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Los aborígenes, y en especial los guaraníes, practicaron la medicina de acuerdo con las características del ambiente natural en el cual les tocó vivir.
"Ante las enfermedades ocasionadas por motivos visibles, un golpe, la introducción de un cuerpo extraño, la mordedura de un reptil, echaban mano de plantas, flores, minerales o vísceras de animales". Pero cuando no mediaba ningún accidente sino "la obra de un espíritu maligno", la magia se incorporaba a la terapia.
Entonces aparecía el chamán, un curador con poder mágico - religioso, que con recursos mágicos y de sugestión, algunos conocimientos quirúrgicos y del valor terapéutico de plantas y flores -de las cuales habían descubierto, incluso, la calidad de algunas alucinógenas- lograba curar al enfermo o... acompañarlo en su "vuelo final".
Junto a Juan de Garay y a "los mancebos bien mancebos" vino a la apertura de las puertas de la tierra el cirujano Sebastián de León, quien habría sido el primer médico que actuó en Santa Fe la Vieja.
Tiempo después, con la expedición del adelantado Juan Ortiz de Zárate llegaron 4 médicos. Uno de ellos actuó, por lo menos hasta 1578, en Santa Fe: Andrés de Arteaga, conocido porque el procurador del Cabildo pidió a la corporación que no lo dejaran salir de la urbe "... por la gran falta que hay de cirujanos por cuanto es suficiente para esta dicha ciudad".
Para comienzos del S. XVII ejercía en la ciudad de Garay Lorenzo de Menagliotto, un italiano "de gran servicio en esta tierra". Pero, para el primer cuarto de ese siglo parece que ya no había médico en Santa Fe, porque el procurador del Cabildo pidió al guardián del Convento de San Francisco que impidiera salir al padre de la Orden, Fray Cristóbal Gómez Polaino, porque "cura a los enfermos de la ciudad".
Desde este registro y hasta mediados de aquel siglo, no existe constancia documentada de médico, por lo que se supone que los misioneros -enfermeros de la orden de los jesuitas se ocupaban no sólo de la salud espiritual y física de los santafesinos sino también del estudio de las drogas y plantas medicinales y sus aplicaciones- dado que por las Ordenanzas Apostólicas de 1576 "... los religiosos de la Compañía, peritos en Medicina, pueden, con permiso de los Superiores, curar sin escrúpulos a cualquier persona enferma, fuera de los casos en que haya de hacerse quemaduras o incisión, particularmente en los países donde haya penuria de médicos". Ejemplo de ello fue el Hno. José Casarena, de intensa actuación hipocrática.
En 1651, nuevamente el procurador debió solicitar al gobernador que no obligara al médico lusitano Luis Cavallo a abandonar la ciudad junto a sus connacionales, ya que "sólo hay en esta ciudad un herrero y un carpintero los cuales son de nación portuguesa y así mismo lo es el médico, no menos necesario".
La primera epidemia de peste que se habría desatado en la ciudad de Garay sería la de mayo de 1652. La noticia proviene de un acta capitular de ese mes, en que se asentó que la enfermedad que venía de España y corría por estas partes de las Indias exigía como principal recurso "... acudir a Dios por medio de sus Santos y en esta dicha ciudad, está jurado por abogado para los contagios y pestes al glorioso San Roque...", y se decretó que "... hagan rogativas y novenario de misa a dicho Santo en la Iglesia o trayéndolo a la Parroquia".
Esta tradición de acudir al santo se reiteró en todas las otras epidemias desatadas en la ciudad ya fueran de viruela, tabardillo, fiebre tifoidea o fiebre amarilla.
En el proceso de trasmutación que se desarrolló de 1651 a por lo menos 1670, la ciudad fundada por don Juan de Garay quedó instalada en el pago de la Vera Cruz.
"La escasez de médicos, las pestes y la mortalidad de la población; las dificultades de erigir un hospital y en proteger la salud de la mísera y sufriente familia santafesina" fueron las reiteradas características ciudadanas.
