ocasión.
Según sus propios artífices se aseguraron de aclarar, no hay aquí sustrato ideológico, más que ensalzar la nobleza del personaje y su inclinación al bien universal. Es decir, no habrá líneas duras sobre el atraso de la Patagonia o la expoliación de sus recursos por grandes terratenientes extranjeros; ni siquiera algo menos irritativo, como la brega ecológica. Por otra parte, tampoco están los estereotipos con que Dante Quinterno acostumbraba representar a los extranjeros y villanos de la serie, y que tantas críticas le valieron.
Pero, más que el personaje, lo que ha dado un lugar de privilegio a Patoruzito en la historia de la historieta argentina es la revista que llevaba su nombre. Rompiendo el modelo tradicional, la publicación privilegiaba la imagen y la acción al texto y dio cabida a grandes artistas, que le valieron un público inmenso y fiel.
Se publicó durante más de dos décadas, completando alrededor de mil números, en formatos variables. La cadencia fue semanal hasta 1962, cuando pasó a ser un mensuario.
Durante 12 años y 593 números, el caciquito ocupó la portada de la revista, con ilustraciones a todo color de Quinterno y su equipo. Después, cedió el espacio a escenas del género aventurero, cuando la tendencia se inclinó en ese sentido.
Patoruzito ocupaba también las páginas centrales, con historias continuadas a todo color. El segmento se completaba con Etta Kett (una tira costumbrista norteamericana de los '40, de Paul Robinson) y El Gnomo Pimentón (de Oscar Blotta). También en colores, el reverso de la tapa y la contratapa estaba dedicado a Mangucho y Meneca (Battaglia), Langostino (Ferro) y Paquita Traviesa (versión castellanizada de Little Iodine, de Jimmy Hatlo).
El resto de la revista era en blanco y negro y dedicado a aventuras "serias": Flash Gordon y Rip Kirby (Alex Raymond), Capitán Marvel Jr., la intrépida Connie (Frank Godwin), la epopeya de Rinkel el Ballenero (Tulio Lovato) y, sobre todas, la gran creación aventurera de la década: Vito Nervio, el detective porteño de Repetto y Cortinas primero y Wadel y Breccia después (serie que también será rescatada por la Biblioteca Clarín). También estuvieron A la Conquista de Jastinapura, de Cortinas, y la reimpresión de Hernán el Corsario, de Salinas. Más adelante vendrían Charlie Chan (Andriola), Robin Hood y Phantom Stranger de la DC/National (para más detalles, consultar el amplísimo y documentado informe que le dedica el sitio web español www.tebeosfera.com).
En 1957 apareció el mensuario Correrías de Patoruzito, con aventuras originales. Este material es el que hoy se reedita bajo el título de Selección de las Mejores Correrías de Patoruzito.
Con él, cuando salgan del cine, los padres nostálgicos podrán tentar a sus hijos a explorar las raíces de ese indiecito, convenientemente aggiornado a la época actual y con música de Los Nocheros, La Mosca y León Gieco. Y comprobar si, marketing mediante, revive la leyenda.
En principio, se suponía que las historias de Patoruzito correspondían a la infancia de Patoruzú, en una suerte de racconto. Pero, si esa era la intención, la nueva versión alteró sustancialmente el pasado del indio. En el primer número de Patoruzito, el protagonista conoce a Isidorito, contradiciendo lo que, en Patoruzú N° 1, se presentó como el primer encuentro entre el cacique y su "padrino", ya adultos y en un circo.
Pero, además, las historietas de Patoruzito incurrían en inocultables anacronismos, desde la utilización de avances tecnológicos que no podían haber existido en la infancia del personaje original, hasta menciones al año en curso o episodios de actualidad reciente. De hecho, también los secundarios como La Chacha y Ñancul lucen la misma edad en las dos series.
Otra discordancia es la notable inteligencia de Patoruzito, capaz de poner en ridículo al atorrante de Isidorito; a contrapelo de las escasas luces del indio mayor, siempre proclive a ser enredado por las intrigas de su coequiper, aunque finalmente y de manera sistemática acabara dándole una lección.
El sabor no cambia, pero los tiempos sí. Y el cacique tehuelche tomará mate con yerba misionera. En realidad, se trata del hoy tan frecuente recurso de la publicidad incorporada a la acción y todas las escenas de mateada de la película servirán para mostrar la etiqueta de una conocida marca.
La misma empresa reproducirá, en sus envases de yerba mate y mate cocido, imágenes del personaje; lanzará cuatro latas alusivas y también una colección de pocillos dedicados a Patoruzito.
Emerio Agretti
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