Escritores alemanes de estirpe francesa
Recientemente, en la Alianza Francesa de nuestra ciudad, el Prof. Ricardo Ahumada disertó acerca de las relaciones culturales -y particularmente literarias- entre Francia y Alemania. El público pudo contar con una invalorable síntesis realizada por el disertante, quien explicó las razones del vínculo histórico entre ambos países, el cual se remonta a las persecuciones religiosas de los siglos XVI y XVII, cuando comenzó el exilio de miles de protestantes franceses. A comienzos de 1700 llegan a Berlín (que será más tarde capital del reino de Prusia) alrededor de 6.000 hugonotes franceses, perseguidos en su país de origen, los que adquieren la ciudadanía berlinesa.
La revolución francesa de 1789 y las guerras napoleónicas también provocaron la erradicación de nobles franceses que se asentaron definitivamente en Alemania, cuyos descendientes legarían buena parte de sus apellidos a la literatura y a las ciencias de Alemania.
De todos estos nombres, el expositor decidió centrarse en el máximo autor realista Theodor Fontane, brillante escritor franco-alemán (1819-1898), con quien la novela social del realismo llega a su máxima expresión. "Tiene un manejo magistral del lenguaje hablado. Es un maestro del diálogo, de la causerie (conversación), un arte que debe agradecerle a su progenie francesa", indicó.
Este autor recibió el elogio de Thomas Mann, quien lo reconoce como maestro, aunque es casi desconocido fuera de Alemania.
Al monólogo interior no lo inventó Joyce sino Fontane, destacó Ahumada, justificando la selección de este artista como referente para la conferencia.
La obra de este escritor, que empezó a publicar recién a partir de los cincuenta años, es de una enorme perfección y retrata la vida de las capas sociales berlinesas y de la Prusia occidental. Refleja lo problemático y contingente de su tiempo, excluyendo la verdad absoluta. No juzga, sólo diagnostica y se distancia mediante la indulgencia.
"El suyo es más realismo que el de Balzac, donde pueden encontrarse ecos románticos", remarcó Ahumada y citó al crítico Rodolfo Modern, quien expresa sobre el mismo que "expone los frutos de lo real".
El imperialismo prusiano con el sello de la nueva potencia europea en la figura del canciller de hierro, Otto de Bismark, es el marco histórico de esta obra que elude mejor que Tolstoi el panfleto político. "Fontane describe la sociedad, no la comenta. Escéptico pero benévolo con sus personajes, es un escritor que conmueve sin palabrerías", sintetizó.
Los intereses sociales de poder y ascenso están presentes en Effie Briest, la protagonista de la novela de Fontane con el mismo nombre.
Ahumada definió a la heroína como a "una resignada Ana Karenina, tan víctima como ésta, pero más resignada y enmudecida por su tierra y su tiempo". Para ella, representante de la nobleza, "el afuera no existe. Vive metida en sí misma y en sus fantasías. Su propio mundo es más accesible a lo fantástico que a lo real".
En el ambiente que rodea a Effie, más allá de que en su inicio se asemeja a un cuento de hadas -y aunque nunca sea dicho sino sugerido-, circula un profundo escepticismo. La protagonista no sabe lo que es el mundo de los pobres, nunca escuchó el sonido de los zuecos de los niños en la calle. Para ella existen sólo dos clases sociales: aristocracia y alta burguesía, los demás no son nadie, lo que tiene su reflejo en la alianza noble-burguesa de su tiempo, que excluye al proletariado, indicó Ahumada.
De una infancia mimada, protegida y despreocupada, la heroína pasa bruscamente a una vida apagada, severa y gris como esposa de un hombre con futuro, papel para el que no ha sido preparada.
Ya desde el viaje de bodas se insinúa un progresivo distanciamiento, "aunque el relato no lo dice de modo explícito, las cartas de Effie trasuntan hastío", observó R.A. Su correspondencia va acusando el paso del tiempo, a pesar del aparentemente inmóvil devenir prusiano. El matrimonio insatisfecho de Effie la conduce por los tortuosos caminos de Ana Karenina. Aunque el adulterio sólo funciona como sospecha, ya que jamás es comentado por el escritor, quien, pese a su extrema reserva, nunca condena lo narrado.
Cuando seis años después, su marido encuentra una misiva amorosa de su esposa, reta al ex amante a duelo. Luego de ese incidente, viene el ya citado monólogo interior, durante el cual el esposo de la protagonista se pregunta por el límite de esta circunstancia, donde "La venganza no es elegante pero es humana" y se refiere a la inautenticidad de "una historia artificial, casi una comedia" que debe continuar.
La pareja es, ante todo, prisionera de la moral de su época. La infelicidad y soledad de los protagonistas son el resultado de la presión social.
Lejos del melodrama, esta paradigmática novela prosigue hasta la muerte de Effie, un símbolo de los sueños de un mundo aristocrático que se esfuma.
Por último, el Prof. Ahumada reiteró la excelencia de la obra de Fontane. Su "grandeza está en los detalles. Cada minucia, cada toque, como en el impresionismo pictórico, dice más que el alegato social", precisó.
A finales del siglo XIX, Effie Briest, una joven de diecisiete años y de carácter muy alegre, hija de un hacendado brandeburgués, se casa con un "buen partido", el barón de Instetten, jefe del distrito prusiano de Pomerania, hombre algo rígido pero correcto. Insatisfecha en su matrimonio a causa de un marido absorto en su carrera, la romántica Effie vive una aventura con el atractivo mayor Crampas.
Cuando el barón, que entretanto ha sido nombrado consejero ministerial en Berlín, se entera de ello seis años después, se atiene -no sin dudas internas- al código de honor de su clase y a los principios morales de la sociedad del Káiser Guillermo. Cita al ex amante a un duelo a pistola y lo mata. Se separa de su mujer y se queda con la única hija del matrimonio. Excluida de los círculos sociales y rechazada sin piedad por sus escandalizados padres, Effie no tarda en morir de dolor y vergüenza en su soledad.
Rosa Gronda