El acta del Cabildo del 11 de agosto de 1663 menciona a Juan Fernández como "médico cirujano residente en esta ciudad" y que estaba a punto de ausentarse a Paraguay; asimismo, de un inventario de bienes de 1664, se puede deducir que Pedro de Piña Cervantes era médico licenciado actuando en la ciudad recién trasladada.
Desde 1660 a 1780 atendieron en la Vera Cruz varios galenos más los que, a fines del S. XVIII y comienzos del XIX, quedaron reducidos a uno. Los honorarios de estos facultativos eran, a veces, asignados por el Cabildo, otras por contrato con el médico o por convenios firmados entre el profesional y los habitantes y otras veces por el libre ejercicio de la profesión. Así, por visita simple, se cobraban 4 reales; por visita a media noche, 1 peso; por la amputación de una pierna, 1 peso; por operación quirúrgica simple, 2 pesos.
A falta de médico estable, cualquiera sacaba del apuro. En 1679 un hermano de la orden de San Juan de Dios, fray Francisco de la Concepción, de paso por Santa Fe, atendió con medicamentos y medicinas a un enfermo que, aunque murió, dejó bienes por lo que, antes de salir de la ciudad, el padre "capacho" -por la gran capucha con que cubría su cabeza- solicitó se le abonaran los servicios por no tener "otro ejercicio con que poderme sustentar".
Un médico portugués, lego de la orden franciscana recibido en Lisboa, Atanasio Pereyra Chávez, fray Atanasio de la Piedad, tuvo una actuación de 6 años en nuestra ciudad a la que llegó de paso en 1772 haciéndoselo quedar por "la falta de médico que atendiese la curación de los enfermos, y como era ya constante y notoria la suma caridad y desinterés de este religioso...". Esto debió ser así porque no sólo ejerció su arte pagando las medicinas con los fondos destinados a la construcción del hospital, sino que legó su nombre a uno de los arroyos cercano al convento franciscano, donde tal vez iría a buscar las hierbas con las que preparaba sus medicinas.
Ya en el siglo XIX, aparecen ejerciendo la medicina nombres como Ramón del Fresno, cuñado del protomédico Manuel Rodríguez, conocido como fray Ramón del Pilar, betlehemita que a su secularización ingresó al cuerpo sanitario del Ejército, después de haber actuado en Santa Fe; Paulino de Souza, cirujano del regimiento destacado por entonces en Rosario; Juan Ventura Frías, que compartió la atención con Manuel Rodríguez y Sarmiento del Hospital Militar; Juan de la Cruz Sanguinés, un "cirujano aprobado" de origen altoperuano que se casó con una hija del protomédico Rodríguez, a quien sucedió en los cargos de médico del hospital y cirujano de Ejército de 1837 a 1842; Ignacio Domínguez a quien, en enero de 1825 al "amenazar" con retirarse a Corrientes, se lo nombró médico de pobres y de policía, cargo de flamante creación.
En esta época también se destacó el piamontés Luis Jacinto Fontan(a), el médico de más prolongada actuación en Santa Fe, a la cual llegó en abril de 1825 actuando como cirujano del Ejército Auxiliar de Estanislao López en la guerra con Brasil; cirujano del Ejército de las Provincias Unidas; médico del hospital en diversas épocas; miembro del protomedicato; médico de policía, etc. En 1849 leyó su tesis en la Universidad de Buenos Aires, la que constituyó un verdadero aporte al tratamiento del reumatismo y la gota.
En un bando de 1704 del teniente de gobernador Juan José de Ahumada, se disponía la prohibición de, bajo severas penas, "que ninguna persona de ningún estado ni calidad que sea ose usar de supersticiones, hechizos ni yerbas sospechosas".
Al año siguiente otro documento similar, ahora del gobernador Ros, ordenaba "que se persiga al alcahuete y hechicero".
