"La Bienal de San Pablo es un área extraterritorial en la cual los artistas crean sus provocaciones utópicas" (texto del catálogo). En este contexto, la apertura de esta vigésima sexta Bienal en la cual se congregan tanto artistas invitados como autores en representación nacional pone en vidriera y bajo la lupa ideas y opiniones coaguladas en símbolos y signos que desnudan un estado de la producción artística contemporánea, visión parcial por cierto, pero no por ello menos movilizadora.
El tema convocante es esta oportunidad lleva el rótulo de Territorio Libre propuesto por el curador de la muestra Alfons Hug, y nos remite al lugar en el cual no existe restricción alguna para la creación o el desarrollo de hipótesis expresivas y potencialidades artístico-conceptuales. En este aspecto, podemos decir que las manifestaciones más opuestas cuando no contradictorias se dan cita en este magnífico lugar de exposiciones que es el pabellón Ciccilo Matarazzo situado en el parque de Ibirapuera, ciudad de San Pablo, Brasil.
Este monumental esfuerzo reiterado regularmente por más de medio siglo es conducido por aquellos que sostienen que el mundo de la creación artística reformula una y otra vez la calidad, sentido y dirección del espíritu de los tiempos, dibujando en perspectiva un horizonte que nos caracteriza históricamente. Potenciación de los discursos artísticos hasta la desmesura, movilización de artistas, mecenas, galeristas, interesados y curiosos definen la política cultural que sostiene la realización de esta Bienal, la que junto a la de Venecia y a la Documenta de Kassel (Alemania) conforman el triunvirato directriz del mundo contemporáneo en estas cuestiones. Patrocinadores privados y el Estado llevan adelante este evento convencidos de su valor multiplicador en todos los sentidos para la ciudad que la alberga y para el país, con una idea concreta de política cultural cuya amplitud es modélica.
A través de las diferentes proposiciones concretadas en pinturas, dibujos, instalaciones, fotografías, escultura-instalaciones, video-instalaciones y videos, el destino último de estas realizaciones es la de confrontación de ideas y opiniones visualizadas en las que se entremezcla lo artístico con lo político, lo filosófico con lo testimonial, la imaginación con el desparpajo, la coherencia con la zoncera petulante, en obras que en general, salvo excepciones, se distancian de manera ostentosa de las prescripciones propias del arte plástico o visual. El argumento de los llamados "teóricos" en torno de la "crisis del soporte" da vía libre a las realizaciones a la vista, con ciertos despropósitos que corren con el riesgo de confundir, trivializando el Arte.
La actitud confrontativa y desestabilizadora como punto de rechazo a las ideas predigeridas o convencionales se dan cita en este enorme lugar en el cual se puede ver y apreciar, en ajuste al extenso y ambiguo tema propuesto "de todo, como en botica", al margen del empeño y compromiso fáctico de cada autor por presentar lo suyo. Cada representación nacional tiene su curador responsable, y la lógica multiplicidad de interpretaciones genera una excesiva dispersión en procesos y productos que se exhiben. La concepción del arte como lenguaje internacional, la archimentada "globalización" de los discursos expresivos determinan que mucho de lo exhibido transite por la ruta de lo "ya visto", lo reiterado como fórmula de avanzada desgajada del territorio de origen; una mirada uniformizadora que culmina con la espectacularidad propia de cierta rutina "bienalista" escenográfica y autocomplaciente que exige del observador corriente un esfuerzo de interpretación que desalienta, salvo honrosas excepciones (el espacio destinado a la difusión de la obra de Cándido Portinari, por ejemplo).
Cada trabajo expuesto va acompañado de una fundamentación impresa y adosada junto al mismo. Estos textos cumplen el rol de explicar procesos, objetivos y producciones a la vista. De este modo, la libertad de la proposición visual queda prisionera de la explicación literario/conceptual, con lo cual el inicial "Territorio libre" se ve acotado a la indicación prescripta.
Quien aprecie las realizaciones desde la óptica de lo mimético, desde la representación del entorno definido como "la realidad" se gratificará con las fotografías en blanco y negro de Juan Britos en representación del Paraguay; si prefiere las fotografías color podrá apreciar las vistas en primer plano o panorámicas de escenas y paisajes de la representación irlandesa, impactantes por su realización técnica y tamaño, sin mayor significación expresiva. Podrá valorar el dibujo dentro del más convencional esquema de gráfica secuenciada en la representación lituana. Podrá ver pinturas de gran tamaño, alardes compositivos figurativos o abstractos, videos de gratuita repulsión como la del autor búlgaro Rassim.
Las representaciones argentinas en las personas de Jorge Macchi -invitado a participar con una obra -video- titulada "Caja de música"- son apenas un breve entretenimiento visual, en tanto que en carácter de representación nacional y con la curaduría de Marcelo Pacheco está presente el artista Pablo Siquier, quien muestra dos dibujos realizados al carbón sobre sendas paredes opuestas, cuyo tamaño es de cinco por ocho metros, según el catálogo, el mayor mérito de estas obras está en el impacto que produce el tamaño del trabajo y su pulcritud ejecutiva. Los prolijos diseños arquitectónicos encerrados en sí mismos como alarde de ejecución monumental sintetizan la propuesta de Siquier. La reducción al papel tamaño oficio no modificaría la calidad del dibujo, diseño de este autor.
Sin duda alguna, la diversidad de proposiciones y la amplia participación de naciones (cuarenta y siete países, más la colección de ocho fotógrafos africanos seleccionados por un mismo curador, y setenta y dos artistas invitados, a los que se suman los "special rooms" de otros ocho países) hacen de esta Bienal un entremezclado y muy complejo Territorio Libre que se interpreta como espacio de absoluta individualidad, de excesiva multiplicidad que desdibujan los conceptos orientadores de apreciación o valoración.
Estos eventos tienen el incuestionable mérito de los desafíos organizativos a gran escala en un espacio del arte que obliga a repensar constantemente el rol y las funciones económicas, sociales y culturales del mismo en la contemporaneidad. La despersonalización de las proposiciones visuales y auditivas de la bienal es sin duda un importante espacio para la reflexión de cientistas sociales, filósofos e intelectuales de diverso cuño en tanto intenten bucear en el "malestar de la cultura". La alienación y la violencia despuntan aquí y allá en obras y, como tantas veces ha sido, los creadores son los augures del porvenir.
La amplitud del tema convocante, más la presencia de múltiples curadurías que mixturan criterios y proposiciones no hacen del lugar un territorio libre, sino un lugar donde lo diferente conjuga con la indiferencia hacia el resto, en un gesto de autosuficiencia en el que la puerilidad en las ideas de muchos artistas partícipes, acompañados por cacofónicos discursos de sus mentores, están por debajo de este señero emprendimiento que sin lugar a dudas posiciona a San Pablo como la capital cultural de Sudamérica.