Hombres, Mujeres e instituciones en la Educación (primera parte)

El gobernador Nicasio Oroño (1865-1868), quien por decreto del 7 de junio de 1866 estableció la obligación del gobierno de "... proveer a la educación del pueblo".. 

Por Cristina Schafer de Meneghetti

Merituar la historia de la educación en Santa Fe a través de sus "hacedores" es el propósito que nos guía. Pesquisar el "quehacer" educativo institucional y los sujetos de la acción nos impuso periodizar su evolución. La reseña posiblemente sea incompleta. Otros "ratones" de archivo y de biblioteca la mejorarán.

Los primeros que enseñaron en Santa Fe la Vieja

Fueron décadas de pobreza, desolación, peligros, inundaciones, lucha contra el indio, pero la preocupación por la enseñanza siempre estuvo presente entre los vecinos por obra de su órgano oficial, el Cabildo.

El maestro de aquellos lejanos tiempos -lego, doctrinante o sacristán- no poseía otros conocimientos que saber leer, escribir y un poco de cuentas. La familia educaba. La escuela, por su parte, enseñaba el trazo de los palotes, a vocear en coro el abecedario y a contar con los dedos de la mano.

Desde la fundación hasta el traslado definitivo de la ciudad, junto a los maestros particulares estuvieron las órdenes religiosas, que establecieron escuelas de primeras letras junto a los conventos. La preocupación dominante era entonces la civilización del indígena y su catequización. El doctrinante era sinónimo de maestro para el catecúmeno. La doctrina estaba siempre acompañada de las otras materias primarias de lectura y escritura: "El catecismo con la cartilla". La mayoría de las escuelas coloniales eran doctrinantes, para evangelizar al indio.

Entre los primitivos pobladores de Santa Fe y llegado de "fuentes asunceñas" figura Pedro de Vega, sin más antecedentes que ser "maestro de escuela". No es posible referirse a los primeros educadores santafesinos sin mencionarlo, como así lo confirman las actas capitulares respecto de su designación y del conflicto que promoviera en 1577. Quizás por la modesta paga o por su aspiración de riqueza en nuevos horizontes -como otros muchos vecinos de Santa Fe- Pedro de Vega anunció su retiro, lo que provocó que el Cabildo decidiera penarlo con una multa de "200 castellanos" si se alejaba, por no haber en la ciudad otra persona idónea para desempeñar "el magisterio". El maestro debió entonces continuar en su oficio.

A Santa Fe le cabe el privilegio de haber sido precursora de la enseñanza dirigida por el Cabildo y de que Pedro de Vega fuera su primer maestro, y -por añadidura- el primero del Río de la Plata. Luego su nombre desapareció misteriosamente, no registrándose ningún educacionista particular durante muchos años.

En 1587, habiendo arribado los primeros jesuitas y tomado posesión de los dos solares que el Cabildo les donara para edificar la casa y el convento, se los autorizó a dar doctrina a los naturales.

Con el mismo destino llegó el jesuita italiano Hno. Juan de Sigordia, primer maestro de la escuelita llamada "del Nombre de Jesús", fundada a fines de 1609, en la que tuvo su origen el colegio, primer instituto de enseñanza secundaria en la jurisdicción del Río de la Plata, en 1615.

Poco tiempo después de fundada la ciudad, comenzó a funcionar la escuela a cargo de los padres franciscanos, siendo su vicario el padre Fray Miguel de San Juan, en 1593. En 1609 cuatro eran los religiosos que asistían a la evangelización y la enseñanza de la población.

Años más tarde se instalaron los mercedarios que también enseñaron las primeras letras.

El padre bachiller Rafael de Castro agregó su nombre en los documentos coloniales con el título de "maestreescuela", haciéndose cargo de la doctrina de los naturales y otros "servicios de la misma índole", en 1594.

Fueron los frailes los que asumieron en las escuelas conventuales la misión de los maestros. Los documentos capitulares -muchos de ellos perdidos o extraviados- recién en 1617 volvieron a hacer referencia a la educación.

