Urbanización y arquitectura (segunda parte)


Por María Laura Bertuzzi / Luis Müller (*)

¿Quién construyó la ciudad?

La pregunta no tiene una respuesta que pueda resolverse linealmente. Una ciudad es una construcción continua, histórica, cultural -y por lo tanto social-, en la que intervienen todas y cada una de las fuerzas y tensiones presentes en su vida colectiva, haciendo y deshaciendo como un texto que es escrito y sobreescrito permanentemente, y al que cada tanto se le añade alguna página nueva.

Así, resulta muy difícil definir sus actores principales, aquellos que se destacan por haber dejado una huella visible y perdurable en la forma de una ciudad. Sabiendo entonces que toda enumeración resultará insuficiente -y por lo tanto injusta-, se ha intentado realizar una esquemática reseña de algunas actuaciones que han contribuido a tallar el perfil de la ciudad que hoy tenemos, conscientes de que este simple recorte no agota las posibilidades, sino que apenas se trata de una primera -y un tanto arbitraria- aproximación, de un intento por señalar algunas de las líneas de pensamiento y acción que se hicieron evidentes en un arco temporal que se extiende aproximadamente entre la tercera y las últimas décadas del siglo XX, y en el que haremos mayor enfoque sobre dos momentos generacionales muy activos en la producción de obras de interés arquitectónico y transformaciones en la ciudad, a la vez coincidentes con instancias de modernización y renovación.

Las décadas del '30 y del '40 estuvieron signadas por un interesante cambio de imagen de la ciudad -que se extendió hasta avanzada la década del '50-, promovido por la construcción de una serie de edificios que, incorporando los criterios de la arquitectura moderna racional-funcionalista, modificaron la escena urbana, dotándola de imágenes actualizadas. Es importante subrayar que gran parte de esas obras de marcada intención modernizante fue promovida desde la esfera pública, como la construcción de las escuelas Colón, Vicente López y Planes, Arzeno, Drago, Pizarro, entre otras, así como la sede del actual Ministerio de Agricultura, Ganadería, Industria y Comercio, el Cuartel de Bomberos Zapadores, el Hospital Psiquiátrico y el Palacio Municipal, que se destacan dentro de un conjunto de edificios que marcaron esa etapa como uno de los episodios renovadores más fecundos de la arquitectura santafesina.

Asimismo, la edificación privada se sumó a ese impulso de manera decidida, construyendo algunas residencias y comercios que señalaron un nuevo modo de pensar la vida doméstica y las actividades privadas, ubicándose preferentemente en la zona céntrica, sobre el bulevar y los aledaños a la plaza Constituyentes.

Entre los arquitectos que tuvieron actuación sostenida en esos tiempos puede mencionarse a Salvador Bertuzzi y Carlos Navratil, autores de algunos edificios pioneros, como las primeras escuelas modernas, el Ministerio de Agricultura y una variada cantidad de construcciones particulares, entre las que se encuentran algunas viviendas de gran calidad arquitectónica, como la que ocupa la esquina sureste de San Martín y Santiago del Estero.

Otras figuras destacadas en la producción arquitectónica de esa época fueron los arquitectos Francisco Baroni, Guillermo Ebrecht (formado en Alemania), Roberto Croci, Eugenio Neyra, Jorge Mansur, Leopoldo Van Lacke, León Lamouret (formado en Francia), Ángel Gronda, Héctor Beltrame, Reynaldo Varea, Carlos Galli, Hernán Rafael Busaniche y, algo más tarde, Ottorino Baroni. También compartieron ese tiempo -aunque fugazmente a fines de los años '30- Wladimiro Acosta, uno de los más importantes arquitectos del país y de forma más prolongada los ingenieros Atilio Simonutti y Carlos Niklison.

No puede dejar de mencionarse de esa época, el importante rol que tuvo la formación de técnicos constructores en la Escuela Industrial de la UNL -que contaba en su plantel de profesores con varios de los arquitectos e ingenieros mencionados-, ya que gran parte de la ciudad fue cubierta por la labor de sus egresados, siendo una de las más prolíficas la producción del TCN Pedro Abbate.

