Se compra biotecnología, pudiéndosela producir


La apreciación corresponde al doctor Alejandro Mentaberry, científico de dilatada trayectoria. La Argentina no posee un programa definido de desarrollo ni una visión clara sobre su inserción en la economía mundial. Frente a las demandas de alimentos del mundo, el país tiene una gran oportunidad por sus recursos naturales y humanos.

Esta semana, la ciudad de Santa Fe fue distinguida con la presencia de hombres de muy reconocida trayectoria nacional e internacional pertenecientes al Derecho, a las Ciencias Sociales y Biológicas y a la Literatura. Una de estas actividades la concretó la Bolsa de Comercio de Santa Fe, institución que en el marco de la celebración de sus 120 años invitó al doctor Alejandro Mentaberry, uno de los más importantes especialistas en Virología y Biotecnología Vegetal.

Radicado nuevamente en el país desde 1985, el experto planteó un escenario descarnado respecto de la necesidad de alimentos que tendrá el mundo en el corto plazo -20 ó 25 años-, contextualizándolo en un planeta con recursos naturales finitos -la falta de agua será una fuerte limitante-, pero con herramientas como las que aporta la ciencia para obtener mayor productividad a las tierras dedicadas a la agricultura.

En una disertación de una hora y media sin desperdicio en toda su extensión, habló de la oportunidad que este desafío representa para la Argentina, si se define un rumbo como país agroalimentario, y en el marco de esa determinación de Estado, si se adoptan políticas de fondo respecto del apoyo y la orientación de la ciencia, la economía, la educación, en el campo social, etc.

Fue crítico respecto de nuestro país, al decir que en él se habla mucho de biotecnología, pero que "se la compra" pudiéndosela producir y luego vender a otros. También habló de las posibilidades de esta provincia y de los emprendimientos, con fuerte apoyo empresario, que se prevén concretar en Rosario.

El presente artículo resume parte de esa disertación y una entrevista concedida al diario El Litoral.

-Usted ha señalado que habrá un mayor consumo de proteínas en todo el mundo.

-El consumo de alimentos acompaña el crecimiento demográfico y se espera que en los próximos 25 años casi se duplique la población actual. Esto ya, automáticamente, impone un monto global de alimentos que hay que lograr conseguir. Pero, además de la proteína vegetal, pensando en términos de calorías estrictamente, hay otros requisitos. En general, las sociedades económicamente más avanzadas piden más proteína animal. Eso es más caro en términos productivos, porque la relación entre proteína vegetal cuando se transforma en los animales, es entre dos y cinco a uno. Es decir, hay que producir mucho más granos para dar de comer a una vaca o a un cerdo, con el fin de poder tener la misma cantidad de proteínas al final.

Asimismo hay un requisito de variación de la alimentación; esto ya no tiene que ver con la cantidad abrupta de comida sino con su calidad. Son todos requisitos que hay que resolver en un lapso muy corto de tiempo, pensando en la población y de las exigencias de esa población que vendrá (ver cuadro)

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-Cuando usted habla de este desafío mundial, ¿cómo la ve ubicada a la Argentina? ¿Cuáles son nuestras ventajas comparativas y qué es lo que nos falta todavía?

-La Argentina está muy bien ubicada; tiene una magnífica oportunidad aunque todo el mundo en este país sea pesimista. En este caso es una oportunidad sostenida porque no depende de nosotros; es un hecho objetivo, la gente puede dejar de hacer muchas cosas pero no dejar de comer. Y la Argentina es productor de comida. En esto tenemos ventajas naturales comparativas; la principal es que poseemos un gran territorio agrícola con un régimen de agua muy favorable; casi no se tiene que irrigar que es una de las limitantes del futuro.

Asimismo, ha desarrollado un sistema agrícola intensivo con mucha tecnificación. Pero a esto hay que profundizarlo y hacerlo más sustentable en el tiempo, si queremos realmente extraer la riqueza prometida. Y eso se llama tecnología y desde el punto de vista de los organismos, es decir, de los cultivos, los animales, es biotecnología lo que debemos aplicar.

