"Un gesto vale más que mil palabras", aseguró el guionista y director Carlos Sorín en el discurso que sostuvo en el marco del III Congreso Internacional de la Lengua Española. El tema que lo convocó fue el español de los textos cinematográficos: filmes y doblajes, series y telenovelas del mundo hispánico. Pero él no se acomodó demasiado a la propuesta y fue a exponer su mirada sobre su arte.
Lo aclaró de entrada: "Mi presencia es un acto de audacia. Cuando recibí la invitación, pensé que se habían equivocado". Sin embargo, luego de meditarlo, decidió entender que la convocatoria tenía que ver con el interés por su visión del mundo cinematográfico.
Empezó a hablar de la literatura y del cine, de la imagen y la palabra, para asegurar que no siempre los éxitos editoriales se convierten en éxitos cinematográficos. Y se refirió a las novelas del escritor colombiano Gabriel García Márquez: "La palabra evoca más que la imagen. Entonces, ésta es tan concreta y pobre; está muy lejos de la eficacia de la palabra".
Consideró que en la década del '20 el cine mudo alcanzó "un desarrollo expresivo notable y lo logró por la ausencia de la palabra". Después llegó el sonido e inundaron las palabras que convirtieron al montaje en estático. "Pasaron varios años hasta que se volvió a encontrar el camino del silencio". Inmediatamente aclaró que no es que prefiera un cine mudo, pero sí esa palabra que oculta y sugiere más, acorde con el personaje que con el guión. "El espectador busca indicios, miradas, portes que digan".
Para el director de "El perro", el guión es algo esencial pero lo trabaja de una manera libre, que permita la creatividad. Suele realizarlos con la utilización de temas musicales y fotos que luego, en el rodaje, utiliza para conseguir esa escena donde las palabras no alcanzan. "Lo único que puede dirigir es la magia. Muchas veces improviso, reescribo, no necesariamente me ajusto a un guión de hierro".
Sorín estuvo acompañado por el presidente del Instituto de Cine y Artes Visuales (Incaa), Jorge Coscia, y por el poeta e investigador Eduardo Romano.
El primero enumeró los riesgos de las traducciones y subtitulados que no respetan las lenguas regionales y empobrecen la realización, como también la posibilidad de censura y control por parte de los gobiernos y las desventajas que agobian a las producciones locales frente al mercado.
"Igualmente que en la traducción de un poema hay una pérdida", dijo, y señaló como paliativo la traducción al idioma "más parecido" al local. (Enviada especial).
A.L.F.