Esta generación de arquitectos santafesinos es tal vez la que con mayor fuerza marcó una época totalmente diferenciada para la arquitectura de la ciudad, introduciendo un lenguaje moderno y renovando en las organizaciones espaciales, funcionales y técnicas, con un programa muy variado de obras, entre las que se destacaron sobremanera las actuaciones desde las oficinas públicas, donde se fue gestando una gran cantidad de edificios de gran valor arquitectónico. Todo ello nos permite hablar de un núcleo profesional muy idóneo e informado y con notoria participación en eventos de la disciplina, como lo demostró la representación de la Dirección de Obras Públicas al V Congreso Panamericano de Arquitectos en Montevideo, en 1940, conformada por Croci y Guerra y acompañados por Van Lacke, de la Municipalidad de Santa Fe, y Ángel Guido, por la Universidad Nacional del Litoral. En esa oportunidad, los arquitectos de Obras Públicas de la provincia de Santa Fe obtuvieron medallas de oro por las escuelas gestadas durante el gobierno de Luciano Molinas y concluidas durante la posterior gobernación de Manuel María de Iriondo, lo cual habla de la calidad indiscutible de estos edificios.

Pasada la segunda posguerra, las grandes obras tuvieron firmas que obedecían a las intervenciones del poder central y oficinas porteñas, por ejemplo los silos elevadores de granos del puerto y el edificio de Correos, como así también, entrada la década del '60, las grandes obras de infraestructura que vinculan a la ciudad con el territorio (túnel subfluvial y autopista Santa Fe-Rosario).

Las últimas décadas del siglo XX estuvieron surcadas por aires renovados, en las que nuevos nombres instalaron otras tendencias arquitectónicas. Desde la década del '70 en adelante, la producción teórica del Arq. César Carli, asociado con el ingeniero Carlos Escandell Blanch, marcó el eje de nuevos debates y propuestas para la ciudad, así como produjo edificios de importancia como la sede de la Universidad Tecnológica Nacional. Otros estudios, como el de José Ferradás y Norberto Nardi, tuvieron amplio despliegue en obras particulares y proyectos de inversión, así como el Arq. Otto Papis lo hizo en la arquitectura deportiva.

Una figura a destacar de esa generación es la del arquitecto Carlos Chiarella, tempranamente fallecido y que dejó no sólo una importante obra construida sino también una serie de proyectos y propuestas instalados en la agenda ciudadana.

Tanto Carli, como Escandell y Chiarella, junto a otros colegas, confluyeron en el ejercicio de la docencia desde la creación de la Facultad de Arquitectura en la UNL, abriéndose una opción alternativa a la ya instalada desde la década del '60 en la Universidad Católica de Santa Fe. Así contribuyeron a la formación de las nuevas generaciones que enfrentaron la construcción de la ciudad del siglo XXI.

Obras y constructores

En las postrimerías del siglo XIX y en las primeras décadas del siguiente, la empresa constructora de José Mai (y a partir de la década del veinte, su sucesión) realizó la mayoría de los edificios de importancia en la ciudad, llegando a erigir en 1939 uno de los primeros edificios de rentas en altura (San Martín y Mendoza), diversificándose luego con obras en distintas partes del país y registrando actividad hasta 1968.

Otra de las empresas constructoras que tuvo a su cargo importantes obras públicas en las décadas que nos ocupan, de gran impulso constructivo, fue la que fundara el Sr. Rafael Stamati con su hijo Ángel Francisco en 1917. Luego, con la denominación adoptada en 1934, Angel F. Stamati Construcciones, erigió edificios como las escuelas Vicente López y Planes (1935), Pizarro (1941), Drago (1942), el Ministerio de Agricultura (1937), el Cuartel de Bomberos (1941), el cuerpo central y basamento de la Municipalidad (1942), la ampliación del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez (1940), además de una gran cantidad de obras para la inversión privada. Esta empresa, que adoptó en 1952 el nombre de Compañía Construcciones Confort, sigue activa en nuestros días, y sus directores aún llevan el familiar apellido Stamati.

Un sinnúmero de empresas constructoras familiares o societales se fueron sucediendo en la construcción de los grandes edificios de la ciudad, como las de Beltrame, Juan Simonutti o el ingeniero Carlos Ariotti, así como aquellas que se encargaron de la producción a menor escala, colmando el tejido urbano con viviendas que, aún hoy, lucen en sus frentes la placa metálica o el bajorrelieve indicativo de sus firmas.

Las instituciones de la arquitectura

En 1934, se creó el Consejo de Ingenieros de la provincia de Santa Fe mediante la Ley Provincial Nº 2.429, regulando el ejercicio profesional de arquitectos, técnicos, ingenieros y agrimensores, como antecedente directo para que, en 1951, se sancionara la Ley Nº 4.114 identificada con el nombre del Ing. Ramón Araya.

Hacia 1940, ya había en la ciudad un puñado de arquitectos, en su mayoría egresados de la Facultad de Arquitectura que la Universidad Nacional del Litoral tenía en Rosario, interesados en sostener su actividad profesional y generar una organización institucional que los agrupara y contuviera, para ganar presencia y capacidad, con el objetivo de instalar en la sociedad la conveniencia de contratar sus servicios, ya que lo usual era todavía recurrir directamente al contratista. Así, el 17 de agosto de 1944 se consiguió constituir la Seccional Santa Fe de la Sociedad Central de Arquitectos, siendo éste el núcleo original del Centro de Arquitectos de Santa Fe, cuyo primer presidente fue Guerino Guerra.

