Pese a una baja de la natalidad y a la disminución de su población activa, Japón vacila en frenar su declive demográfico recurriendo a la inmigración, una alternativa que este país homogéneo no encara precisamente con entusiasmo.
"El problema concreto de Japón es que enfrenta la baja y la no renovación de su población", anota Patrick Weil, especialista de políticas de inmigración comparada de la universidad de la Sorbona.
Según las proyecciones de la ONU, Japón debería contar con unos 109 millones de habitantes en 2050, contra 127 millones en 2004, y tendrá necesidad de un fuerte aumento del número de inmigrantes para compensar este declive.
El archipiélago, sin embargo, nunca ha acogido demasiados inmigrantes y, en 2003, sólo contaba con un poco menos de dos millones de extranjeros -coreanos y chinos en un 50%-, o sea apenas 1,5% de su población total.
Según Tokio, la población japonesa va a comenzar a declinar desde 2007.
"En realidad, está bajando desde 1995", explicó a la AFP Isao Negishi, director de la Oficina de Planificación de Políticas de Inmigración en el Ministerio de Justicia, explicando que la atonía de la economía en los años 1990 escondió la necesidad de mano de obra extranjera.
"Actualmente, el mundo empresarial está llamando a tener una actitud abierta con respecto a los trabajadores extranjeros", subrayó.
Negishi considera, sin embargo, que Japón puede inicialmente emplear más mujeres y personas de edad antes de recurrir a la inmigración.
"Nosotros no pensamos abrir las puertas, ni cerrarlas, sino apuntar hacia una inmigración seleccionada profesionalmente", preconiza, citando nuevas medidas para atraer ingenieros, científicos, médicos o enfermeras.
La cuestión sigue siendo ampliamente ignorada por el país. "Es un tema intocable por los políticos", estima Takamichi Kajita, profesor de sociología de la universidad Hitotsubashi, al anotar que "no hay debate sobre la cuestión".
Weil explica ese silencio por un "miedo al inmigrante", que conocen otros países desarrollados, clima en el que flotan "numerosos fantasmas, como el de ser una especie de extinción".
"Nosotros simplemente no tenemos experiencia en cuanto inmigración", estima Kajima, anotado que Japón ha sido sobre todo un país de emigración.
Para el sociólogo francés, la cultura del Japón está influida por su condición de nación insular.
"La particularidad es que hay un control social bastante fuerte. Es difícil escapar a la vigilancia, de la policía, por supuesto, pero también de la sociedad", agregó Weil, anotando que "en Japón se puede estar en condición de irregular, pero nunca ser un clandestino".
Según Negishi, la mediatización creciente de muchos crímenes cometidos por extranjeros suscita una vida preocupación entre los japoneses.
"Los extranjeros no aparecen en general en los periódicos, salvo si han cometido delitos", subraya Kajita, afirmando que, "en realidad, no hay gran diferencia entre los índices de criminalidad de los nacionales y de los inmigrantes". (AFP).