En dicho año, el Cabildo acordó con Martín de Angulo, que había ejercido la docencia en Buenos Aires, la instalación de un establecimiento de primeras letras. Al ofrecérsele el puesto solicitó "por mes entrado y mes salido" un peso por el que escribiera y leyera, medio por el que leyera y dos por el que leyera, escribiera y contara. Sus discípulos fueron "diestros en el contar y cantar junto al órgano y escribir".

Era el teniente gobernador Sebastián de Aguilera el encargado de verificar la asistencia de los alumnos a la mencionada escuela, convirtiéndose así en el primer inspector de la educación santafesina.

Transcurrido un año, Santa Fe carecía nuevamente de docente, y algún capitular urgido por resolver el problema propuso al hombre desconociendo su nombre: el maestro "fulano Carnero".

Desierta la escuela meses después, los ediles recurrieron a un antiguo vecino: Francisco Muñoz Holguín, clérigo de menores órdenes, "hasta que se encontrara una persona más suficiente". El religioso fue el primer maestro nativo de Santa Fe.

Los niños santafesinos no siempre contaron con el desempeño de maestros sostenidos por la Justicia, es decir pagados por el poder civil. Así la enseñanza corría a cargo de los religiosos a quienes se autorizaba a ejercer la docencia. En 1625, el Cabildo facultó a los frailes del Convento de Santo Domingo para instalar una escuela.

El problema de la educación siguió preocupando a los capitulares por la falta de docente hasta 1626, que se contrató a Luis Martínez, quien fijó como condición para su desempeño que "no se permitiera el establecimiento de otra escuela".

Hasta 1638 se desconoció el desenvolvimiento de la educación, que pareció pasar a segundo plano, debido a las calamidades que azotaban a la población y al intento de mudanza que acaparó la pluma del escribano del Cabildo.

Fue Simón Cristal el maestro nombrado y relevado de su cargo a los pocos días, en enero de 1638. Cuando en 1649 el Cabildo dispuso crear una escuela "puesta por la Justicia" nuevamente la designación recayó en el maestro destituido.

Resuelto el traslado de la ciudad, las autoridades de Santa Fe no descuidaron la instrucción primaria, y con los vecinos repartidos en uno y otro asiento, comisionaron a los alcaldes ordinarios para que "vigilen como deben a la educación de los menores".

Maestros y escuelas coloniales

Instalada Santa Fe en el "Pago de la Vera Cruz", las comunidades religiosas levantaron sus colegios. Hubo solares concedidos de merced, en retribución por las escuelas gratuitas de primeras letras que debían inaugurar.

San Francisco -patriarcal convento santafesino- cumplió con la primaria. Los jesuitas ensayaron los estudios superiores; el latín y la gramática cumplían el rol principal. Contigua al templo, que se terminó de construir alrededor de 1700, se levantó la humilde edificación que se destinó para escuela, que en el nuevo sitio se denominó San Javier, para llamarse definitivamente Colegio de la Inmaculada Concepción.

Cumplida en 1767 la expulsión, su obra quedó cercenada. Sus bienes pasaron a la Junta Municipal de Temporalidades. El colegio y la enseñanza quedaron desamparados y el templo, ocupado por los mercedarios en 1783. Esta orden se comprometió a mantener gratuitamente a las dos escuelas -de gramática y de latinidad- que habían funcionado en el instituto de los hijos de Loyola. El resto del edificio fue destinado para cárcel.

En 1770 se instaló en Santa Fe la Junta de Temporalidades. Su misión era administrar los bienes de los jesuitas expulsos. Su producido debía destinarse para escuelas, entre otras erogaciones.

Cuatro años después, sólo quedaba una escuela, la de San Francisco, razón por la que el Ayuntamiento autorizó la apertura de otra, nombrando a Juan Francisco Ortiz para el curso primario, y al Dr. Francisco Xavier Troncoso para el de latinidad. Se inició la era de las escuelas "puestas por la Justicia".

