El desafío de pensar la ciudad
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Nancy Balza
La Nación anunció un plan de 120 mil viviendas sociales para todo el país y, de ese total, una porción será para esta ciudad. La provincia construye casi 950 unidades, algunas prácticamente en el límite del ejido. Los nuevos barrios para inundados que financió Cruz Roja Alemana se erigieron fuera del centro. La ciudad crece y lo hace hacia el norte. Pero, �hay un plan que avale ese crecimiento y servicios que acompañen semejante desarrollo? �Tendrán las familias que habiten las nuevas viviendas escuelas para educar a sus hijos, centros de salud donde atenderse y lugar suficiente para el esparcimiento? En definitiva, �se modificará la tendencia histórica de correr tras el hecho consumado, que es lo mismo que dejar que la ciudad se extienda sin una planificación previa?
El proceso que siguió a la catástrofe hídrica de abril de 2003 y la reubicación de los damnificados en tres barrios (Gorriti y San Lorenzo, Av. Santa Fe y Hugo Wast, y Callejón Roca y República de Siria) puso sobre el tapete, además de otras falencias, el reclamo de los vecinos históricos por más y mejores servicios. No todas las demandas fueron satisfechas; esto queda en claro, al menos, en el tercero de esos conglomerados.
Desde hace más de un año, la Municipalidad viene trabajando con el Procife en la elaboración de un Plan Urbano. Cuando esté concluido, permitirá precisar qué se puede hacer, adónde y qué se necesita para que funcione.
Pero el plan no contempla sólo la zona norte, sino toda la ciudad y también los espacios vacantes -que aún existen-, por ejemplo en áreas del Parque Federal y en los terrenos aledaños a la estación del Belgrano.
Mientras tanto, el crecimiento de la ciudad se da de dos formas: en superficie y en densificación, es decir, "cómo se van completando sectores intersticiales vacantes, o cómo las viviendas individuales son reemplazadas por edificios", explicó el secretario de Planeamiento municipal Carlos Giobando.
Uno de los ejes del plan está puesto en la traza de la ex circunvalación norte que hasta ahora no estaba incluida en el reglamento de zonificación. Por ello se la dividió en distritos que admiten, incluso, la construcción de viviendas -algunas en dúplex-, uno de los dos centros integradores comunitarios (CIC) proyectados y un gran espacio destinado al Parque Norte de acuerdo con el proyecto de Guadalupe Estratégico.
Es indiscutible que hacia el norte se manifiesta claramente el crecimiento de la ciudad. Es allí donde se proyectan los nuevos planes habitacionales y donde se producen asentamientos que luego toman la forma de un barrio.
Cuando en diciembre se suspendió la licitación de 1.500 viviendas en el marco del Plan Federal, en razón de las onerosas propuestas presentadas por las empresas, la Municipalidad encontró una "segunda oportunidad" para planificar. Profundizó la coordinación con la provincia e hizo foco sobre ese amplio sector de ciudad que se abre más allá de la traza.
Así fue que se volcaron a un plano los conjuntos de viviendas en construcción y los proyectos nuevos, se evaluaron la red vial y de desagües, y el acceso a espacios verdes y servicios comunitarios. El resultado fue trasladado a un plano, donde quedaron delimitadas las viviendas en construcción y la probable ubicación de otras nuevas, como también la existencia o ausencia -según el caso- de infraestructura.
El plan no está terminado pero ya generó normas, como la nueva zonificación para amplios espacios que llegan hasta el límite norte que marcan calle Quiroga (hacia el este) y Mons. Rodríguez (al oeste). También se incluyó a la Nueva Tablada, construida hace meses al costado del Mercado Concentrador.
Pero si en el norte el tema pasa por la superficie, para el sur el eje está puesto en la densificación: así es que se proyecta estimular que los edificios se concentren en calles como Urquiza o General López, donde ya se erigieron torres, y desalentarlos en barrios más tradicionales como Candioti Sur.
El próximo paso será enviar al Concejo una norma a modo de marco general del plan. Para después quedarán su aplicación y su permanente actualización, y el compromiso de que la historia no se repita.
