Hablar de Sida en las cárceles
A partir de encuentros que se suceden en los recreos, los chicos que están en el pabellón juvenil aprenden cómo y por qué cuidarse del contagio de HIV.

"Todo empezó una noche de pasión. Conocí a una muchacha y como hombre, arranqué, fui, hablamos, tomamos, hablamos y después pasó lo que tenía que pasar, y lo que no tenía que pasar, pasó después, cuando me entero que me había contagiado de VIH", repite la historia Daniel que contó ese 12 de diciembre cuando llegaron los familiares al pabellón y que los llevó a asegurar "hay que usar profilácticos aunque no nos guste".

Luján Llorensi y María Isabel Artigues (Mequi para todos) forman parte de la reunión. Son las disparadoras de la charla, pertenecen al Centro Interdisciplinario de Prevención de Enfermedades de Transmisión Sexual (Cipress) y ya hace 6 meses que van a los sectores A y B del pabellón juvenil de la cárcel de Las Flores a hablar de Sida. En la misma mesa exponen sus ideas Daniel, Gonzalo, Miguel Angel y Miguel, todos de 17 años.

"La culpa es de la chica que no dijo que tenía Sida". "No -asegura otro- la culpa es de la chica porque no dijo, pero también de uno que no se cuida". "¿Y en conclusión?", pregunta Mequi. "Hay que cuidarse. Recatate", y así aparece el término que más de una vez pronuncian en ese par de horas juntos. "Nosotros estamos acostumbrados a hablar como nosotros y en vez de decir pará o dejá de hacer eso, decimos recatate", explica Daniel.

El encuentro es siempre en los recreos. Cada uno elige qué hacer. Algunos optan por un pucho, otros por música, otros por charla y otros, como ellos, por todo eso y la compañía de Mequi y Luján a quienes atienden "como a una visita".

La mesa está servida: el vaso de jugo está siempre lleno, el mate dulce caliente, comparten los cigarrillos y también hacen panes con dulce para todos. "No, no desprecies. Siempre le decimos a ellas que no nos desprecien", contestan al primer "no gracias" y esa es la forma que encuentran de dar y de sentirse en un marco menos hostil.

JUGAR Y APRENDER

Es el tercer año que el dúo femenino trabaja en el pabellón juvenil, sin embargo ahora lo hacen en el marco del Proyecto de Prevención de VIH Sida que se realiza en cinco instituciones penitenciarias de la provincia: la unidad 2, en Coronda, las unidades 3 y 5 de Rosario y en la cárcel de mujeres. Este está financiado por el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, aprobado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

El proyecto fue presentado por el Cipress en convenio con la Dirección General del Servicio Penitenciario de la Provincia y el Hospital Iturraspe.

El objetivo es propiciar en los chicos el aprendizaje de pautas de cuidado y concretarlas a través de técnicas lúdicas y diálogos.

Después de conocerse y sentir la confianza, entre ellas y ellos van surgiendo distintas formas del aprendizaje. Una recurrente es la creación de una historia compuesta por elementos de ficción y de la vida real, pero "es regla que nadie le pregunta al otro si realmente le pasó lo que está contando".

"El disparador es la prevención -explica Luján- pero a partir de ahí aparece la cuestión lúdica. Hay material impreso para partir de un par de conceptos básicos, y después probamos sacar la cuestión que les preocupa de cada uno y jugamos a ponerla en otro lugar".

En adhesión al Día Mundial de Prevención del Sida, en diciembre pasado, ellos decidieron compartir los conocimientos con la familia. Ahí a partir de pequeñas intervenciones teatrales, afiches, música y juegos fundamentaron el accionar precavido ante diversas situaciones. Luego de un mes de interrupción, en febrero los encuentros se volvieron a suceder y esta vez con un proyecto ambicioso: "que el instrumento de prevención sea una producción audiovisual, contado por ellos, los adolescentes privados de la libertad".

El valor de ese espacio

Habitualmente, son entre 6 y 8 chicos. Los encuentros suelen llevarse a cabo a la tarde porque "hay más participación", sostienen las coordinadoras. Ahí, los adolescentes plantean sus dudas sobre el tema, pero también hablan de su vida personal. "Las chicas tienen nuestra confianza", aseguran.

Los cuatro están preocupados porque cada visitante se sienta muy bien, hasta el punto de pedir permiso para retirarse un rato y encender un cigarrillo. Manifiestan su deseo de que los que llegan vuelvan.

"Nos gusta lo que hacemos. Estamos aprendiendo". "Por mi parte, yo no sabía nada de esto". "No me cuesta nada salir y escuchar un par de palabras y aprender", opinan. Además, cuentan cómo respetan ese sitio, tanto que no permiten que vayan otros chicos a perder el tiempo.

ANA LAURA FERTONANI