En el vasto territorio de la provincia de Santa Fe, las órdenes religiosas también cumplieron su magisterio en las escuelas conventuales de la campaña, como la del histórico Convento de San Lorenzo, a cargo de los padres recoletos, y la de Villa del Rosario. Desde la creación del Curato en el Pago de los Arroyos en 1730, la enseñanza de las primeras letras había estado a cargo de un párroco o de un maestro particular. Recién en 1774, la Junta de Temporalidades nombró a un civil como docente, Pedro Truella, el que hizo abandono de su puesto en 1778, nombrándose en su reemplazo a Silvestre Funes.

El capellán del Rosario nombró a Alejandro Albinarratte como maestro de primeras letras de la escuela establecida en 1779 por el alcalde de la Hermandad, Juan de Pereda Morante. Su sucesor Martín Cardoso o Cardozo de la Vega, designado en 1784, dictó el primer reglamento sobre educación de la provincia de Santa Fe.

Suspendido en 1790 el fondo de las Temporalidades que subvencionaba a los maestros, nuevamente la educación quedó huérfana. Además cerraron las escuelas públicas. El pedido de su sostenimiento al virrey resultó fallido.

Otra vez las escuelas quedaron en manos de sacerdotes y de particulares. Los mercedarios anunciaron la apertura de los antiguos cursos jesuitas "que se habían visto en la necesidad de cerrar". Franciscanos y dominicos apoyaron esa misión.

Hacia la época constitucional. Importantes creaciones

La corriente educativa retomó el pulso perdido durante tantos años. En 1817, el gobernador intendente Mariano Vera dispuso que se encarrilaran las escuelas públicas "puestas por la Justicia", determinando la creación de dos: una en la villa del Rosario y otra en la capital de la provincia. Es el primer rastro de existencia de escuelas fiscales en la provincia.

Al asumir Estanislao López como gobernador, en julio de 1818, recibió como herencia educativa tres escuelas en la ciudad de Santa Fe: la de los padres franciscanos, la de los mercedarios y la de los dominicos. Además, de las de San Lorenzo y de Rosario, que no tenían vida continuada.

Estos centros de enseñanza a cargo de religiosos nunca entornaron sus puertas. El Cabildo, regente y supervisor en esa materia, estaba atento a la marcha de las escuelas públicas, y en varias oportunidades había reconvenido a los mercedarios sobre la necesidad de una escuela de primeras letras y latinidad, a la que estaban obligados a atender desde que recibieron los bienes de los jesuitas expulsos.

Fue el brigadier general Estanislao López el principal propulsor de la educación de aquella época. En su afán de elevar el nivel educativo de la escuela del barrio de San Antonio, de reciente creación, nombró como maestro al Dr. Pascual Echagüe, en reemplazo de Simeón Francisco de Vera, por la importancia de su título. Asimismo ordenó el pago al maestro de primeras letras de Rosario, Manuel Domínguez, y se preocupó por la refacción del edificio de la escuela pública rosarina.

Dictó un reglamento, el primero en materia educativa de la provincia de Santa Fe en el período de la organización nacional, estableciendo la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza y las funciones del Cabildo como superintendencia escolar.

Otra de sus preocupaciones fue la construcción y equipamiento de edificios escolares. A su cargo estuvo la construcción de la escuela de Coronda (1822), la de Rincón (1823), la de Rosario (1832) y la del Sauce (1838); y el acondicionamiento del Convento de la Merced para el funcionamiento del Instituto Literario San Gerónimo y del Gimnasio Santafesino (1832).

En 1823 llegó a San José del Rincón el padre Francisco de Paula Castañeda, quien construyó la capilla y la escuela que le dieron renombre al humilde vecindario. La celebridad de su original centro de instrucción atrajo la concurrencia de alumnos de todo el litoral. La obra educadora del franciscano se combinaba con la de sagaz periodista.

En su escuela, junto con la lectura se enseñaba geografía, dibujo y música ejercitada principalmente en el arpa. También se instruía en las "artes mecánicas": carpintería, herrería, relojería y pintura.

Este novedoso centro educativo, sostenido por el Cabildo con una pequeña mensualidad hasta 1826, se extinguió poco después por carencia de medios.

