Sol Lauría
Fueron muchos los edificios que en la ciudad albergaron la emoción del paso a otros mundos e historias. En total, 21 llegaron a ser las salas de cine desde la primera itinerante, Skating Ring, de la calle Comercio entre Tucumán y Primera Junta.
En realidad no era un edificio construido para tal fin en el que se vieron postales en movimiento de Constantinopla un 27 de septiembre de 1896, sino una pista de patinaje. En general, los usos de los pioneros en esto de proyectar imágenes diferían del objetivo: eran bares, cantinas, etc., en los que los dueños recurrían a estas novedades para captar más clientes.
Tal fue el caso de los primeros lugares donde se exhibían películas en forma permanente, E pur si muove -Catamarca y 1° de Mayo-, La Perla -San Martín y Lisandro- y La Cantina Piamontesa -San Jerónimo y 1ra. Junta-, que en 1935 se convirtió en el Doré.
Los concurrentes eran testigos en ese entonces de la magia que ejercía el cinefotógrafo, vivomatógrafos o cinematógrafo; donde se proyectaban cortos como "Los jugadores de naipes", "El mercado de París" o "Un regimiento de caballería en marcha".
El panorama se fue ampliando y, con el correr de los años, la curiosidad y el encanto de los cines generó la apertura de nuevas salas como Café París -Humberto Primo entre Rivadavia y San Luis-, Polo Norte -San Martín y Juan de Garay-, El Esperancino -bulevar Gálvez 1879-, El Aguila -San Martín y Crespo- y Select Bar -Rivadavia y Junín.
Manuel Canale, un santafesino que tomó como objeto de una tesina para la licenciatura en Artes Visuales la historia de los cines en la ciudad, recorrió con El Litoral el camino desde aquella tímida proyección hasta nuestros días. Su ambición es que se declare patrimonio municipal a todos los edificios que albergaron salas y que se cree el museo del cine en la ciudad.
Su trabajo se aboca al séptimo arte "no como hecho artístico" sino "como estructura edilicia", de ahí su intento de que sean formalmente reconocidos como un bien arquitectónico de todos los santafesinos y así "no corra el riesgo de ser destruido".
Al principio, los santafesinos veían con ojos desconfiados la proliferación de esta extraña práctica. Para contrarrestar la duda, los propietarios publicitaban en los diarios "el sentido moral" de las proyecciones y citaban, con nombre y apellido, las "honorables" familias que asistían.
Es que, como dijo Canale, "surge en un ámbito popular. Todos estaban inclinados para un público corriente". Una marcada esencia en este sentido tenían el Doré y el Urquiza. Del primero se decía que era el "cine de los canillitas" donde más de una vez se encendieron las sillas de paja en medio de peleas y gritos. Por eso esta cantina piamontesa fue clausurada tantas veces, los que rememoran esos tiempos aseguran que "era un lío bárbaro".
En el opuesto estuvo el Charmant, primer cine construido para ese fin en 1914 que luego fue el Empire Theatre, San Martín, Santa Fe y Luxor. La esquina de San Martín y Corrientes, según lo referencia Canale, era de "categoría, para gente más selecta. Allí se estrenaban todas las películas, que después pasaban al Doré, al Select Bar y a los demás".
"Santa Fe siempre fue importante en cuanto al panorama cinematográfico. Acá se fundó la primera escuela de cine en Latinoamérica y llegaban todos los estrenos del momento".
Canale rememoró que "se proyectaban dos o tres películas" por sala, sucediéndose todas las semanas en géneros de "variedades", las "estrellas", de los "episodios", del "romance", las "comedias" y lo que denominaban "casquivanas", que eran las películas con mayor voltaje erótico.
Claro que desde la década del 20 éste era el único medio de entretenimiento e informativo para los vecinos de la ciudad, que también concurrían al cine para mantenerse al tanto de las novedades del mundo por medio de los informativos.
También, al ser los únicos espacios que disponían de capacidad suficiente, a las salas desembarcaban compañías de teatro y orquestas, se festejaban los carnavales y hasta Carlos Gardel desplegó su voz de "zorzal" en el cine Apolo, en septiembre de 1931.
Eufóricos discursos en reuniones y mitines políticos tenían como escenario diversas salas e, incluso, los más diversos eventos sociales.
En la década del 80 el esplendor comenzó a opacarse. Nuevas costumbres y más opciones de encuentro, la videocasetera y la expansión del televisor, hicieron que en Santa Fe "como sala, la única que sigue funcionando es el cine América. El Luz y Fuerza y el Garay siguen vigentes, pero para eventos especiales".
Aunque existe un complejo fuera del ejido urbano, los tradicionales edificios adquirieron otros usos. Canale repasa algunos cambios: "El Avenida es un pelotero, el Opera un supermercado, el Capitol un banco y hay una telefónica en lo que era el Charmant".
Los calores santafesinos nunca dieron para andar encerrándose, menos con más de 1.000 personas y sin aire acondicionado.
En las primeras décadas del siglo XX, claro, no existía la tecnología para esquivar las altas temperaturas aunque, como explicó Canale, los propietarios recurrían a techos corredizos y otras estrategias novedosas para calmar el ambiente.
Pero en los meses de verano, todo el mundo se abstenía de esta salida. Allí surgieron los cines al aire libre. Según el relato de Canale, "uno de los primeros fue El Esperancino (1912) en Bv. Gálvez casi Marcial Candioti".
En 1932 nace El Capitol, en Javier de la Rosa y Piedras.
Como por ese entonces Guadalupe era una zona muy descampada, recurrían a los "cuida coches", que significaron toda una novedad. Dado que no había muchas construcciones y quedaba lejos del centro, "cuidaban hasta el más mínimo detalle. Los horarios, por ejemplo, tenían que ser acordes al de los colectivos".
"Explicador"
En 1896, cuando las proyecciones con movimiento dejan atrás las estáticas postales, aún costaba divisar las imágenes.
Lo que se exhibía en una sábana pegada a la pared por medio de tachuelas, no lograba divisarse. La oscuridad y dificultad para captar los movimientos, hicieron que a la figura del "sonidista" se le sumara la del "explicador". Gracias a él, quienes concurrían al cine por ese entonces incorporaban el relato de lo pasaba. Hasta noviembre de 1929, cuando por fin se incorporó el sonido a las imágenes.