Lo inefable en la ventana
Pablo Kersner es artista plástico, escritor y sicólogo marplatense. Su serie El Diccionario recorrió distintas salas de Mar del Plata y Buenos Aires, demostrando la vinculación del arte con la palabra y la esencia de lo humano.

Asomarse a cada una de esas ventanas que Pablo Kersner abrió en la pared, es casi como entrar en "La Casa de las palabras" que soñó Elena Villagra en un cuento de Eduardo Galeano. Pero hay una diferencia. Para conmoverse con ellas no es necesario ser poeta, sino simplemente cómplice de una verdad: la palabra es génesis y apocalipsis, éxtasis y agonía de toda creación.

Ahí están muchas de las palabras que alguna vez fueron fiesta en nuestros labios y ahora viven enruladas en el color, las texturas, el aroma de los materiales y las formas. Sobre letras fósiles de lo que fue un diccionario, nacen otras, como la raíz que brota entre la hojarasca. Y es que ni el diccionario más completo alcanza cuando una emoción nos inunda, cuando llega la inspiración, el amor, el deseo. Esas letras nacientes bailan como una plapla y son una invitación ineludible para seguir abriendo ventanas, para seguir dialogando dentro del aura.

Eco sensible

"Palabras que tropiezan", canta una de ellas. "Escucha hijo, las palabras trepan", dice otra. Entonces nos acordamos de esas palabras que andan enamoradas por mi boca, ansiosas en tus oídos, alineadas -pero casi siempre insuficientes- en las páginas del diccionario, vibrando en la tinta, formándose junto con los primeros dientes, jugando en la vereda, caminando en la almohada, tratando de explicar lo inexplicable, de unirnos, de alejarnos, de encontrarnos. Y, por si fuera poco, según otro gran uruguayo, tienen una "táctica": quieren construir un puente indestructible.

A todo movimiento antecede la quietud y todo verbo es precedido por un silencio. Los mensajes que transmite la obra de la serie El Diccionario, vienen a quebrar mágicamente la fina capa de inercia de cualquier espacio en el que cuelguen. Hacen eco en los sentidos hasta llegar al alma. Los recuerdos se transforman en materia, el artista se convierte en su obra y quien observa a través de esas ventanas, se hace dueño del mundo onírico y lúdico que regalan. Porque ¿qué es el arte sino aquel intento de poner en palabras, colores o música aquello que parece inefable?

El caótico camino del arte

-¿Cómo descubriste -entre tus otras pasiones de escritor y sicólogo- la del artista plástico?

-Ante todo creo que en una persona pueden convivir más de una pasión, y que sería algo mezquino considerar que sólo puede habitarnos un solo deseo como forma de expresión. No sé bien cuándo la descubrí, pero sí puedo decir que la redescubrí cuando escribía el libro Construcciones. Sentía como si a las palabras les faltara algo, como si tuviesen que estar acompañadas por algún cuerpo, por otro texto que pudiera traducirse en imágenes, en texturas, en colores. Digo que redescubrí el mundo de la plástica porque un día trabajando un objeto recordé que de muy pequeño había realizado algunas cositas que hoy podríamos llamar "ensayos de niñez" en lo que era mi habitación de hijo. Una que recuerdo era una sábana blanca enmarcada como si se tratara de un cuadro bien grande en cuyo centro rezaba una frase: "prohibido fijar carteles". La tela era lo suficientemente grande para que las personas que ingresaran a mi habitación escribieran alguna frase o solamente su nombre, todo servía para contradecir esa cita escrita en tinta roja.

El "prohibido fijar carteles" era una inscripción que se leía en las paredes de la ciudad durante la dictadura. Siempre me reveló esa frase. Algo, intuyo ahora, debía hacer con esa bronca, con esa impotencia. Entiendo que en ese juego (en esa obra, ¿por qué no?) de adolescente sintetizaba, de algún modo, la plástica y la escritura de un modo colectivo, esto es con los otros.

-¿Cuál es el camino de la creación desde la idea e inspiración hasta la obra terminada, materializada?

-¿Cómo saberlo? Desde que camino por la calle y encuentro una maderita con algún color o forma que me llama, o un alambre al que le encuentro una forma y que puede decir algo o formar parte de una obra que estoy construyendo. La creación va desde ese tropiezo, desde esa búsqueda con una piedra o una chapa oxidada en la calle hasta llegar a lo que puede llegar a sentir una persona frente a la obra colgada. El camino de la creación es caótico, confuso, sin bordes por momentos, de mucha soledad y también de mucho placer. Colgar la obra es subir a superficie. Necesario, para más tarde volver a sumergirse.