El Gral. Estanislao López fue el creador de la instrucción primaria y secundaria en nuestra ciudad y el que dio el primer aliento orgánico a sus instituciones, legislando y organizando las escuelas en distintos niveles de enseñanza.

Estructurada la educación en tres niveles -escuela de primeras letras para varones y niños; institutos secundarios con cátedras de latinidad, filosofía, geografía e historia americana para varones únicamente; y escuelas especiales o de oficios para varones-, la mujer solamente recibía instrucción primaria: enseñanza de primeras letras, cálculo, costura, moral, religión y buenas costumbres.

En 1831, el maestro Antonio Quiroz de Guzmán propuso el establecimiento de un instituto de enseñanza denominado Gimnasio Santafesino, para la educación de la juventud. Aprobado el proyecto por López, el instituto comenzó a funcionar bajo la protección oficial. El grado de enseñanza de la escuela era primario, una preparación elemental para el ingreso al Instituto Literario San Gerónimo que por la misma época (1835) el brigadier creaba bajo la dirección del Dr. José de Amenábar, cura vicario de la Matriz, y cuya enseñanza era una especie de bachillerato intermedio preparatorio de la universidad.

Cerrado durante el gobierno del general Juan Pablo López, fue refundado por Pascual Echagüe, quien reorganizó también el Gimnasio Escolar sobre el sistema de Lancaster. Con el nombre de Colegio San Jerónimo, asumió su dirección Marcos Sastre.

En la época colonial, la mujer no tuvo instrucción. Sólo existieron beaterios como el que Hernandarias instalara sin éxito en Santa Fe la Vieja, o el de Blanca de Godoy y Ponce de León, que transformó su casa de beatas en escuela, a fines del siglo XVII, para practicar la enseñanza religiosa y de las primeras letras.

La educación de la mujer tomó carácter formal recién en 1838, con la creación de la primera escuela de niñas del territorio santafesino, la escuela de la "señora francesa" Amelia Mablioni de Rebecq, última aspiración de López poco tiempo antes de su muerte. La escuela debió cerrar sus puertas por razones de economía en 1840, debiendo la docente dedicarse a la enseñanza particular.

Dos años después, el Dr. de Amenábar trajo desde Buenos Aires a Ángela Plaza y Murúa para regentear un colegio en la Casa de Ejercicios, quedando a cargo de la educación primaria las hermanas Nicasia y Savina Niklison.

A partir de aquel momento, Santa Fe no dejó de tener escuelas para niñas con sostenido crecimiento. A su frente estuvieron por ejemplo Celina Goupillau de Richard, María del Pilar R. de Tristany, Ana Domínguez, Milagros Zapiola.

En Rosario, y durante el gobierno de Pascual Echagüe, también se instaló una escuela particular para niñas, a cargo de las hermanas Vera, en 1842.

De las escuelas particulares a las fiscales: sus representantes

Consagrados los derechos de enseñar y aprender por la Constitución Nacional, se inició un período orientado a difundir y organizar la educación elemental, considerando también a las mujeres.

En su transcurso, se sancionaron leyes provinciales de educación común que fueron modelos de avanzada concepción y organización educativa. Gobernantes y educadores contribuyeron a construir los cimientos de la legislación escolar.

Si bien en los períodos de gobierno anteriores a Nicasio Oroño no se produjeron hechos destacados, se evidenció la preocupación por sostener la enseñanza pública y por la creación de escuelas. Así, durante la gestión de Patricio Cullen, en 1863 se crearon dos establecimientos destinados a la educación de la mujer: uno en la Capital y otro en Rosario, confiados a las Hermanas de la Caridad.

Mientras tanto, la municipalidad santafesina sostuvo tres escuelas elementales: la del Puerto -en un barrio de reciente formación-, la de San Antonio y una de niñas.

Nicasio Oroño planeó la creación de una escuela Normal en Santa Fe, mandando a construir el edificio que hoy ocupan los Tribunales. Su derrocamiento truncó el proyecto, como aquel otro de instalar una escuela agronómica en los terrenos de propiedad de la comunidad franciscana de San Lorenzo, lo que provocó el descontento de la población.