Por su parte, en agosto de 1790 el procurador general de Santa Fe, basado en que resultaba "muy útil para la curación de los pobres enfermos" más por caridad que por interés, solicitó al virrey Arredondo que dejara sin efecto la orden de expulsión del indio curandero Bernabé Vargas que había dispuesto el comandante de Armas por ejercer la medicina sin los conocimientos necesarios y la indispensable licencia del protomedicato.
El primer santafesino que obtuvo el título de médico fue Juan Marcelino Freyre y Rodríguez del Fresno, nieto del protomédico quien en 1843 defendió su tesis sobre amputaciones. Antes de radicarse definitivamente en Rosario, en 1847, Freyre reclamó al gobierno el pago de $ 300 "por asistencia y malas noches,... medicinas y ventosas y sangrías". José María de Quintana es el segundo hijo de la provincia que se graduó, en 1847, como médico, profesión que ejerció hasta su muerte. Cándido Pujato es el tercero de los primeros santafesinos graduados en la profesión hipocrática tras su paso como becario del gobierno de la provincia por la Universidad de Buenos Aires, luego de defender su tesis sobre el tumor blanco. Actuó como médico del Hospital de Caridad a cargo de la Sociedad de Beneficencia. Murió en 1895 luego de contagiarse de cólera durante la epidemia de 1894-95.
El Dr. Luciano Torrent llegó a Santa Fe en 1853 para incorporarse a la Convención General Constituyente, radicándose entre nosotros tras su matrimonio con Severa Zavalla en 1853 y cumpliendo importantes tareas tales como: protomédico de la provincia, miembro del Consejo de Higiene, etc..
El primer enfermero cuyo nombre se conoce -existió uno laico en 1817, pero se desconoce su nombre- fue José Valeriano a quien, el 11 de octubre de 1821, el protomédico Manuel Rodríguez le extendió un certificado de que había actuado por 8 meses en el Hospital Militar, con el fin de que pudiera cobrar sus haberes.
Por su parte, los primeros boticarios, antecedente del imprescindible farmacéutico de hoy, fueron el hermano jesuita Agustín Almeida, de actuación en 1735; Felipe Reynoso, que actuó a fines del Siglo XVIII, seguido medio siglo después por Remigio Pérez, el primero del XIX y a cuyo cargo estuvo la Botica del Estado, creada el 3 de agosto de 1852 con una inversión inicial de $ 4.000,00 en medicamentos e instalada en "esquina contigua a la del Cabildo". Alejado de la botica oficial, Pérez abrió la suya propia en calle San Jerónimo.
En cuanto al primer odontólogo, al menos el primero que contó con autorización del Consejo de Higiene del 13 de octubre de 1869, fue Enrique Gaydou, que revalidó su título obtenido en Francia, y en cuanto al "primer sacamuelas" de origen santafesino, fue Heraclio Cabral. Antes de aquella fecha los barberos y sangradores eran los encargados de las extracciones dentarias.
En 1787, el protomedicato había establecido un arancel para todo lo que tuviera que ver con la obstetricia, dependiendo el monto de si quien ejercía era partera, sangrador, boticario, médico o cirujano. La tarifa de 1799 fijó salario para "matronas y parteras".
Pero el reconocimiento de la necesidad de profesionales capacitados en esa especialidad sanitaria determinó que la Facultad de Medicina de Buenos Aires, en 1852, organizara un curso que resultó en la actual escuela de parteras, siendo María Sofía Aufranc la primera de estas comadronas autorizadas a ejercer en Santa Fe.
Por más de un siglo, la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz careció de hospital, hasta que en 1793 se fundó, con los escasos réditos del porcentaje de los diezmos, el recupero de un préstamo a particulares y la donación testamentaria de $ 1.000 de Pedro Barbara Gaviola, un hospital provisorio con 6 camas, en la parte posterior del colegio de los jesuitas expulsos. El cirujano Manuel Rodríguez y el boticario Felipe Reynoso conformaron el presupuesto de la cantidad de pesos necesarios para mantenerlo, pero el nosocomio se clausuró al año siguiente por orden de la Junta Superior de Diezmos.
