Carlos y Camilla ultiman detalles

A seis días de su sonada boda, el príncipe Carlos, heredero al trono británico, y su prometida, Camilla Parker Bowles, ultiman los preparativos de un enlace ensombrecido desde el principio por una serie de contratiempos.

Una portavoz de Clarence House, residencia oficial en Londres del príncipe de Gales, confirmó hoy que la pareja está dando el "toque final" a la boda, que se celebrará el viernes 8 en el Ayuntamiento de Windsor, a las afueras de la capital británica.

La misma fuente precisó que Camilla se encuentra en el Reino Unido, mientras que su futuro esposo aún está en la estación de esquí suiza de Klosters, donde disfruta de unas vacaciones junto a sus hijos, los príncipes Guillermo, de 22 años, y Enrique, de 20.

La pareja se reunirá "a comienzos de la semana que viene", cuando el hijo mayor de la reina Isabel II haya vuelto a su país.

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MALHUMORADO

Pese a la cercanía de la boda, Carlos no parece de buen humor a tenor de lo acaecido este jueves en Klosters, donde llamó "maldita gente" a los periodistas que le preguntaron por el casamiento.

Y es que las cosas se complicaron antes de empezar. Desde el primer momento, el palacio de Buckingham trató de ganarse el favor de la opinión pública, sabedor de que los británicos aún culpan a Camilla del fracaso del matrimonio entre el heredero a la Corona y la princesa Diana de Gales.

Por eso, el palacio recalcó que Camilla llevará el título de Su Alteza Real la duquesa de Cornualles y, si su futuro marido se convierte en rey, ella será princesa consorte y no reina.

Asimismo, Carlos y su prometida hicieron, el mismo 10 de febrero, una cuidadosa aparición pública: ambos se dejaron ver, elegantes y sonrientes, en el castillo de Windsor y Camilla reveló que el príncipe se le declaró de rodillas, como en un cuento de hadas.

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CONTRATIEMPOS

Sin embargo, los contratiempos comenzaron una semana después, al confirmarse que la pareja no podrá cumplir su sueño de contraer matrimonio en el castillo de Windsor, que sólo albergará un acto religioso posterior para bendecir a los recién casados.

Los novios tendrán ahora que decir el "sí quiero" en el cercano y poco suntuoso Ayuntamiento de Windsor, tras darse cuenta de que la autorización para casarse en el recinto real iba a permitir a cualquier plebeyo celebrar su boda en el castillo durante tres años.

El desaguisado se complicó el 22 de febrero, cuando el palacio de Buckingham anuncia, para estupor del pueblo británico, que ni la reina ni su marido, el duque de Edimburgo, asistirán a la ceremonia civil porque Carlos y Camilla desean un enlace "discreto".

Todo empeoró cuando los expertos advirtieron que la unión civil es ilegal y subrayaron que se precisa una boda religiosa porque el príncipe de Gales se convertirá en cabeza de la Iglesia de Inglaterra si algún día accede al trono.

Y el laberinto legal se trabó aún más el 21 de marzo, ya que el gobierno reconoce que Camilla se convertirá automáticamente en reina si Carlos ocupa el trono, mientras Clarence House sale al paso y reitera que la novia del príncipe no quiere ese título.

EFE