El número de arquitectos asociados se fue ampliando paulatinamente, y con la creación de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Católica de Santa Fe se acrecentó en mayor medida. Su actividad académica comenzó en 1960 como Escuela de Arquitectura, y su primer decano -como delegado organizador- fue el arquitecto Santiago Toretta. Más tarde, ya como facultad, fue conducida por el Arq. Efrén Lastra.

En junio de 1972, se cumplió una etapa superior en el proceso de institucionalización, y obtuvieron la personería jurídica por decreto del gobierno de la provincia, reemplazando el nombre de sociedad por el de Centro de Arquitectos de Santa Fe.

El año 1985 marcó otro hito fundamental para la formación de los arquitectos con la apertura de un nuevo espacio académico en la Universidad Nacional del Litoral, ya que amplió considerablemente el acceso de la población estudiantil, repercutiendo directamente en el crecimiento de la masa profesional: la creación de la Escuela de Arquitectura, cuyo primer decano normalizador fue el Arq. César Carli, y su primer decano electo -ya como Facultad de Arquitectura y Urbanismo- en 1989, fue el Arq. Hugo Storero.

A su vez, y fundado en la creciente presencia de los arquitectos en actividad, en 1992 se concretó un paso sustancial hacia la definición del perfil disciplinar autónomo y profesionalmente reconocido del arquitecto, con la obtención de la colegiación, y de ese modo pasar a integrarse en lo que es el actual Colegio de Arquitectos de la provincia de Santa Fe, que inicialmente presidiera el Arq. Aldo López.

Los procesos urbanos

Así como para la arquitectura se reconoce a las décadas del '30 y '40 como momentos de particular importancia, lo mismo puede sostenerse para la escala urbana, cuyas transformaciones están fuertemente determinadas por la aparición de acciones y teorizaciones innovadoras.

En mayo de 1937 asumió Francisco Bobbio como intendente, quien se propuso trocar la imagen de la ciudad "pueblerina" en la de una "urbe moderna", de "ritmo populoso". Para lograr ese objetivo, las transformaciones de las plazas y los paseos en el centro tuvieron un rol fundamental, así como los parques en el radio suburbano, asumiéndose como el completamiento de la modernización técnica dentro de los bulevares (servicios y equipamientos) y la satisfacción de intenciones progresistas a los intereses barriales.

Esta voluntad se materializó en el diseño del parque Alberdi (en donde se emplazaba el Parque Escolar) y de la plaza Colón con su palomar, del parque Garay, y con la mejora de la mayoría de las plazas existentes y de bulevar Gálvez, siempre a cargo del Departamento de Obras Públicas Municipal.

Para los barrios, se gestaron la plaza Simón de Iriondo (Plaza de las Banderas), Escalante y el Jardín Botánico (actual Jardín del Líbano).

En ese mismo período, con diseño del Ing. Ángel Guido y por gestión del gobierno provincial, se concluyó el Parque del Sur (1940).

A esa activa intendencia le siguió la de Hugo Freyre, entre 1941 y 1943, en cuyo gobierno se creó la oficina de Urbanismo y Proyectos y la Junta Consultiva, integrada por profesionales de distintas disciplinas, encargados de asesorar al municipio. El proyecto de ordenanza fue firmado por el arquitecto jefe del Departamento de Obras Públicas, Leopoldo F. Van Lacke, y determinó las funciones de la mencionada oficina, siguiendo las conclusiones del Quinto Congreso Panamericano de Arquitectos y la doctrina del City Planning norteamericano.

La ciudad fue pensada por entonces como un necesario debate en el contexto de una planificación científica garantizada por la concurrencia y formación de los funcionarios municipales en congresos y reuniones, y en cierto modo participativa, en tanto incluyó instancias de consultas con representantes empresariales y con la universidad, así también como de divulgación de los beneficios del futuro Plan Regulador, principal objetivo de ésta.

Finalmente, en marzo de 1943, el HCD facultó al Departamento Ejecutivo de la MSF para encomendar al Instituto Argentino de Urbanismo (dirigido por Miguel C. Roca) de Capital Federal la confección del Expediente Urbano y Plan Regulador para la ciudad.

Con ese plan, Santa Fe ingresó a la generación de planes modernos, pensados desde la superación del arte urbano, y la ciudad se convirtió en un objeto controlable a partir de la separación de los usos, la organización de sus funciones y de la asignación de capacidades constructivas por área.

