En este relato se mezcla todo; hay un poco de fantasía y mucho de leyenda; pero también existe esa parte de realidad, lo tangible; la pizca de condimento que le confiere valor; lo saca del mundo de las leyendas y lo coloca en el universo de la historia.
La imaginación de Homero, en este caso se cimenta en la verdad, a pesar de pincelarla con intrigas, amores y traiciones. Bueno, nada muy diferente de la vida misma.
Según la versión poética de Homero, la guerra de Troya estalló por un amor prohibido entre Paris, príncipe de Troya, y Helena, una mujer bellísima, casada con Menelao, rey de Creta, hermano del poderoso Agamenón, rey de Micenas.
El conflicto comienza cuando Paris rapta a Elena y la lleva a Troya. Para rescatarla y en venganza, Menelao solicita la ayuda de su hermano. Con el apoyo de todos los reyes griegos inician la guerra a Troya, contienda larga y tediosa donde también intervenían los dioses, ayudando a los troyanos en ocasiones, y en otras a los griegos.
Troya era una poderosa ciudad que dominaba el estrecho de los Dardánelos, que comunica el Mediterráneo con el Mar Negro, y además las costas del Asia Menor, lo que la hacía gozar de un monopolio comercial. Cada vez más, el mundo micénico se abría al comercio, por lo que esta ciudad era un obstáculo para los micénicos que, ante tan poderosos argumentos comerciales, se unieron bajo el mando de Agamenón.
La guerra duró 10 años y al final Troya fue conquistada, saqueada y destruida por estos reyes micénicos a los que Homero llama "aqueos".
Según la mitología, los griegos vencieron gracias a un ingenioso truco ideado por Odiseo, que en una caminata observa una paloma perseguida por un halcón. La paloma se refugia en una grieta y el halcón vuela en círculos. La paloma vigila desde su precario refugio. El halcón finge retirarse y se esconde fuera de la mirada de la paloma, quien poco a poco asoma la cabeza para cerciorarse de que el cazador desistió. Después de largo rato, confiada emprende el regreso al nido. El halcón sale del escondite y culmina la cacería. Odiseo entiende y nace la estratagema del caballo de Troya.
Como el halcón, los griegos fingen la retirada; queman los restos del campamento y se llevan la flota a la isla de Ténedos, dejando atrás un enorme caballo de madera en cuyo interior se esconden cien guerreros. Un informante completa el engaño: cuenta a los troyanos lo que quieren oír, que los griegos se retiraron y el caballo es una ofrenda para Atenea. Los troyanos caen en la trampa e introducen el enorme caballo a la ciudad sin saber que habían sido engañados.
En la obscuridad los soldados saltan del interior y consiguen abrir las puertas, dejando entrar al gran ejército, que ataca y destruye totalmente la ciudad.
Nadie creyó que el relato de Homero tuviera un asidero real, y la Ilíada era en ese entonces un ensayo más, hasta que Heinrich Schliemann, un alemán que tras muchos esfuerzos había pasado de ser un dependiente de almacén a amasar una considerable fortuna como comerciante, decide invertir parte de ella en demostrar que la guerra de Troya no era la fantasía de un poeta. Corría el año 1870.
Durante toda su vida soñó con demostrar que el poema de Homero estaba inspirado en un hecho real y ahora, por fin, había logrado el dinero suficiente y el tiempo libre que necesitaba para viajar a Turquía. Allí exploró la costa de los Dardánelos con la Ilíada en la mano, siguiendo fielmente las indicaciones que dió Homero sobre el emplazamiento de la ciudad y dedujo que ésta sólo podía hallarse en la colina de Hissarlik.
Schliemann compró dicha colina y comenzó a excavar, hallando armas, utensilios domésticos, joyas y vasos, testimonio irrefutable de que allí había existido una rica ciudad; pero hallaría aún otra cosa que por primera vez haría correr el nombre de Heinrich Schliemann por el mundo entero. Bajo las ruinas de la Nueva Ilión halló otras ruinas, y debajo de éstas, otras más, pues aquella mágica colina parecía una inmensa cebolla cuyas capas habría que ir deshojando una tras otra.
Y cada una de estas capas parecía haber sido habitada en épocas distintas; en ellas vivieron pueblos que luego habían desaparecido; allí se habían construido ciudades y se habían derrumbado, habían dominado la espada y el incendio, pero una civilización había sucedido a otra, y cada vez se había vuelto a elevar una nueva ciudad de seres vivos sobre la antigua ciudad de los muertos. Cada día traía una nueva sorpresa. Schliemann había ido para hallar la Troya homérica; pero en el curso de los años, él y sus colaboradores hallaron siete ciudades sepultadas, y más tarde íotras dos!
Nueve miradas a un mundo insospechado, y del que nadie tenía noticia. Pero �cuál de estas nueve ciudades era la Troya de Homero, la Troya de los héroes y de la lucha heroica? Estaba claro que la capa más profunda era la prehistórica, la más antigua, tan antigua que sus habitantes aún no conocían el empleo del metal, y que la capa más a flor de tierra tenía que ser la más reciente, guardando los restos de la Nueva Ilión, donde Jerjes y Alejandro habían sacrificado a los dioses.
La Troya que destruyeron los griegos micénicos debe corresponder a la Troya VI o la VII. Los historiadores no se ponen de acuerdo, pero la mayoría cree que fue Troya VII la ciudad destruida por los griegos.
Troya VI era una ciudad rica y poderosa, con edificios sólidos y espaciosa, pero fue destruida por un terremoto.
Troya VII fue construida sobre los restos de la anterior. Era más pobre y estaba superpoblada, con pequeñas casas pegadas a las murallas y llenas de grandes tinajas enterradas donde se almacenaban alimentos (lo que parece indicar un largo asedio, con la ciudad llena de refugiados del campo). Los edificios de esta ciudad eran pobres, pero sus murallas eran más poderosos que los de Troya VI y habían sido reforzadas. Además, esta ciudad fue destruida por un incendio, lo que concuerda con el relato de Homero.
Una vez mas la visión de un aventurero consigue cambiar el curso de la historia; logró su sueño, demostrar que Homero había cantado verdades; crudas y duras verdades.