Función terapéutica de las malas palabras, según Fontanarrosa
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Solamente al público extranjero le habrá resultado algo asombrosa la presencia de ese panelista -único sin saco y corbata y único que no leyó su ponencia- que en un ámbito donde se recela tanto de los deberes del buen decir eligió un tema muy poco canónico: las malas palabras. Ese auditorio pasó del desconcierto inicial a la sonrisa y terminó riendo a los gritos con el ingenio irreverente de Roberto Fontanarrosa, que hizo relamerse de orgullo a los locales, descoserse en carcajadas a la mayoría y meditar con buen humor a casi todos.
Se sabe: la de Fontanarrosa es, además de honda y lúcida, una literatura boca sucia. Entonces no fue algo desatinado que su preocupación en este III Congreso Internacional de la Lengua se haya detenido en el valor que estos motes devaluados en visiones puritanas -"esta familia marginal, un tanto despreciada que son las malas palabras"- brindan a la función expresiva de los relatos, los suyos y los de tantos escritores.
La advertencia con que arrancó Fontanarrosa sobre el tema "Español Internacional e internacionalización del Español" produjo una sonora exclamación. "Escuchando a los colegas que me anteceden, a sus postulados, me doy cuenta de que lo que voy a hablar ahora no tiene nada que ver", dijo. Y enseguida manifestó que su intervención debía pasar por el intento de respuesta a una pregunta. "�Por qué son malas las malas palabras? �Qué actitud tienen? �Les pegan a las otras palabras, son de mala calidad, se deterioran, se dejan de usar, incurren en actitudes reñidas con la moral?".
Su idea, "una teoría disparatada", es que la sociedad las hizo de mala calidad. Pero que son incomparables por su capacidad de apelar, de sobresaltar, de provocar un efecto imprevisto e impensado para quien la recibe. Y situó la robustez emotiva de las malas palabras en dos puntos: una cuestión de popularidad y otra de contextura física.
Al llegar el momento de los ejemplos, el público empezó a corcovear sobre las butacas. "No es lo mismo decir que una persona es tonta que decir que es un pelotudo. Tonto puede incluir un problema físico. El secreto de la palabra pelotudo, ya universalizada, está en la fuerza. Todo el peso está en la letra T. No es lo mismo decir sonso que decir peloTudo".
Sus compañeros de panel -el periodista español Juan Luis Cebrián, el escritor peruano Alfredo Bryce Etchenique y el subdirector de la Nación José Claudio Escribano- también estaban tentados. Fontanarrosa reivindicó entonces la palabra carajo. "Es una palabra maravillosa que en otros países está exenta de culpa y que la lengua de algunos países protege. Tendría que acudir a mi amigo Arturo Pérez Reverte, pero entiendo que el carajo era el lugar más alto de un barco, donde se enviaba al vigía. Y mandar a alguien al carajo era estrictamente eso. Una cosa horrible".
A partir del ejemplo, casi al borde de la irritación, condenó como algo irremediable la función de los eufemismos. "Se ha tratado de reemplazar la palabra carajo por otra, caracho, que es de una debilidad absoluta". Y reiteró que la densidad de "la palabrota" está en la contextura física. "Otra palabra que quiero apuntar es la palabra mierda. Su fuerza sonora está en la `r'. Por eso la palabra pierde gravedad en otros lugares como en Cuba, donde dicen mielda, que suena a chino. Yo entiendo, modestamente, que ésta es una de las grandes debilidades de la Revolución Cubana".
Pero la suya no era solamente una ponencia chistosa. Es que valiéndose de los recursos de los que habló en la mesa, este autor nacido en Rosario en 1944 ha elaborado 14 libros de relatos e innumerables tiras de historietas que se publican en ediciones de toda Hispanoamérica. Lo que pareció claro, en una ponencia respetuosa pero en el mejor sentido antiacadémica, es que lo que brinda el tono ingenioso tanto en las tradiciones orales y escritas son los matices.
"�Quién define qué es vulgar y qué no es vulgar? Mientras de más matices disponga uno, más se puede defender para comunicar algo. Hay palabras que, por sonoridad o por fuerza, son irreemplazables. Reclamo la condición terapéutica de las malas palabras, pido una amnistía para ellas para que pasen una Navidad tranquila y que en estas fiestas, sin remordimientos, las podamos integrar". (Corresponsalía Rosario).
El Premio Nobel de Literatura José Saramago aseguró hoy que "sobre la página de un libro se puede llorar, pero no sobre una computadora", con lo que marcó diferencias en la relación personal que se establece entre el texto y la pantalla.
"Hay que amar los libros, reír y llorar con ellos", expresó el escritor portugués al entregar en la Escuela Normal 3 de Rosario, junto al ministro de Educación, Daniel Filmus, los premios del Certamen Nacional de Escritura 2004, en el marco del Tercer Congreso Internacional de la Lengua que se desarrolla en esta ciudad.
Saramago manifestó que "sobre la página de un libro se puede llorar, pero no sobre una computadora".
Por su parte, su colega argentino Mempo Giardinelli destacó que "no hay recuperación política económica y social sin recuperación de lengua". (DyN).
Para sorpresa de los argentinos, el Diccionario Panhispánico de Dudas que hoy fue presentado en el marco del tercer Congreso de la Lengua, incluye algunos vocablos del lunfardo, entre ellos el término "telo" que aparece como modismo para significar albergue transitorio.
El Diccionario, que por el momento circulará en formato digital pero que el año que viene será editado en versión impresa por el sello Santillana, recoge los trabajos realizados desde que la Academia Española abrió en 1998 en su página de Internet la sección de consultas lingüísticas llamada "Español al día".
La obra, que tiene como objetivo homogeneizar entre todos los países de habla hispana el uso del español con sus múltiples neologismos y extranjerismos, censura, por otra parte, la utilización de voces extranjeras en casos como "best seller" (debe utilizarse "superventas") y "hall" ("recibidor", "entrada" o "vestíbulo").
La obra propone mantener la grafía original pero con pronunciación a la española como el caso de la palabra "gay" que debe pronunciarse "gai". Para otras expresiones las academias prefieren "la adaptación de la grafía original para reflejar la pronunciación de acuerdo con el sistema gráfico español": "baseball" debe escribirse "beisbol" o "béisbol", "paddle" ("pádel") y "hippie" ("jipi").
"Hay que revisar las palabras de una forma natural y cotidiana como el agua que uno bebe". Así, en la dirección que trazan estas palabras formuladas hace poco por el Premio Nobel portugués José Saramago, avanzó esta iniciativa que busca respetar las equivalencias regionales para un mismo vocablo y al mismo tiempo resolver dudas de acentuación, dicción y sintaxis en el uso de la lengua española.
La obra incluye tres tipos de materiales: las dudas más frecuentes planteadas a los servicios de consultas lingüísticas de la lengua española, la información de carácter normativo que se recoge en publicaciones académicas y las cuestiones tratadas en las publicaciones de mayor solvencia.
Otro de los aspectos importantes de la obra es el referido a la circulación de los extranjerismos en la lengua española. Al respecto, el director de la Academia Argentina de la Lengua, Pedro Luis Barcia, explicó que "todas aquellas palabras que son extranjerismos y predominantemente anglicismos, y que tienen su representación consolidada en el idioma español, no tiene sentido que sean aceptados". (Télam).
Hernán Lascano