-Utilizás materiales "poco usuales", como basura, elementos en desuso...

-Los materiales con los que trabajo en el taller de Fernando Rodríguez son los que me da la calle, éstos son por ejemplo, tuercas, clavos, cajones de madera, botellas, corchos, piedras. En estos tiempos, estoy trabajando con hojas viejas, viejísimas te diría, de un diccionario que encontré abandonado en un rincón de la ciudad. Al vivir en Mar del Plata también cuento con la generosidad del mar, allí encuentro en más de una ocasión mensajes guardados celosamente en botellas anónimas.

Palabras andantes

-Con respecto a la serie "El Diccionario", ¿qué sentiste en el momento en que comenzaste a ver el diccionario como un objeto artístico, como ese "universo de palabras habitado por un desierto de hombres", según tu propia definición?

-Borges pensaba que ordenar una biblioteca era una manera de ordenar el mundo. Tengo la impresión que haber trabajado con el diccionario con otros fines que el de su uso habitual, es tal vez una manera de desordenar el mundo. Crear es desordenar el mundo, pero ojo, ese otro mundo que sale en la TV y en los diarios. El mundo de las injusticias, el mundo de las guerras, el de las miserias humanas. Por lo tanto, desordenar el mundo es permitirse construir otros mundos donde los sueños sean posibles.

-¿La palabra tiene el protagonismo en esta serie, o es una excusa para despertar otras cosas?

-Si bien en esta serie la palabra tiene un lugar de protagonista, salió así sin ser previamente meditado. Hay obras que nacen sin palabras y otras que sí. Debe obedecer a los mecanismos oscuros de la creación. De todos modos, entiendo la obra plástica como un texto a descifrar.

-Hay mensajes para un primo, para tu hijo. La obra del artista plástico ¿puede ser un acercamiento a los afectos cercanos y no tan cercanos? ¿Cómo es ese vínculo?

-No creo en los mensajes. Intuyo que si aparece en algunas de mis obras mencionados por ejemplo mi primo, mis viejos o mi hijo, son conversaciones que me propongo establecer con ellos. Me parece que en una conversación se da el encuentro. Los mensajes me resultan tan aburridos como las moralejas.

-¿Qué caras te gustaría ver en quiénes están contemplando tus obras...?

-Sospecho que me gustaría encontrarme con caras de navegantes. De navegantes que se atreven a cambiar el rumbo original, de náufragos que luchan contra sudestadas y destinos impensados. Ver en cada uno la cara del náufrago que prepara el bote para arrojar y salvar al niño que fue.

-¿Cuál es a tu criterio la importancia y el rol del artista en la sociedad de hoy?

-Tal vez ninguno y tal vez muchos. Si lo vinculo con el mundo de la política y de las políticas creo que ninguno. Si lo pienso en personas por separado se me hace más fácil, creo que el aliento del artista en lo social puede encerrarse en la idea de "nada de lo humano me es ajeno".

Cinco convicciones de Kersner

  • El camino de la creación es caótico, confuso, sin bordes por momentos, de mucha soledad y también de mucho placer. Colgar la obra es subir a superficie.

  • Desordenar el mundo es permitirse construir otros mundos donde los sueños sean posibles.
  • La obra plástica es un texto a descifrar.
  • En quienes contemplan mi obra quiero ver la cara del náufrago que prepara el bote para arrojar y salvar al niño que fue.
  • El aliento del artista en lo social puede encerrarse en la idea de "nada de lo humano me es ajeno".
  • El diccionario: objeto artístico

    ¿Quién no creció con un diccionario en su casa?

    La muestra nació a partir de ver y pensar el diccionario como un objeto artístico.

    (...) Alguna vez tuve la sensación de que se trataba de un universo de palabras habitado por un desierto de hombres.

    Impulsado por esta visión la tentación fue creciendo. Lentamente me fui acercando al diccionario sin otro interés que el de tocar sus tapas añosas, oler el papel, mirar con detenimiento el color de las hojas, hasta dejarme llevar en más de una oportunidad, por las palabras que fueron marcadas por algún insomne y desconocido lector.

    El recorrido personal continuó con el dibujo de bigotes, patillas y anteojos a todo prócer que se asomara en algún rinconcito de la hoja.

    De este modo, la tentación se iba convirtiendo en un solo gesto; desempolvar del encierro a muchas de esas palabras y permitirles ahora que formen parte de nuestros días.

    Por tal motivo, señoras y señores, con ustedes los protagonistas. Mis horas. Mis sueños.

    Virginia GutierrezFotos: Ricardo Talamonti