Hace más de 20 años, el mundo celebra el Día Internacional de la Danza cada 29 de abril porque, en esa misma fecha, pero del año 1727, nacía Jean Jacques Noverre, revolucionario coreógrafo francés y afamada personalidad en las huellas de la danza.
Cecilia Hopkins es miembro de Critea (Asociación de Críticos de Teatro de la Argentina), escribe hace años en Página 12 y otros medios sobre la magia que se mueve sobre las tablas de un escenario. Y aunque se refiere con frecuencia a las grandes personalidades que marcaron la historia de la danza, cree que el recuerdo de los mismos no debe ser el único alimento de las realizaciones y que es en la innovación y no en la imitación donde cada bailarín debe encontrar identidades.
La solidez de sus afirmaciones y una mirada en ella resucitan muchos reflectores, son las primeras palabras del diálogo. De alguna manera, se trata de descubrir qué es lo que ocurre cuando la música, el alma y un cono de luz dan vida a un cuerpo. Y según Cecilia, tanto la respuesta como las preguntas incipientes pueden estar muy cerca de un fenómeno: poetizar la vida.
-Algunos dicen que bailar es soñar con los pies. No podemos dejar de reconocer a la danza como un canal donde circulan muchas esperanzas. Por otro lado, en tu trabajo estás en contacto con la realidad y sus crudos mensajes. �Cómo se conjugan esas dos cosas?
-Yo estoy trabajando sobre los sentimientos de la clase media, a través del lenguaje de los signos, de la danza del tango solista. Trato de no ponerme del lado de afuera, el protagonista es uno. Es la conciencia de lo que estamos pasando, lo que sucede en nuestro país, los devenires sociales y económicos. Yo estoy permanentemente con eso y, por otro lado, tratando de poetizar la vida a través del movimiento.
-Direccionarnos a la utopía pero sin sacar los pies de la tierra, en este caso, del escenario.
-Exacto. Algo intermedio. Por eso, he ido buscando la manera de un sólo que es un poco de danza teatro, también.
-Cada postura y movimiento en la danza son un signo, representan algo. �Qué decimos al bailar? Ejemplifiquemos con flamenco, contemporánea, neoclásico y tango.
-Las danzas flamencas muestran rebeldía, por su origen marginal y el dolor de toda una raza. Cuando a su nación le conviene, los representa, y cuando no, son los ladrones. Con respecto a la danza contemporánea, tengo algunos problemas, porque siento que ha habido muchos reformadores interesantes pero son tomados como popes indiscutibles y se los copia de manera exhaustiva. Los cultores no terminan de rendirle pleitesía a esos caminos de iniciación y por eso se baila igual en Amsterdam que en Buenos Aires. El bailarín contemporáneo tendría que empezar a buscar su identidad en el cuerpo, en el modo de moverse, no estar mirando siempre para afuera. El neoclásico no es de mi agrado, es una danza fósil. No niego su belleza, pero nos ha signado demasiado. El tango es nuestra expresión ciudadana; se desconoce su origen, tiene un condimento negro, reúne un machismo que nosotras rechazamos en la vida cotidiana pero en la danza es maravilloso: que uno sea el coreógrafo y el otro siga.
-En la danza se da una síntesis dinámica de espíritu -cómo ánima, como soplo vital- y cuerpo. Siempre se conjuga determinado tipo de movimiento o postura con el sentimiento que puede producirlo.
-La danza ha ido cambiando: ya no se eleva en zapatillas de punta o mediapunta, sino que hay mucho más piso. Hay una danza mucho más contundente que se nutre de ritmos más callejeros, como puede ser el rap, que tiene incidencias en las artes marciales. En la medida en que el cuerpo deje trasuntar una forma, vendrá una sensación o emoción en consecuencia. Habría que ver de qué tipo de bailarín o espectáculo estamos hablando para ver cómo se corporiza tal o cual sentimiento. Esa unidad es esencial.
-Hoy decías que te toca "poetizar" la vida a través de la danza y, por otro lado, estuvimos hablando de los cambios que ha transitado en el tiempo la danza. Esos cambios, �quitan o agregan poesía a la danza?
-Por la existencia de la danza teatro, no deja de existir el ballet clásico ni neoclásico, no desestructura nada. La danza teatro hace su vida, conquista otros territorios, pero todo lo que hubo antes sigue con sus puntas y tutú, son cuestiones totalmente diversas. La danza académica no va a tener fin, tiene sus públicos y sus intérpretes, y está bien que así sea.
-Muchos sostienen, además, que es la base de todas las otras danzas.
-Eso fue así hasta hace un tiempo. Ahora existe una codificación de otros elementos que pueden ser la base para lo que sigue. Un grupo como Krapp, puede ser que haya hecho clásico, aunque no creo que sea su base, no les sirvió en absoluto y sí les sirvieron el rap, las danzas urbanas y brasileñas. O sea que lo de la danza clásica como base es un mito. Isadora Duncan reclamaba en su momento que la danza fuera en búsqueda del teatro porque ella había estudiado la Grecia arcaica y sabía que el primer espectáculo que existió y que es la base de nuestra percepción teatral occidental es un espectáculo compuesto por tres artes de la representación: la palabra, la música y la danza propiamente dicha. Nacieron juntos y después se fueron desmembrando. Ésa es una vía que toman muchos otros hasta llegar a los '70, cuando Pina Bausch es la que asigna el nombre de dance theatre para nombrar sus propias producciones.
Virginia Gutierrez