Durante el gobierno del Dr. Simón de Iriondo se crearon numerosas escuelas en la campaña.

La enseñanza privada pareció competir con el interés de las autoridades oficiales y encontraba campo propicio en la población para ejercer la docencia. Son demostrativas las solicitudes presentadas por particulares ante los poderes comunales para abrir escuelas. Entre ellas pueden citarse: la escuela San Luis Gonzaga, establecida por el maestro italiano Antonio Pizzorno, que también desempeñaba la cátedra de gramática en el Colegio de los Jesuitas, en 1867; la escuela Inmaculada Concepción, instalada en 1873 por María del Pilar R. de Tristany, y la de Nicolás Majeiosky, en Guadalupe.

En 1875, el Poder Ejecutivo, bajo la autoridad de Servando Bayo, reasumió el gobierno y administración de todas las escuelas sostenidas por las municipalidades de cada región, creando la Inspección General de Escuelas y estableciendo un año después el Ministerio de Instrucción Pública, Justicia y Culto.

Durante el período ministerial del Dr. José Gálvez se creó el primer Consejo de Instrucción Primaria de la Provincia (1884), quedando bajo su dependencia la Inspección General de Escuelas.

Presente en su acción, la municipalidad santafesina estableció un colegio superior para alumnos aventajados que egresaban de las escuelas comunes.

La gestión privada contribuyó como siempre al fomento de la instrucción, siendo siete las escuelas autorizadas para ejercer la enseñanza primaria: una atendida por los padres dominicos, dirigida por fray Juan Cabligú; otra, en el convento de San Francisco, a cargo de César Costa; la de Werfil Suárez, en calle Santiago del Estero; la de Fortunato Esquivel, de enseñanza mercantil, en 25 de Mayo 87; la de Octavio García, en 25 de Mayo 27; la de Samuel Morcillo, en San Jerónimo 105; y la de Manuel Arroyo.

Siendo José Gálvez gobernador, y con el objeto de centralizar la atención escolar en una sola repartición, se firmó un convenio entre el Consejo de Educación y la municipalidad en 1887, por el que se estableció que el Consejo se haría cargo de la dirección y administración de las escuelas elementales que correspondían al municipio, designando también a sus preceptores.

Afanoso de cumplir la obra educativa, construyó locales escolares y creó escuelas particulares en las poblaciones más pequeñas. Ante la falta de maestros autorizados para cubrir las vacantes de los establecimientos coloniales, contrató maestros españoles por afinidad de raza, idioma y religión. Seleccionados entre una nómina de sesenta postulantes, los preceptores llegaron en 1889. Una comisión formada especialmente por el Consejo de Educación fue la encargada de su distribución.

Luego y ante la falta de maestros diplomados, resolvió la creación de la primera Escuela Normal de Santa Fe (1886), de vida efímera. Entre sus más ambiciosos proyectos figuró la fundación de la Universidad de Santa Fe (1889), de la que fue su primer rector.

En los surgentes barrios de la ciudad de 1900 se organizaron los siguientes establecimientos: la Escuela Graduada Superior de Niñas y la Escuela Graduada Superior de Varones, en el centro (1884), que al fusionarse dieron origen a la Escuela Superior Alterna N� 1 Domingo F. Sarmiento (1907); otra Escuela Graduada (1893), ubicada en calle 9 de Julio entre Gral. López y 3 de Febrero, que pasó a llamarse Superior Alterna N� 2 Belgrano, en el Sur; y en el norte, Plaza España, la designada N� 3 Rivadavia.

Estas escuelas graduadas, que debieron su creación a la escasez de locales -en uno solo funcionaban por separado, en dos secciones del día, la de varones y la de niñas- obligaron a encarar la construcción de edificios escolares.

A fines del siglo XIX y principios del XX se manifiestó una modalidad centralizadora, que se reflejó en la tendencia de entregar al Estado los establecimientos particulares, supeditando su instalación al control estatal o a su incorporación a los colegios oficiales. Un síntoma de esa situación fue el hecho de que mientras el número de inscriptos se elevaba en las escuelas fiscales, bajaba simultáneamente en las particulares.