En este sentido, la otra ventaja competitiva o comparativa que tenemos es una relativa abundancia de recursos calificados en biociencias. Ahora según lo antes dicho, considero que son recursos potenciales si no hay decisiones políticas de hacer de esto un modelo de desarrollo, si no se va en una dirección congruente. Entonces, yo creo que tenemos una gran oportunidad pero hay que darse cuenta de que todavía falta hacer muchas cosas.

-¿Qué considera usted que nos falta? En una oportunidad habló de que carecíamos de un modelo de gestión, de reglas claras, de marcos regulatorios.

-Todo lo que usted señala es parte de los deberes que tiene que hacer la Argentina. Si aspiramos a que estas ventajas se traduzcan en riqueza, hay que hacer bien los deberes. El mundo exige cierta calidad, cierta continuidad por las cuales paga. Si la Argentina no puede garantizar estas cosas, no va a tener clientela.

Además, impone cierto esquema de desarrollo al país. Tenemos que tener cierto esquema de desarrollo e inserción en la economía global. La Argentina está funcionando por default: todo el mundo está de acuerdo con que el sector agroalimentario es importante, pero no hace cosas consecuentes para que este sector agroalimentario se tecnifique, genere trabajo, etc.

Todo el mundo está de acuerdo con que hay que avanzar en el terreno de regionalizar la economía, pero las políticas que se siguen son bastante erráticas también.

Digamos que faltan políticas coherentes y concertadas sobre ciertos problemas. No se puede dar prioridad a todos los campos al mismo tiempo. Tenemos que definir qué queremos ser. Si decidiéramos que este país será productor de alimentos, habría que encararlo en serio con todo lo que ello implica, no sólo biotecnología. La biotecnología no es más que un instrumento que puede jugar muy a favor nuestro. Pero faltan políticas de población, de educación, económicas para el agro.

Mucho más de lo que hacemos

-Dentro del campo de la biotecnología en particular, ¿cómo ve a la Argentina a nivel científico, más allá de sus recursos naturales?

-Mire, nosotros tenemos gente muy capaz y puede hacer cosas muchísimo más importantes que las que hace. También cuando hablamos de que faltan políticas específicas, incluyo las de orden científico-tecnológico. Hay mensajes un poco esquizofrénicos de todos lados. Si decidiéramos ser una potencia biotecnológica, en 10 ó 15 años lo seríamos, pero para eso tenemos que aumentar nuestra masa crítica de investigación, no seguir expulsando a la gente, pagarles un salario digno a los científicos para retenerlos; tener políticas de conciliación sobre determinados problemas; es decir no podemos estudiar todo y querer ser campeones en todo porque no podemos serlo. Hay que poner un poco de racionalidad en las políticas específicas.

Desde que tengo memoria -volví al país en el año '85-, estamos hablando de biotecnología, pero la verdad de la Argentina es que aquí hablamos; otros países que empezaron en el mismo momento que nosotros son potencias discretas de segunda línea en biotecnología, como Canadá o Australia, mientras que nosotros seguimos hablando. No hemos tenido logros, ni permanentes ni consolidados en nada. Es la manía argentina de hablar y no hacer las cosas y esto es muy terrible como lastre.

No nos tenemos que comparar con el Canadá de principios de siglo, sino con el Canadá y la España de hace 15 años, e interrogarnos qué es lo que ha pasado con la Argentina, que es un proceso de degradación permanente mientras que los otros países han avanzado. Eso es muy costoso en el mundo de hoy; uno no se puede quedar en el tiempo.

-En general se cree que el país ocupa un lugar importante en biotecnología.

-La Argentina tiene un lugar importante en la aplicación de la biotecnología pero la compramos; por ejemplo, la soja transgénica que es tecnología originada afuera e implantada por nuestro país. Otra cosa es producirla, tener tecnología propia y que nosotros vendamos, porque usar la biotecnología para nosotros es un gran negocio -ha potenciado el paquete de la soja y otra serie de cosas-, pero el gran negocio lo está haciendo quien nos vende la tecnología; éste es quien está haciendo mucha más plata. Y nosotros lo podríamos hacer también.

-¿Estamos en condiciones de producir biotecnología?

-Por supuesto. Uno de los pocos campos en los que podríamos producir tecnología es en el campo de las ciencias biológicas, donde tenemos recursos humanos. Pero además de masa crítica también necesitamos políticas y financiación; no se hace con voluntarismo y heroísmo como estamos acostumbrados a pensar.

