Opinión: Kirchner versus Blumberg
por Darío D'Atri

El gobierno nacional en pleno respiró aliviado cuando comprobó el jueves a las 9 de la noche que la tercera convocatoria de Juan Carlos Blumberg no repitió el nivel de adhesión de la primera marcha, cuando casi doscientas mil personas cubrieron la plaza del Congreso. Al mismo tiempo, los hombres de Néstor Kirchner comprendieron que el padre del chico Axel, secuestrado y asesinado en marzo pasado, orientaba su lucha hacia un horizonte de ideologización clara de su cruzada, lo cual -estiman en el gobierno- va a quitarle paulatinamente apoyo de la población.

Es cierto que el discurso de Blumberg tuvo enormes connotaciones políticas que trascendieron los reclamos ligados a la problemática de la inseguridad. Es allí justamente en donde el gobierno nacional ve el principal resquicio para meter una cuña entre el enamoramiento aún existente por parte de la gente que pide más seguridad y el señor Blumberg. Concretamente, aunque el padre de Axel intentó al principio de su discurso en el Congreso acallar a quienes silbaban a diputados y senadores, sus increíbles críticas contra el conjunto de los organismos defensores de los derechos humanos, y su adhesión en el discurso a la tradicional crítica de la derecha respecto de que las leyes protegen los derechos humanos de los delincuentes y no los de la gente, dan claro margen para imaginar un progresivo escalamiento de la discusión política e ideológica entre Blumberg y el gobierno.

Esto no quiere decir que el gobierno planee atacar directamente a Blumberg, porque saben que el ex empresario textil tiene un enorme respaldo popular y poder de movilización en torno a un tema que, del lado de la gente, no tiene matices ideológicos sino causas y consecuencias en el día a día de sus vidas.

Al mismo tiempo, el gobierno rápidamente descubrió que, más allá de las críticas de tono ideológico destemplado de Blumberg, las encuestas realizadas el día siguiente de la marcha del jueves mostraron altísimos niveles de apoyo de la población al tercer petitorio de Blumberg e inclusive acuerdos mayoritarios a las críticas que realizó contra los organismos de defensores de los derechos humanos.

El gobierno quiere aprovechar la ambigüedad del reclamo de Blumberg, signado por un legítimo derecho a luchar por mayor seguridad, pero estigmatizado por un discurso cada vez más cercano a los pedidos de mano dura, leyes más represivas y políticas de control social.

Kirchner busca sacar jugo a esa veta porque sabe que los principales sectores de la sociedad, salvo en momentos en los que se agudizan los temores colectivos por el efecto psicológico de delitos graves o paradigmáticos, no están de acuerdo ni creen en los resultados de aquellas políticas duras. Al mismo tiempo, el gobierno buscará correr a Blumberg por el camino que él mismo parece haber elegido, el de la cercanía a sectores de centroderecha, como los que hoy representan Mauricio Macri y Ricardo López Murphy. Los dos dirigentes vienen flirteando con Blumberg y estuvieron presentes en la marcha, que mostró un claro matiz centroderechista en sus consignas.

Blumberg tuvo que salir en la semana a declarar que era de centroizquierda como forma de neutralizar las críticas que comenzó a recibir por muchas de sus posturas, pero al final del día jueves el resumen del discurso mostró un matiz que emparenta sus posturas y las de aquellos dirigentes centristas, o aún de otros como Luis Patti o Aldo Rico, que vienen abonando hace años y sin grandes resultados el terreno de la mano dura contra la inseguridad.

Una guerra invisible

Kirchner versus Blumberg no será una guerra con batallas visibles, pero llevarán al gobierno a profundizar el camino iniciado una semana atrás, con el traspaso al Ministerio del Interior de la Secretaría de Seguridad, la saturación de la calle con policías, gendarmes y hombres de la Prefectura, la depuración de sectores corruptos de la Federal y la Bonaerense, junto a la convocatoria del Consejo de Seguridad Interior y la implementación de la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal. En suma, como planteó guturalmente el secretario de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, León Arslanian, en su descargo contra las críticas de Blumberg, aplicar todas y cada una de las medidas que viene reclamando el padre de Axel para dejarlo "sin letra" y obligarlo a entrar en el terreno de la disputa político-ideológica. Allí, creen en el gobierno que Blumberg va a resbalar.

Kirchner no dará un solo paso que lo muestre directamente enfrentado con el líder de la lucha contra la inseguridad, a quien ha recibido cuantas veces pudo y con quien dialoga semanalmente, pero sí disparará al corazón de político de la "cruzada Axel", por ejemplo a partir de respuestas como las que hilvanó el mismo viernes, cuando en un acto de reconocimiento de indemnizaciones a detenidos durante la dictadura militar se respondió con dureza las críticas del día anterior de Blumberg contra los organismos de derechos humanos.

El presidente se siente obligado a apropiarse del territorio de las demandas ciudadanas por mayor seguridad, para evitar que se termine de cristalizar en ese flanco un frente de erosión permanente de su imagen y gestión. Sabe Kirchner que este país ha engendrado fenomenales y acelerados procesos sociales, como los piquetes o los cacerolazos, que carcomen las ya limadas bases de representatividad de los políticos tradicionales. De allí que haya dado un vuelco profundo a su gobierno en abril pasado, cuando se disparó la movilización masiva contra la inseguridad; y ahora busque -a un riesgo altísimo por el elevado nivel de imprevisibilidad política que le depara la lucha contra la inseguridad- conducir esa demanda dirigiendo casi personalmente la política en contra del delito.

Del lado de las huestes de Blumberg, el día después de la marcha y del discurso altamente político del padre de Axel, el primer impacto fue el de las opiniones de la gente en las radios y en las encuestas que mostraron, mayoritariamente, un rechazo al giro de Juan Carlos Blumberg, devenido progresivamente en dirigente político. Sin embargo, tiene la llamada Cruzada Axel un debate planteado hacia su interior respecto de la conveniencia o no de lanzarse a un terreno más político. Blumberg parece oscilar entre las dos opciones, pero no le disgusta el desafío de acentuar su lucha, sobre todo contra el gobierno de la provincia de Buenos Aires, aún a costa de meterse en los terrenos pantanosos y desconocidos de la política.