A pesar de todos los esfuerzos capitulares invertidos desde ese momento y hasta el S. XIX, la situación siguió igual. Pero esto no era extraño ya que "la asistencia médica, cuando la hubo, se ejercía a domicilio, internándose en los hospitales solamente a los pobres de solemnidad que no acudían a curanderos o a forasteros".
Asimismo, se iniciaron trámites en Buenos Aires para "que los Padres de la Sagrada Religión Betlehemítica se hicieran cargo del dicho Hospital", pero la decisión fracasó y el proyecto se pospuso hasta 1822, debido a las vicisitudes habidas por el destino de los caudales destinados al hospital durante todo el período colonial y la primera década independiente.
Al llegar Estanislao López al gobierno de la provincia y tras arduas gestiones, ordenó, en 1822, que se organizara el hospital encargando la obra al religioso betlehemita fray Ramón del Pilar con un sueldo de $ 17,00 mensuales en calidad de "Prefecto del Hospital". Para tal fin debían cubrirse los gastos de organización con: la capellanía vacante del Dr. Amenábar, $ 50 anuales que cobraba el cirujano del Ejército, más $ 7.000 de la testamentaría de Juan Antonio Léxica, entre otros recursos.
El hospital entró en funcionamiento en enero de 1823 y el regular permaneció en el cargo hasta el 24 de julio de 1825, en que cedió la dirección al Dr. Luis J. Fontán.
El hospital, que estaba ubicado en la calle San Martín al sur, en la última cuadra sobre el río, entre las actuales Uruguay y Jujuy, con frente al este, sufrió varias refacciones desde su instalación hasta 1860: ampliaciones de salas y servicios, incluso contó notables progresos técnicos, en 1855, Pedro López y Cía. instaló un teléfono.
A partir de 1861 y por decisión gubernamental el nosocomio como Hospital de Hombres o de Caridad funcionó dentro del accionar de las Damas de la Sociedad de Beneficencia. El gobierno de la Confederación Argentina mantenía en el mismo edificio un hospital militar y uno naval.
Durante la gestión del gobernador Rosas, se construyeron unos "cuartitos" al sur del edificio a fin de destinarlos a la asistencia médica de las mujeres, siendo atendida la primera el 17 de febrero de 1861.
En junio de 1860, el gobernador Rosendo Fraga se dirigió a la superiora de la congregación a fin de que autorizara a las hermanas del Huerto a instalarse en Santa Fe de la Vera Cruz a fin de llevar a cabo tareas educativas, pero, habiéndose habilitado en enero de 1863 la capilla y la sala de mujeres, la Sociedad de Beneficencia hizo lo propio pidiendo "hermanas de caridad" a la misma congregación por lo que, a partir de 1869, las monjas tuvieron a su cargo tanto la educación femenina como la atención del hospital, tarea ésta que conservaron hasta mediados del Siglo XX.
Un dato curioso resulta la decisión de rechazar un dentista "por innecesario" tomada por el entonces director, Dr. Pujato, en 1884. Siete años antes, había aprobado la habilitación de una escuela para las "depositadas", en la sala de niños. También funcionó allí por entonces un "sifilicomio" controlado por la Asistencia Pública Municipal, para la atención de las prostitutas del Dispensario de Sanidad.
En 1890, se resolvió hacer la conexión con el agua corriente a fin de dotar al hospital de servicios sanitarios que, en las actas, aparecen como "inodoros y lluvias", obteniéndose la provisión de agua mediante un molino.
Pero ya para entonces resultaba estrecho el terreno para una ampliación y la construcción inadecuada para la conveniente atención de enfermos por lo que, en 1895, las señoras de la beneficencia decidieron construir un nuevo hospital de acuerdo con las propuestas de la comisión creada ad hoc e integrada, entre otros, por prestigiosos profesionales de la época: José María Cullen, Jonás Larguía y Miguel Parpal.
