Una de las señales de Cristo

Estigmas: cuando la fe lastima

"Los estigmas", fresco de Giotto -de 1325- de la capilla Bardi, en la iglesia de Santa Croce, en Florencia. Foto: Archivo El Litoral. 

El dolor es insoportable; la sangre no deja de fluir en manos y pies, los pincela de rojo. La fe todo lo puede; en este caso parece buscar una cercanía casi física con Jesús, compartiendo su sufrimiento; reproduciendo las heridas que recibió en su martirio y posterior crucifixión.

¿Qué es un estigma? Es una marca, una señal en forma de lesión, surgida sin origen físico aparente, que imita cualquiera de las heridas recibidas por Cristo durante su tortura. Suelen aparecer en las palmas de las manos, pies, costados y cabeza, desapareciendo algunas veces luego de algunas horas. En algunos casos pueden presentarse en una sola área, mientras que los casos más sorprendentes son aquellos en los que se hacen visibles todas las marcas en las zonas anteriormente descritas. El sangramiento es común, al igual que la debilidad y la depresión puede caracterizar el período inmediatamente anterior a la aparición de los estigmas. Un hecho curioso de este fenómeno es que su aparición suele corresponderse con la pasión de Cristo durante los días de la Semana Santa, desapareciendo una vez terminadas estas fechas. Generalmente se manifiestan en sujetos entregados a una vida intensamente espiritual y sumamente mística, pero se pueden hallar también en otros individuos. Suelen ser personas de profunda religiosidad.

Los estigmas no son heridas corporales usuales, ya que la sangre parece emanar a través de la piel, se producen abundantes hemorragias que no tienen explicación debido a que estas heridas se encuentran a flor de piel, lejos de los grandes vasos sanguíneos. Otra característica es que no se deterioran en la forma usual de las heridas comunes, no supuran, la sangre es limpia y pura, y tampoco se curan por remedios ordinarios ni son susceptibles de tratamiento médico

Nunca cicatrizan; esto no implica que cualquier otra herida que se haga el afectado por estigmatización no cicatrice normalmente. Es más, el mismo padre Pío, uno de los estigmatizados más famosos de la historia, en cierta ocasión fue operado y tras la cirugía su recuperación fue satisfactoria y dentro de la total normalidad.

Muchos estigmatizados reportan visiones de Cristo y ángeles, conversaciones con Dios o algún personaje religioso de la religión católica, así como la percepción de extraños olores: se dice que desprenden un olor similar al de los pétalos de rosas.

Los profundos estados de éxtasis que se producen durante sus meditaciones podrían generar una situación de autosugestión capaz de somatizar su experiencia psíquica.

El fenómeno de los estigmatizados se ha presentado alrededor del mundo, en países como Estados Unidos de América, Italia, Francia, España, Inglaterra o Alemania. En la historia de la Iglesia se conocen más de 350 casos y setenta de ellos ha sido declarado santos.

San Francisco de Asís es considerado el primer estigmatizado que presenta la historia y uno de los más famosos. Presentó heridas en manos, pies y costados igual que Cristo, en la soledad del monte Alvernia en 1224, y permaneció con ellas hasta su muerte, el 3 de octubre de 1226.

La opinión de la Iglesia

El padre Tito Paolo Zecca, un experto mundial en materia de estigmas opina que hasta ahora, la investigación ha subrayado el carácter de configuración e imitación de Jesús, que surge de la intensa relación personal que han mantenido con él estas personas que recibieron los estigmas. Es un servicio que la Iglesia necesita en un momento particular de su historia. Es como un signo profético, un llamamiento, una dato sorprendente capaz de recordar a los hombres las cosas esenciales, es decir, la conformación con Cristo y la salvación de Cristo que con sus llagas nos ha rescatado.

En cierto sentido, todos nosotros llevamos los estigmas, pues con el bautismo estamos sumergidos en la vida de Cristo, que nos permite participar en el misterio pascual de su muerte y resurrección. En su pequeñez, cada uno de nosotros lleva los estigmas. Si los lleva con espíritu de fe, esperanza, valentía y fortaleza, estas llagas, que pueden ser purulentas y que no cicatrizan nunca, pueden servir para curar a los demás.

Se puede considerar que la parte esencial de los estigmas consiste en el sufrimiento. Lo sustancial de esta gracia es sentir piedad por Cristo, participar en sus sufrimientos, en sus aflicciones, y -con ello- en la expiación de los pecados que sin cesar se cometen en el mundo. Si el padecimiento estuviera ausente, las heridas se convertirían en un símbolo vacío, en una representación teatral, que sólo conducirían al orgullo.

La explicación científica

La ciencia no tiene todavía una explicación uniforme de este fenómeno. Algunos médicos sostienen que las heridas pudieron haber sido causadas de modo natural por la sola acción de la imaginación, aunada a emociones muy vivas.

En el libro Dermatología en Medicina General, de Fitzpatrick, se considera a los estigmas como una entidad patológica denominada púrpura psicógena, y los incluye como caso extremo dentro de una larga serie de afecciones de la piel que poseen un desencadenante psicológico.

La mayoría de los psiquiatras franceses incluye estos fenómenos entre la histeria y los delirios. El hecho respondería a una necesidad de que, en lo real, se manifieste aquello que es sólo simbólico. Lo que no puede expresarse por la palabra termina siendo expresado por el cuerpo.

Ya se vieron, en reiteradas oportunidades, pacientes que decían "haber visto a Cristo" y presentaban ampollas sangrantes en las manos y los pies. Dermatológicamente, aclaran los expertos, se trata de aliviar los síntomas. En caso de prurito o picazón, se dan antihistamínicos. Se indica un tratamiento local de acuerdo al tipo de lesión, por ejemplo antisépticos locales o cremas con antibióticos para evitar la infección. Pero es fundamental el tratamiento psiquiátrico, que se hace difícil porque estos pacientes no admiten que necesitan ese tratamiento

En casos más extremos, pero no menos comunes el paciente está convencido de que es un santo, o la reencarnación de Cristo o de la virgen María. Estos pacientes con delirios místicos muchas veces se producen heridas, y no lo admiten. La necesidad de demostrar que su delirio es verdadero los lleva a actuar sobre el propio cuerpo.

Intentar una conclusión en este tema es poco menos que imposible, lo único tangible es el fenómeno, la respuesta; por ahora oscilará entre la fe y la ciencia; entre lo místico y lo patológico.