"Llevo desde el final de la guerra siguiendo el mismo itinerario: un recorrido largo y tortuoso que se extiende desde Nápoles hasta el frío norte, una línea de trenes regionales, tranvías, taxis y coches de caballos". Así comienza Vía férrea, la novela de Aharon Appelfeld que acaba de publicar Losada.
Cuenta la historia del anticuario Erwin Siegelbaum, quien realiza siempre un mismo recorrido, rastreando manuscritos valiosos, libros y objetos de culto judíos. Pero su invariable viaje tiene un motivo más profundo: cuarenta años atrás, él y sus padres fueron detenidos y conducidos a un campo de concentración, del que sólo él pudo escapar. Sus padres fueron asesinados por un esbirro de las SS y Siegelbaum lo ha estado buscando todo este tiempo. Ahora, cuando Siegelbaum acaba de cumplir 55 años, su búsqueda parece haber llegado a su fin. Pero, �se puede concertar el destino con un pasado del que es imposible apearse?
Philip Roth ha señalado que en Appelfeld pueden encontrarse ecos de dos célebres escritores judíos: Bruno Schulz y Franz Kafka, la pintura de la íntima calidez del primero y el mapa del mundo absurdo del segundo.
Aharon Appelfeld nació en 1932 en Czernowitz, la mayor ciudad de la Bucovina, actualmente en Ucrania, en el mismo barrio en el que vivió el poeta Paul Celan, en el seno de una familia próspera, asimilada y de lengua alemana. A los ocho años fue testigo del asesinato de su madre por los nazis, antes de ser deportado junto con su padre a un campo en Transnistria, de donde consiguió fugarse. Tras deambular unos años por Ucrania, los rusos lo liberaron en 1944, e inmigró a Israel en 1946. Allí, donde vive en la actualidad, aprendió la lengua hebrea, en la que ha escrito toda su obra, una de las producciones más importantes de la literatura de aquel país, en la que se destacan Vía férrea (1991), Katerina (1989) y Badenheim 1939 (1979).