El plan para Santa Fe se presentó como un instrumento de cambio, consciente de enfrentar un período complejo hacia el fin de la guerra mundial, en donde la maquinización mostró una doble faz: la del progreso y la de la destrucción.

Tras una reseña histórica que reconoce además los principales equipamientos e infraestructuras disponibles, se desarrolló el Expediente Urbano (un detallado análisis de las condiciones de la ciudad) y el Plan Funcional, que constituyó el cuerpo más importante de la publicación, abordando el reordenamiento viario, la transformación ferroviaria, el equipamiento -con especial énfasis en los espacios verdes y libres-, los modelos de barrios y el zoning (ordenamiento normativo de la ciudad por zonas funcionales).

El plan tuvo una importante promoción, con la exhibición de 42 tableros en el Museo Municipal de Bellas Artes y en Capital Federal, con su explicación en varias conferencias (incluso en Bolivia y Perú) y su publicación en revistas de arquitectura, pero perdió vigencia al finalizar la intendencia de Freyre.

En conclusiones finales dicen los autores: "Hemos brindado a Santa Fe un trabajo noble, un factor de serena y criteriosa legislación y un ponderable elemento de previsión y de orden, digno del honor profesional y digno de la jerarquía de esta ciudad histórica". (p. 177).

Del Plan Regulador al Plan Director: la polémica por el crecimiento

Resulta de interés otro momento de gran vitalidad en relación con la planificación de la ciudad, coincidente en parte con la intendencia de Conrado José Puccio (entre agosto de 1969 y junio de 1972). Durante ese período se realizaron importantes avances respecto del Plan Director de Santa Fe, estando a cargo de la Dirección de Planeamiento Urbano el Arq. Norberto F. Nardi, y de la Jefatura del Departamento de Diseño Urbano el Arq. Edgardo Gambini.

El estudio Ferradás y Nardi constituyó una interesante experiencia para la ciudad, determinada por la capacitación de ambos arquitectos -egresados de la Universidad Nacional de Córdoba- en EE.UU. Esas condiciones se reflejaron en una organización profesional empresarial y en la transferencia de las experiencias de planificación de Nardi a su cargo público, como director por concurso de un equipo interdisciplinario encargado de la elaboración del mencionado plan.

La obra del estudio fue, aunque breve, muy intensa y se caracterizó por abordar desde la escala de la vivienda unifamiliar hasta la urbana, pasando por la construcción de conjuntos habitacionales en Santa Fe (Juan de Garay), Santo Tomé (San Ignacio de Loyola), Paraná y Esperanza. El radio de acción del estudio abarcó, según los propios arquitectos, el "área Santa Fe-Paraná y su región circundante", lo cual dio cuenta de una mirada territorial, reflejada en las elaboraciones para el Plan Director.

El Plan fue publicado recién en 1980; pero materiales anteriores permiten ver la inédita propuesta de crecimiento de la ciudad hacia el este, que contradice las tendencias más recientes, indicando un fuerte estiramiento de la planta urbana hacia el oeste, tensionado por la ruta Nº 11. El estímulo de esa nueva dirección de crecimiento fue justificado por la concentración de infraestructura y servicios que posibilitó re-centrar el desarrollo urbano y por el importante aumento de movilidad, producido desde la habilitación del túnel subfluvial (1969), que dio lugar a una urbanización más extendida y, de algún modo, afectada por la relación con Paraná.

El Plan definió, además de la densificación del área central, una fuerte jerarquización y tipificación de tránsitos, la consolidación de un anillo de circunvalación, un nuevo cruce de la laguna Setúbal y la determinación funcional y ocupacional de las distintas áreas urbanas, con una concentración de funciones industriales y de transporte en el borde oeste.

La planificación, en ese marco, fue vista como un proceso con una etapa básica, un proceso preparatorio y un proceso realizativo que se retroalimentaron, siempre dentro del ámbito técnico.

En 1979, tanto Ferradás como Nardi abandonan la ciudad, publicándose en 1980 el documento del Plan Director, cuya influencia se extiende hasta nuestros días.

Cabe agregar que polemizando con esas posiciones, tanto el Arq. Carli como el Ing. Escandell plantearon fuertes disidencias con la alternativa del crecimiento hacia el este, proponiendo la continuidad de una espina urbana hacia el norte y hacia el sur (Santo Tomé) de la ciudad de Santa Fe.

Con sus evidentes críticas, esas experiencias constituyen importantes antecedentes en el ámbito de la planificación urbana y especialmente con relación a la vida política de Santa Fe, en tanto resultan explícitos intentos de la ciudad por ver un poco más lejos, e intervenir activamente en su porvenir.

(*) Arquitectos FADU/UNL