La teoría argentina de tener una persona condenándola a que haga mil cosas por día, durante 15 años y pensar que algo va a salir, es la mejor manera de fracasar. No se pueden dar determinadas luchas sin contar con los elementos necesarios.

Proyectos en la provincia

-Con respecto a esta provincia, usted es partícipe de algunos proyectos con radicación en Rosario. ¿Los podría explicar?

-Yo participé en el comité binacional que se formó para tramitar la constitución del Centro Genómico de Plantas en la Argentina. Hubo una decisión del lado argentino de ubicar este centro en Rosario; ahora la gestión está supeditada a la conformidad de los españoles. Supongo que no va a haber dificultades, aunque el cambio de gobierno en España lentificó la historia. Pero existe una decisión fuerte de los dos lados, por tener un centro binacional que sea parte del sistema de investigación español y del argentino.

La otra iniciativa en la que estoy involucrado más directamente, el Indear, que es el Centro de Agrobiotecnología de Rosario, está en sus comienzos, ya que estamos terminando de firmar los acuerdos con el Conicet.

Será una iniciativa pionera, la primera privada-pública que surge en la Argentina y a la que estamos preparando con mucho cuidado, por esa razón y porque somos conscientes de que puede ser una experiencia piloto muy importante. Y la decisión del lado privado está en poner el dinero que haga falta y del Conicet de ir con sus investigadores en esto.

-¿Participa Aapresid?

-No lo hace formalmente, porque esto es una iniciativa impulsada por Bioceres, -que es empresa que se formó en el seno de Aapresid- y por Biosidus o por Sidus -que es una empresa de biotecnología en el campo farmacológico. Estas empresas van a afrontar alrededor del 60 % de la inversión y después se abrirá el proyecto al capital social. Allí habrá oportunidad para otros de poder invertir en este instituto, y yo asumo que este grado de conformación del capital va a tener mucha repercusión social, porque estará muy dirigido a las necesidades de la producción realmente, con la idea de hacer investigación de alto nivel, investigación propia... Todas cosas que requieren masa crítica, financiación, un entorno favorable para hacer las cosas, investigadores bien pagados.

-Está claro el aporte privado, pero ¿cuál será el del Conicet?

-El Conicet aportará sus investigadores y obviamente éstos tendrán acceso a la subsidiación, es decir a concursos de subsidios que son públicos. Van a tener lo mismos derechos y deberes de los investigadores del Conicet pero, además, tendrán un respaldo financiero mucho más importante, que son los proyectos propios de este instituto, investigaciones por contratos y una serie de cosas más.

Habrá una masa crítica de recursos humanos grande, unas 400 personas entre los distintos institutos y centro; un grupo de más de 100 investigadores es masa crítica. Todo esto estará muy focalizado sobre vegetales. En el Instituto de Biología Molecular de Rosario hay un grupo de investigadores con experiencia, muy buenos, y después los que se puedan reclutar para los otros dos institutos. Una nueva experiencia en el país, que va a focalizar un montón de recursos en una misma cosa. Es algo sumamente necesario para tener impacto. La investigación ya no es una cuestión individual, sino una lucha de ejércitos, y si no tenemos un pequeño ejército no vamos a ningún lado.

-Considera, entonces, que en este marco las perspectivas para Santa Fe son buenas.

-Creo que sí. La provincia de Santa Fe puede desarrollar esto en otro círculo virtuoso, creo que en gran medida lo ha cerrado con los paquetes de siembra directa o el polo aceitero. Habría que multiplicar esto por 10 o por 20; tener muchas cadenas productivas planteadas en círculos virtuosos de ese tipo.

El círculo virtuoso se cierra con tecnología y el conocimiento, no hay otra forma de cerrarlo a esta altura del siglo. Santa Fe podría ser también pionera en esto y, además, se observa mucho entusiasmo en las propias fuerzas de la provincia; de las fuerzas productivas y de las autoridades políticas.

Hemos recibido mucho eco: del gobernador, del ministro de la Producción, de las fuerzas de la producción. Es un compromiso serio. En el mundo actual no hay secretos: hay que trabajar y trabajar duro; no hay ningún milagro, pero si hacemos lo que debemos por 10 años seguidos, vamos a tener resultados.

Teresa [email protected]