Se buscó el sitio adecuado hacia el oeste de la ciudad, colocándose, el 25 de mayo de 1902, la piedra fundamental del nuevo nosocomio en terrenos de la plaza Independencia, que fueron donados en parte por la Municipalidad y en parte por Mercedes Cullen de Aldao y por el Dr. José Elías Galisteo y el resto necesario para el proyecto, expropiado por la provincia.
El edificio del Hospital de Caridad se inauguró el 9 de julio de 1909, tras elegir y premiar los proyectos de los Ing. Antonio Lomello y Damis Hay, y por muchos años fue uno de los más grandes hospitales del interior del país.
Al momento de su inauguración, el nosocomio contaba con 8 salas denominadas con nombres de médicos que actuaron en el antiguo hospital: Pedro Lucas Funes, Cándido Pujato, Pedro Beleno, Miguel Parpal, José María Cullen, Luis Aguirre y Francisco Eguiazu. Más tarde, con una donación de $ 51.000, se agregó la sala de San Buenaventura en homenaje al Dr. Buenaventura Coll y Andino. En la década del '30, la Srta. Petrona Imelda Torregona, paciente del Dr. Domingo Pujato, donó su bienes para la construcción de la maternidad Dr. D. Pujato, modelo en su género, que tanta falta hacía en Santa Fe, ya que, por ejemplo en 1877, en el viejo hospital se había internado una extranjera "en estado interesante" pero no pudo ser atendida porque la Sociedad de Beneficencia, con la asesoría médica, dictaminó que no era posible "atender esa clase de necesidad".
Los fondos iniciales para la construcción se recaudaron con la organización de un bazar en los salones del Club del Orden, un corso de flores alrededor de la Plaza 25 de Mayo y un concierto en el Politeama Rafetto.
El 3 agosto de 1868, el gobernador Mariano Cabal creó, por ley, dos consejos de Higiene en la provincia, uno en Santa Fe y el otro en Rosario. La ley, a través de sus 41 artículos, contemplaba todas las actividades sanitarias. Los integrantes eran nombrados anualmente a pluralidad de votos por el cuerpo médico de la ciudad y aprobados por el gobierno.
Veinte años después, el sucesor de Cabal, Dr. José Gálvez, hizo lo propio creando el Consejo General de Higiene de la provincia, con sede en Santa Fe de la Vera Cruz y uno dependiente en Rosario. Larga y fecunda fue la labor desarrollada por el Consejo General de Higiene.
Con esa finalidad, en mayo de 1889, el Concejo Deliberante creó el cuerpo municipal, integrado por tres médicos, con obligación de asistencia domiciliaria a cualquier hora y gratuita a los pobres. Otro médico, en este caso el Dr. Eliseo Videla, debía atender las casas de tolerancia.
Los médicos cobraban $ 150 mensuales, $ 0,40 por las recetas "sencillas" y por su precio, los específicos.
A fin de la atención, se dividió la ciudad en tres zonas: sur, hasta calle Juan de Garay a cargo del Dr. Pedro Lucas Funes; centro, hasta calle Catamarca bajo la atención del Dr. Florentino Loza y, por su parte el Dr. Esteban Gavazutti atendía el norte, hasta la quinta de Iriondo.
En 1890 el número de galenos se elevó a seis y 5 años más tarde se creó el cargo de médico municipal en Rincón y Colastiné, siendo designado el Dr. Enrique Carvajal y la Inspección Médica Escolar.
Debido a la creciente actividad de la Asistencia Pública Municipal, durante la dirección del Dr. Miguel Parpal se construyó un edificio adecuado que la albergara. Fue inaugurado en 1907 en la esquina de 1� de Mayo y Juan de Garay, donde se ofrecían servicios de salud, primeros auxilios en emergencias o accidentes, acciones de profilaxis, etc.