Arq. Javier Fedele (*)
Debido a sus condiciones de disponibilidad y características de suelo, el norte muchas veces se ha visto como la oportunidad, el lugar donde la ciudad podía crecer y desarrollarse frente a un sur ocupado y un este y oeste condicionados por los cursos fluviales. En cambio, hoy nos muestra el rostro -por momentos violento- de conflictos urbanos acuciantes, la cara de lo que no desearíamos ser: una ciudad desestructurada, mal comunicada, con segregación social, con déficit de equipamientos y carencias de espacios públicos cualificados.
La pérdida del norte, expresión que hace referencia a una desorientación en el rumbo, adquiere en el caso de Santa Fe el valor de una metáfora literal plasmada en su territorio.
La situación descripta, producto de factores estructurales que exceden a los gobiernos puntuales y determinan el más amplio proceso de construcción de la ciudad, puede ser revertida con nuevas acciones -y en ese sentido todo nuevo proyecto es una oportunidad- pero siempre y cuando se conciban y ejecuten desde los paradigmas del conocimiento urbano. A saber, el estudio de las condiciones preexistentes, la contemplación de esas condiciones en las nuevas intervenciones, la incorporación del conocimiento académico, la evaluación y adecuación de experiencias probadas en otros lugares y momentos, la superación de visiones parciales y el alcance de un consenso del que participen la mayor cantidad de sectores y agentes sociales.
Predisponer los recursos y las voluntades en esta dirección es una tarea indispensable si se pretende superar el actual estado de situación, que no es sólo un problema del sector norte, sino que se extiende en distintas manifestaciones y grados a la ciudad en su totalidad.
Porque hay una circunstancia más. Como mencionamos, en el sector oeste de la ciudad tenemos un contrincante fuerte, el río. En el sector norte teníamos las condiciones despejadas, y la batalla la vamos perdiendo contra nosotros mismos. No hay río al que culpar y lo que queda es hacernos cargo de las omisiones y errores cometidos para no repetirlos. Esperemos remontar la situación a tiempo con la única alternativa que la experiencia ha demostrado viable a la hora de administrar los conflictos en la ciudad: la planificación.
Arq. Eduardo Navarro (*)
Finalizando el primer lustro del siglo XXI, la ciudad debe lamentar no contar con un proyecto urbano que le permita renovar aquel último referente de valor (extinguido ya) como lo fue el conocido "plan Nardi" de la década del �70.
Para facilitar la comprensión de esta aseveración, se podría enunciar desde una órbita mayor que la ciudad no posee un proyecto político que la ayude a repensarse y a posicionarse estratégicamente en el nuevo concierto regional y subcontinental. El deterioro hormiga y los cataclismos urbanos sumados a la crítica situación de la sociedad civil y a la descomposición de grupos pensantes dentro del Estado municipal, se manifiestan en la decadencia de las infraestructuras y en sus patéticas obras de embellecimiento urbano encuadrado más en un proyecto de ciudad propia del siglo XIX que a un ideal colectivo de ciudad pujante del siglo XXI sin que se avizore por el momento, ningún horizonte esperanzador.
Hoy, en el marco del Programa Federal de Construcción de Viviendas, apuradamente y en la coyuntura, se están buscando áreas para el emplazamiento de 1.500 unidades que el plan promete para la ciudad. Si bien desde un punto de vista económico, éstas vendrán con un efecto dinamizador para la industria de la construcción, desde lo urbano sufrirán las consecuencias en sus costos por no tener la ciudad una política de tierras y de uso de suelo clara sobre la cual actuar.
Dado que los procesos licitatorios a los que ha convocado la provincia son de vivienda, infraestructura y terreno y, como dentro de la ciudad no hay vacancias a costos accesibles por m2, las empresas oferentes han presentado terrenos en áreas periurbanas sin infraestructura, donde el nexo desde el último pico instalado de las redes hasta la obra propuesta incide tanto en los costos que eleva los valores en forma alarmante.
Hay una cuestión de fondo insoslayable. La ciudad crece sobre las decisiones de los empresarios de la construcción y no sobre las decisiones de un proyecto de ciudad trazado y consensuado desde la inteligencia del poder y su comunidad. Sumando así un factor adicional a este paisaje de fractura social y urbana del que, a pesar de las potencias que implica tener tres universidades y un abanico vasto de instituciones intermedias preocupadas y dispuestas al debate sobre la Santa Fe que deseamos y nos merecemos, permanecen como espectadores de piedra e impávidos ante el autismo con que el Estado Municipal (desde hace más de 20 años), trata estos trascendentes temas.